Las Golondrinas es lo primero que aparece del otro lado del Paralelo 42. Es un paraje rural, de chacras amplias, casas de artesanos y molinos harineros. Es la atmósfera que cautivó a Esteban Gandulfo, de la hostería Frontera. Un día lo obligaron a jubilarse en la empresa para la que trabajaba. Decidido a abandonar la ciudad, viajó al sur con su mujer, Elvira, y dio con estas cuatro hectáreas de bosque, plagadas de cerezos y coihues de 300 años. Primero levantaron la casa de madera de ciprés, donde viven y reciben turistas, y después sumaron dos cabañas. La vida tomó otro color. Sin estrés, cerca del arte y de sus pasiones: la pastelería y la escritura. Su hijo, Lucas, también da una mano en la hostería y propone paseos en kayak y caminatas; una de ellas, la que lleva a la Laguna Alerce.
Hoy esta zona cercana al PN Lago Puelo vive un boom inmobiliario, aunque de bajo impacto ambiental. Hay emprendimientos de proyección internacional, como La Alazana, la primera destilería de whisky de malta del país. Su creador, Néstor Serenelli, encontró el microclima perfecto para el añejamiento prolongado del whisky, con inviernos no tan duros y pocos días de calor. Es uno de los dos miembros no escoceses de la asociación de destiladores artesanales de whisky. El otro es un neocelandés. De Las Golondrinas a Escocia viaja cada año para aprender de los que saben. Con ese know how diseñó sus alambiques, fáciles de detectar por su intenso aroma a fermentación.
La destilería despierta mucho interés. Los turistas que se acercan a conocer las barricas de roble se llevan de souvenir un single malt de sello patagónico, elaborado con agua de la cordillera. Eso, si tienen la suerte de que quede alguna botella, porque después del éxito de la primera partida, a fines de 2014, ya hay lista de espera para la que viene.
Más años que el añejamiento del whisky llevó esperar a que crecieran los cupressus del nuevo laberinto de El Hoyo. Doris y Claudio Levi los plantaron en el 95 y abrieron el lugar recién el verano pasado. Él dibujó las nueve entradas y las nueves salidas en un papel, usando sus nociones de kabbalah, mitología y magia. Trasladar el plano a este valle le costó ecuaciones de trigonometría, varias estacas, un gran ovillo de hilo y años de poda para que no lo taparan las malezas. La gente sale de entre los cupressus con una sonrisa de oreja a oreja. Y no sólo los niños. Claudio los adorna con frases como "el que recorre el laberinto es un héroe" o "siempre hay una salida, pero antes es necesario perderse". Y Doris, que es pastelera, ofrece frozen de frambuesa y ricos sándwiches en la confitería. Es un paseo lúdico.
Una buena base para explorar El Hoyo es Villa Escondida. Son diez cabañas en un predio de nueve hectáreas, rodeadas de bosque. El contexto virgen contrasta con el confort puertas adentro y el complejo es lo más parecido a un country, con club house, canchas de fútbol, pileta y juegos para chicos. Los huéspedes se comunican con handies y pueden acceder a una colección de 1.500 películas.
La zona donde se levanta Villa Escondida se salvó del incendio que arrasó con El Hoyo en 2011, cuando se quemaron bosques enteros y muchos perdieron todo lo que tenían. Gustavo López Echeverri y Gabriela Smit vieron cómo su restaurante Pirque y su casa se redujeron a cenizas en minutos. Lo único que se salvó fue la huerta orgánica y el galpón, y el aroma a lavanda que se potenció con el calor. Lo interpretaron como una señal de que había que continuar. Reabrieron en una nueva construcción, con mejor vista al cerro Pirque, vajilla prestada y carta ampliada. El cordero con frutos rojos se sumó a su caballito de batalla: la perca a la manteca negra. "Perdimos todo lo material, pero nuestro espíritu es el mismo. Yo amo cocinar y eso sigue intacto", dice Gaby, que se siente rejuvenecida con este volver a empezar.
Sobre la RN 40 está Dulce Pachamama. Los veggies de la comarca lo celebran, por sus pinchos de tofu con olivas, queso de hummus, mayonesa de zanahorias y chorizo vegano (de seitán, con hongos de pino).
El lago Epuyén es la joyita de la comarca. Tiene forma de herradura y envuelve al cerro Pirque. Su costa norte es Puerto Patriada, la más populosa, con una playa larga y aguas cálidas y transparentes, campings y kayaks. El ruido es mala palabra en este oasis andino rodeado de cipreses, por eso la navegación a motor está prohibida. Así que a Nicolás Bustingorry, de Viento y Agua, se le ocurrió ofrecer paseos en velero ?lo pintó de azul para que no contaminara visualmente? y dar clases de timonel.
El otro acceso al lago es desde Puerto Bonito. En la orilla está el centro cultural Antu Quillén, donde organizan talleres de alimentación consciente, clases de swing y de kundalini yoga. Es muy frecuentado por la comunidad de Epuyén. Para ellos, El Bolsón ya está muy trillado y en este pueblo encontraron la nueva tierra prometida, con sus calles de ripio y su activismo ecológico. Los franceses Sophie y Jacques Dupont, de El Refugio del Lago, llegaron cuando no había gas ni teléfono y acá siguen, 25 años después, con dos cabañas nuevas y una flamante nieta llamada Chiara.
Habrá sido la energía tan especial de este valle lo que motivó a la mexicana Alejandra Almada a construir una estupa en la entrada de Epuyén, que viene a ser la más grande de la Argentina. En los folletos turísticos ya figura como atracción, y hasta los que nunca escucharon hablar de budismo se acercan a la estupa para circunvalarla en el sentido de las agujas del reloj, hacer girar las ruedas de oraciones y recitar los mantras, porque el lugar tiene una magia especial.
Datos útiles Las Golondrinas, El Hoyo, Epuyén.
Por Cintia Colangelo. Nota publicada en febrero de 2016.
LA NACION