#limpiemos, el desafío del regatista Yago Lange para cuidar el mar y destinos turísticos
Viajar y recolectar basura se parecen en esto: solo después de experimentarlo uno cambia. Eso fue exactamente lo que le pasó a Yago Lange cuando, hace poco más de un año, decidió levantar la basura que se acumula en la rampa por donde baja el barco al agua.
Yago y Klaus Lange son hermanos y regatistas, navegan desde chicos, y cuando compartieron con su papá, el campeón olímpico Santiago Lange, las olimpíadas de Río de Janeiro, notaron que la cantidad de plástico que había en el mar era abrumadora. Pero solo cuando sacaron del agua la primera bolsa de basura completa, en la rampa de su club, se les abrieron los ojos.
Decidieron hacer una limpieza de playas, convocaron por Instagram y en tres días se sumaron 25 puertos náuticos en toda la Argentina. "Puse que quería limpiar el río porque lo veía muy sucio, y empezaron a escribir, che yo soy de Bariloche y también lo veo sucio, cómo hago, yo soy de Usuahia, yo soy de Misiones, de Corrientes", cuenta Yago.
Al proyecto le pusieron #limpiemos y en el Club Náutico de San Isidro cien voluntarios juntaron, en una hora y media, tres mil kilos de basura. "Fue muy duro ver todo eso", dice Yago, que al día siguiente salió, por esa iniciativa, en la tapa de La Nación. Cuando repitieron la limpieza en febrero de 2019, participaron 45 clubes en todo el país y entre los 200 voluntarios que fueron a San Isidro, había un representante de Parley, organización presente en 28 países que trabaja para salvar los océanos de la contaminación plástica. Desde abril Yago es embajador y director de Parley Argentina, y además de las limpiezas –hicieron 14 desde entonces-, realizan acciones en colegios. "Los chicos aprenden muy rápido sobre este asunto –dice Yago-, cuando nosotros éramos chicos no íbamos a juntar basura porque no había, pero hoy esto colapsó."
En el documental A Plastic Ocean (Océano de plástico), que aborda esta problemática de forma impactante, dicen que ocho millones de toneladas de basura al año son arrojadas al océano, el equivalente a un millón y medio de elefantes, o a 160 mil aviones, y se estima que en 2025 se arrojará diez veces más plástico al agua.
El 90% de las aves marinas tragaron plástico en algún momento de sus vidas. Las imágenes de los pedazos de tapas, envases, suelas de ojotas, lapiceras, juguetes y una lista interminable de objetos encontradas en sus estómagos, son las más difíciles de asimilar. El plástico no solo no se degrada, se divide en micro partículas eternas: la mayor parte de los pescados y mariscos que consumimos, tienen plástico, sea en el Mediterráneo o en el Pacífico. Y aunque el vaso descartable esté tirado en la calle, el mismo flujo del agua lo llevará al río que desemboca en el mar.
Tres pasos hacia la solución
Hay un video en la página Web de Parley que explica por qué si los océanos se mueren, nosotros también. Y es porque dos de cada tres respiraciones vienen del mar. Esta organización propone tres pasos para avanzar hacia la solución: A.I.R. Avoid, evitar el plástico de un solo uso, ejemplos: llevar botella reutilizable, taza de café, comprar a granel, no usar sorbete. 2. Interceptar el plástico a través de limpiezas. Aunque limpiar no sea la solución, permite que quien mete las manos en la basura para levantar los productos que usa diariamente, tome conciencia del tema y cambie. 3. Rediseñar nuestra relación con el plástico, reemplazarlo por materiales fabricados a partir de materias primas naturales y biodegradables, que ya existen, pero están frenados por la industria. Aplicados durante un viaje, estos tres pasos hacen una gran diferencia. El turismo provoca un consumo frenético de plástico, desde los descartables del avión a los amenities del hotel y las botellitas de agua que tiramos.
Yago, que volvió hace unos meses de Nueva Zelanda, donde participó con su hermano del campeonato mundial en la clase 49er de vela, cuenta que junto a las alcantarillas de Auckland está escrito que por favor no tiren basura y que recojan la que vean porque de allí se va directo al mar. Mientras que en el aeropuerto de Ezeiza todavía no existen tachos para separar residuos, en el de Auckland además hay filtros de agua para rellenar tu botella. En Barcelona, donde vivió algunos años, está lleno de tiendas a granel; venden desde arvejas a lavandina o pasta de dientes, sin empaque. En los restaurantes del club náutico de Nueva Zelanda ya no venden botellas descartables, las bolsas plásticas no circulan más y la recolección de basura en ese país se hace una vez por semana, lo que obliga a que cada uno sea el responsable de administrar sus residuos. Y esto se refleja en el agua, en 15 días navegando por la bahía de Auckland encontró apenas 2 ítems plásticos. En cambio, cuando fue a hacer una limpieza a Misiones vio que en el Parque Nacional Iguazú, donde el agua es tan pura que se puede tomar, los senderos están llenos de botellas. Una idea fácil y aun rentable: los locales podrían vender botellas reutilizables con el logo del parque y disponer bebedores o canillas para rellenarlas. "Si el parque nacional está ahí para cuidar la naturaleza y el plástico es uno de los principales problemas que la afecta, el propio lugar está llevando ese problema a tus manos, no hay coherencia", dice Yago.
Se puede pensar que lo que uno haga no cambia nada, hasta que se suman las individualidades y se sacan cuentas. En los últimos juegos panamericanos, en Perú, participaron 7 mil atletas a quienes les regalaban botellas de agua de 300ml, mínimo cinco por día. En diez días repartieron más de tres millones y medio de botellitas, en lugar de poner bidones de agua filtrada o dispensadores, o a lo sumo dar una botella grande. "Qué lástima, qué oportunidad desaprovechada en este momento tan importante para generar cambios", se lamenta el regatista de 31 años que desde hace un año transformó su Instagram (@yagolange) en un basurero para dimensionar el problema.
Para la Fundación Basura "en la naturaleza no hay tal cosa como algo que "no sirva". La basura es un invento del ser humano que nos está llevando a la auto destrucción". Y cuando se toma conciencia de eso, pasa lo mismo que al viajar por primera vez, ya no hay vuelta atrás.