Todos los 31 de diciembre, la ciudad de La Riojase viste de fiesta para celebrar la tradicional procesión de San Nicolás de Bari. Misioneros, castellanos, indígenas y caballeros reales reaparecen en la fiesta del Tinkunaco, una de las celebraciones religiosas más singulares de la Argentina en la cual se recupera el pasado colonial indígena.
Según la tradición oral, las tribus que habitaban La Rioja fueron evangelizadas a través de la imagen de San Nicolás de Bari. Pero los aborígenes se negaron a someterse a las creencias de sus colonizadores. Para conseguirlo, los españoles optaron por vestir al Niño Dios con el traje de alcalde, que era entonces la figura de gobierno que reconocían las poblaciones nativas. De esta manera, la imagen del Niño Alcalde representaba el origen divino de la autoridad del gobierno.
Sobre la celebración
Al mediodía, basta con que la iglesia matriz haga sonar sus campanas para que una multitud de creyentes, ataviados con prendas de colores amarillo y violeta ?que simbolizan la santidad?, se congregue en la plaza principal. Cada uno lleva una lanza forrada con tul, rematada con una cruz plateada y cintas de seda de varios colores.
La celebración comienza cuando la imagen de San Nicolás de Bari traspasa el portón de la iglesia acompañada por la guardia de honor, constituida por un cortejo de fieles vestidos de civil que llevan una banda de encaje blanco atravesada desde un hombro al costado opuesto.
Mientras tanto, desde la iglesia de San Francisco ubicada en la esquina opuesta de la plaza principal, un grupo de hombres trae en andas la imagen del Niño Dios vestido de alcalde. Su espalda va cubierta por una casaca de terciopelo negro bordada con hilos de oro. Lleva un llamativo sombrero con plumas color azabache y, en su mano derecha, un bastón de mando. La figura del Inca lidera la procesión del niño alcalde, escoltado por dos fieles o cofrades. Tras ellos avanzan los Allís: un séquito calzado con sandalias de cuero sin curtir ?ushutas?, vestido con un escapulario festoneado y su frente adornada con una vincha de puntillas, espejitos y cintas de colores que cuelgan como si formaran una cabellera. Este grupo compone la guardia de honor del niño alcalde.
La procesión avanza acompañada por el redoble de tambores y cánticos adoradores. Los dos cortejos siguen su marcha al ritmo de la caja que el Inca golpea de manera cadenciosa. Los Allís, en tanto, entonan un salmo quechua. La imagen de San Nicolás se detiene frente a la Casa de Gobierno ?a veinte pasos de la del niño?. Ante una señal del alférez las banderas se inclinan y todos se arrodillan ante el Niño Alcalde. El momento más simbólico es cuando el intendente de la ciudad se dirige al encuentro del Inca quien, en representación del Niño Dios vestido de alcalde, le entrega una llave de madera tallada reivindicando la soberanía de su gobierno municipal sobre la ciudad. De esta manera, cada 31 de diciembre, la mayoría de los riojanos reconocen una vez más la alianza política-religiosa que los gobierna desde los albores del siglo XVI.
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Nota publicada en diciembre de 2010.