Hasta no hace mucho, comer en un bar era sinónimo de frituras y lenta digestión. ¿Quién no ha recaído inevitablemente en esas papas antibajón cuando, a falta de otras opciones, cunde el hambre?
Los gastropubs vinieron a saciar expectativas de los que esperan algo más contundente para acompañar unas buenas pintas. Importados de Londres, donde surgieron en los 90, estos bares ponen igual énfasis en la bebida y en la comida. Eso sí, se come con la mano o de parado (puro malabarismo para sostener al mismo tiempo el vaso y la comida), sin mantel ni cubiertos, y el sistema es, en general, self service.
TETUÁN
Sabores del norte africano
Es uno de los mejores logrados del rubro, ideal para el after office, con cerveza artesanal y pinchos marroquíes en formato sándwich. Funciona en un enorme galpón con gradas en desnivel, mesas larguísimas y un brasero que hipnotiza desde el fondo, atrás de un vidrio, donde se queman troncos de quebracho.
Después del probado éxito de Benaim y su comida callejera judía, los primos Nicolás Wolowelski y Juan Martín Migueres se animaron a expandir su cocina sefaradí, con aportes del norte de África. También acá dominan los graffitis de Santiago “Cabaio” Spirito en la fachada. Del otro lado aparece la barra, con varias opciones de cocktails de autor y doce canillas de cerveza tirada, de distintos productores y variedades. El happy hour –de 18 a 20– es una multitud de jóvenes que se sientan hasta en la vereda.
Vaso en mano, se puede pasar a la sección cocina y elegir entre alguno de los platos del oriente berebere escritos en una pizarra: pinchos de pollo, cordero, ojo de bife, y carne molida a las brasas, marinados con especias y hierbas por varias horas y cubiertos de la tradicional salsa tarator (a base de nuez); los infalibles hummus y babaganoush con pan pita y fainá crocante, y vegetales de estación asados en el horno de barro con cuscús y pesto marroquí. Lo mejor es pedir un par opciones y picotear entre varios.
El jueves es la noche especial, con Djs y bartenders invitados.
Tetuán Brasero Marroquí Ravignani 1780.Lunes a jueves de 18 a 00.30, viernes y sábado de 12 a 2.30 y domingo de 12 a 00.30. Happy Hour de cerveza todos los días de 18 a 20. Sólo efectivo.
CSJ LA VERMUTERÍA
Un clásico argentino bien acompañado
Primero, la buena decisión: rescatar el rol del vermut y combinarlo con tapas, montaditos y raciones. Después, un apasionado equipo de cocineros con Lelé Cristóbal –creador del Café San Juan– a la cabeza, que no paran de despachar bocados tentadores y tragos desde la barra de mármol. Por último, el carácter cosmopolita del barrio de San Telmo y la fama prestada del mencionado CSJ –alias, “la cantina”– contribuyeron a que este reducto vidriado cual pecera, entre frascos de conservas y botellas de aperitivos, sea el éxito que es hoy.
En sociedad con Cinzano, Lelé se propuso reivindicar el rito del vermut con una vuelta de tuerca. El de la casa se prepara con Cinzano rosso, soda y almíbar de cáscara de limón. El Campari lleva ginebra, almíbar de pomelo, pimienta rosa y laurel. Un detalle: el vermut es “tirado”; sale de tres canillas, como la cerveza.
En cuanto a las tapas, se arman con la oferta del momento; la pesca de la semana y las verduras de estación nunca faltan. Se destaca el montadito de bondiola ahumada (curada durante 15 días en salmuera y ahumada las últimas ocho horas) sobre pan de campo, con tortilla y alioli. La versión veggie es con berenjena a la plancha. Además, son muy buenos los pinchos de boquerones, los langostinos apanados con hinojos y pickles de jalapeños, la salchicha parrillera con harissa (condimento picante de origen magrebí) y los pulpitos a la plancha.
Lelé, siempre presente, juega de local. Cocina, supervisa, saluda, va y viene entre la cantina y la “vermu”.
CSJ La Vermutería Chile 474, San Telmo. Martes a viernes de 19.30 a 24. Sábado y domingo, también al mediodía.
LEKEITIO
El bodegón vasco de Chacarita
Lejos está de la típica imagen. Sin embargo, a su dueño, Shanti Aboitiz, le gusta llamarlo así: “bodegón vasco”, cuyo nombre honra al pueblo natal de su tatarabuelo y a las recetas de su familia. Los mozos son jóvenes y cancheros; un trío de jazz le pone música al ambiente, en el que destaca una larga barra para beber gin, cerveza, e incluso patxarán (emblemático licor vasco elaborado con los frutos del endrino, arbusto –Prunus spinosa– de la familia de las rosáceas) y, por supuesto, probar tapas que se renuevan cada estación al ritmo de los productos de mercado. En el salón tampoco faltan mesas altas y bajas, muy adecuado para ir en grupo. En las paredes cuelgan fotos de los empleados, todos amigos, las banderas argentina y vasca, y al fondo se abre un patio lleno de plantas.
Tanto las tapas como los platos fuertes son una reinterpretación de la cocina de Euskadi. De las primeras, se sugiere la tortilla de papas absolutamente babeuse (bavé, en criollo), que se puede pedir con o sin chorizo colorado. La delicia del ajoblanco; gambas al ajillo, rabas, croquetas de pescado o de bechamel y panceta, y el chorizo a la sidra. El “contrabando de txipirones” (calamares pequeños) es un clásico de la familia, que consiste en dichos moluscos rellenos con morrón, cebolla y chorizo, cocidos en su tinta y servidos con arroz “pegado” (es decir, pegoteado). Sólo los domingos ofrecen paella y show de flamenco, dos íconos ajenos a la cultura del País Vasco, por valenciano el primero y andaluz el segundo.
Lekeitio Santos Dumont 4056. T: 5629-3312. Todos los días, mediodía y noche. Martes a la noche, jazz y parrilla en el patio. Domingo, paella y flamenco. Aceptan tarjetas.
NOLA
El happy hour más largo del mundo
Son siete horas y media non-stop (de 12.30 a 20) regadas de cerveza artesanal y alimentadas con platos de la cocina cajún de Luisiana (mezcla de influencias francesa, caribeña y española). En su menú figuran pollo frito, gumbo (guiso africano que se consume mucho en New Orleans) de chorizo picante y arroz, y unas mollejas crocantes con rúcula, cebollas encurtidas y alioli de ajo y limón.
Nola es el diminutivo de New Orleans, la ciudad de origen de su dueña, Liza Puglia, que recaló en Buenos Aires por casualidad en 2010, después de enamorarse de un argentino en un hostel de El Salvador. Empezó a cocinar a puertas cerradas y al poco tiempo pasó a este viejo garage de Palermo para transformarlo en el precursor de los gastropubs porteños.
Tiene varios fans que copan la vereda hasta la bicisenda. Esta devoción se debe, en parte, a la calidad de su cerveza Filidoro –cuyo creador es Francisco Terren, la pareja de Liza– y sus variantes Golden Ale, Irish Red Ale, la lupulosa India Pale Ale y la cremosa Dry Stout. A estas espumas se suma una carta corta de vinos. La gaseosa y el café son malas palabras. Para tomar algo sin alcohol, hay que optar entre una soda con jengibre y limón o un té rojo y frío, clásico de Luisiana.
Nola Gorriti 4389. Todos los días de 12.30 a 24. Happy hour hasta las 20.
Video: Xavier Martín.