Recorrido en bici por el valle del río más largo de Francia a través de castillos construidos durante el Renacimiento.
A tres horas de Paris, entre Angers y Orléans Loire à vélo es el nombre de la ruta que invita a conocer el Valle y sus bellos castillos en bicicleta.
El recorrido se alterna entre pequeñas rutas, bicisendas y caminos que surcan la campiña. La buena noticia es que, quienes no quieran pedalear los 800 km que implica recorrerla de punta a punta, pueden alquilar la bicicleta en una ciudad y devolverla en la siguiente, o hacer algunos tramos en tren, a bordo de los furgones destinados para el traslado de bicis.
Acceder al mapa interactivo del recorrido
No hay un top ten, ni una lista oficial. Algunos de los castillos más famosos son Chambord, Blois y Chenonceau; Villandry y sus jardines de corte francés clásico aportan otros encantos como y Chaumont sur Loire es uno de los más modernos.
La UNESCO declaró en el año 2000 como “paisaje cultural vivo” los 280 km entre Chalonnes y Sully sur Loire, de modo que el cauce y sus alrededores (incluidos palacios, iglesias y hasta embarcaciones antiguas) ganaron su tutela. Hasta entonces, sólo Chambord había sido designado Patrimonio Mundial en 1981. Luego existen varios sitios web –entre los que se encuentran loire-chateaux.org o leschateauxdelaloire.org, que nuclean a 21 y 73 castillos, respectivamente– que proponen recorridos más o menos exhaustivos. Si a ellos les agregan los pueblos de piedra caliza y las ciudades como Orléans o Tours, es probable que precisen varias semanas, y acaben con una ensalada palaciega que confunda brocatos con arpas, fuentes con lucarnas y a Diana de Poitiers con su archienemiga Catalina de Medici.
Si pensás viajar...
La mejor época es entre abril y octubre, para evitar las lluvias y las bajas temperaturas. El recorrido es muy seguro ya que el camino está equipado con comercios especializados, que ofrecen desde servicio de reparación hasta accesorios indispensables para ciclistas.
Más información: www.loireavelo.fr
Para quienes prefieran descubrirlo desde las alturas y sin pedalear, una romántica –aunque menos accesible– opción es pasear en globo aerostático.
LA NACION