Si se quiere tener una idea de todo lo que es capaz la Tierra, de cómo puede explotar de furia, escupir fuego, despedazarse y volver a renacer, éste es el lugar para comprobarlo.
La Payunia podría clasificar para el Guinness: su concentración de más de 800 volcanes es apenas comparable a lo que puede encontrarse en Hawai o quizás incluso en Marte. Es como un mapamundi natural con un repertorio casi completo de los volcanes de todo el planeta y está en la lista para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.
Antes de entusiasmarse con la aventura offroad por el desierto negro, conviene contratar a un guía que conozca bien la zona. Los caminos que surcan la reserva no están señalizados y perderse en un mar de lava puede ser divertido sólo si es intencional.
Santiago Cara, de Karen Travel, es más que idóneo para esa tarea: fue uno de los primeros que vio La Payunia con ojos turísticos, si bien estas 450 mil hectáreas son Reserva Total desde 1982. En el 97 debutó como guía con un grupo de holandeses y desde entonces fue abriendo nuevos caminos, todas huellas que no figuran en los mapas.
A 130 km de Malargüe, la frontera con el mundo conocido es La Pasarela. Se trata de un pequeño puente por donde cruzaba la RN 40 sobre la parte más correntosa del río Grande, encajonado en un profundo cañón de basalto negro.
Del otro lado del puente, un grupo de jarillas y melosas desperdigadas es el último vestigio de vida vegetal. Más lejos se distinguen las puntas de algunos volcanes de bajo relieve.
Santiago aclara que ningún volcán puede considerarse "apagado total" (el mejor ejemplo es la reciente erupción del Puyehue, en Chile); por ahora, están dormidos. Mientras a ninguno se le ocurra despertarse, lo más activo por acá son las cigüeñas de acero que perforan el suelo para extraer petróleo en la zona de Fortunoso, antesala de la reserva misma.
Una de las primeras manifestaciones volcánicas son las denominadas pampas negras, arenales formados por lluvias de lapilli o piedritas de lava fragmentada, que hacen que se vea todo negro excepto por la presencia de algún que otro coirón amarillo. Dicen que cuando el cielo está plomizo, se genera una especie de "noche diurna".
Después entramos en la zona más caliente. Santiago señala el Campo de Bombas, donde el terreno está sembrado de esferas de todo tamaño. En realidad son trozos de lava que salieron volando de los cráteres, en su trayecto fueron modelándose como bolas y, una vez frías, conservaron la forma de balas de cañón. El paisaje remite a esas películas apocalípticas que se ubican en un tiempo anterior a la creación de la Tierra. O cuando nada queda de ella.
Otro exponente de la gran hecatombe geológica que fue esto es el Escorial de la Media Luna, colada que corresponde al momento en que el volcán Santa María despidió todo su magma sobre el valle. Es un río negro- azulino zigzagueante de casi dos metros de alto y 17 km de largo. Su superficie de roca calcinada es apta para una caminata.
Los volcanes de La Payunia
De todos los volcanes identificados en estas tierras, sólo unos pocos tienen nombre. El más emblemático y elevado es el Payún Liso, de 3.680 metros. Con su forma cónica perfecta, apenas nevada, es el que más se acerca a la popular representación de volcán.
El otro famoso es el Payún Matrú, apenas más bajo que el Liso. Lo impactante de este volcán es su caldera de nueve kilómetros de diámetro, que se produjo luego de que una erupción lo hiciera colapsar. Se quedó sin pico, y en su interior se formó una laguna de aguas cristalinas que es meta de escaladores.
Pero hay muchos otros, anchos y chatos, deformes y ondulados, tan dispares como los tonos ocres, lilas y rojos que marcan los valles y colinas, producto de la oxidación de los minerales.
Una de las postales típicas es la del Payún Liso visto desde los cerros Pintura, unas ondulaciones menores con pinceladas rojizas. Las fotos de los folletos siempre exageran; en este caso es al revés.
El volcán Morado es muy atractivo, porque permite caminar hacia el cráter. Sus bordes perdieron filo y quedó abierto, como una gran depresión.
En la lista de los más buscados también figura el volcán Malacara. Pero éste se encuentra ya fuera de la reserva, camino a la laguna Llancanelo y a 42 km de Malargüe. La particularidad del Malacara (2.450 metros) es su origen hidromagmático. El agua acumulada y la roca sólida asociados a una violenta erupción formaron pasadizos y cárcavas (cavidades) de más de 30 metros de alto, que se pueden recorrer en toda su extensión. Con un poco de imaginación, los relieves de las paredes dibujan rostros de seres extraños o animales fantásticos.
Otra particularidad de este volcán es que tiene dueño, porque quedó adentro de una propiedad privada. Así es: el señor tiene un regio volcán en su jardín y por supuesto hay que pedirle permiso para ingresar, además de pagar $50.
TIPS RUTEROS
Si se viaja por cuenta propia, es imprescindible que el vehículo sea alto y tenga un buen despegue del suelo. No es necesario que sea 4x4 pero sí bien alto. También se recomienda llevar un bidón de nafta, porque en la ruta no hay donde reabastecerse.
INDISPENSABLES: agua, comida, abrigo, protector solar, gorro y zapatillas de trekking. Dentro de la Reserva no existe ningún servicio.
LA MEJOR ÉPOCA para visitar La Payunia es entre septiembre y abril. El resto del año suele haber nevadas abundantes.
CONTACTO
Karen Travel: Av. San Martin 54 I T: (02627) 47-2226/47-0342 I info@karentravel.com.ar I www.karentravel.com.ar
La excursión de día completo a La Payunia, $380 por persona, con transfer in-out hotel, almuerzo (sándwich y bebidas) y merienda. Con movilidad propia, $400 por vehículo (guía en exclusivo). Programa de medio día al volcán Malacara, $100 por persona más entrada al volcán, $60. Overnight en el desierto negro, $550, con camping y trekking nocturno por los escoriales.
Extracto de la nota publicada en Revista Lugares edición 184.
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