La Antártida, cada vez más turística
La fauna, el paisaje y la sensación de aislamiento conquistan cada vez a más personas. Pero para mantener el entorno limpio hay requisitos, como desinfectar las botas antes de hacer un trekking .
Dos barcos conforman la flota con la que Oceanwide Expeditions recorre la Antártida . Pero la alta demanda de este destino obligó a la empresa a construir una tercera embarcación, más grande, que estará lista el próximo año.
La Asociación Internacional de Tours Operadores de la Antártida (Iaato, por sus siglas en inglés) fue creada para resguardar esta parte del mundo, que en los últimos años se ha vuelto más popular. Si en la temporada 2012-2013, 33.962 personas llegaron a este continente en barco o avión, según Iaato en la última temporada la cifra llegó a 45.808. Es decir, el número de visitantes aumentó en más de un tercio comparado con cinco años atrás.
Además, si en 1991 se contabilizaron 4150 turistas que hicieron excursiones en la misma Antártida (es decir, que se bajaron del barco), en la última temporada la cifra se elevó a 39.378.
"Aunque la cantidad de personas que visitan la Antártida es pequeña en relación con las áreas de operación y otras áreas silvestres, monitorear números y actividades durante los años es absolutamente vital para comprender las tendencias y gestionar el turismo de una manera que priorice la Antártida", dice Amanda Lynnes, de esta asociación.
Debido al mayor número de visitantes, las reservas para estos tours son hechas cada vez con más anticipación. "Para la próxima temporada (los viajes a la Antártida se hacen entre noviembre y marzo) ya no tengo cabinas en ninguno de los barcos. Ahora ya estamos vendiendo para 2020", dice María del Pilar Fernández, encargada de ventas internacionales de Oceanwide Expeditions (oceanwide-expeditions.com).
Esta empresa comenzó hace 26 años a ofrecer cruceros en el Ártico y luego de cinco años de trabajo se atrevieron con los viajes a la Antártida. Sus cruceros, que cuestan desde 7000 dólares, duran un mínimo de 10 días y comienzan en el puerto de Ushuaia. Para ampliar su oferta, además de las charlas de expertos arriba del barco y de las expediciones en kayak o trekking, desde hace un par de años cuentan con un programa que incluye dormir en carpa en la península. "A veces los pasajeros ni entran a la carpa, se quedan afuera. Se acuestan a la intemperie a escuchar los pingüinos y ver la noche, que tiene una baja luminosidad: es de un tono entre violeta y rosado oscuro".
Para evitar que el número de turistas colapse la zona, Iaato cuenta con algunas reglas. Una es que no puede haber más de 100 pasajeros en tierra al mismo tiempo, otra es que debe haber un guía por cada 20 turistas y también que los operadores turísticos deben coordinar sus itinerarios para no toparse.
Otro mundo
"Toda la actividad está muy controlada y determinada por el Tratado Antártico. Por ejemplo, las botas con las que las personas van a las excursiones se limpian cada vez con un material desinfectante, que es especial para evitar que las bacterias vayan de un lugar a otro", dice Francesco Contini, vicepresidente ejecutivo de Antarctica XXI (antarcticaxxi.com, sus viajes de siete noches cuestan desde 11.000 dólares), una empresa chilena que desde 2003 comenzó a llevar pasajeros en avión desde Punta Arenas hasta la Isla Rey Jorge -donde se encuentra la base chilena Presidente Frei-, donde luego son embarcados en un crucero.
Siguiendo esa política, Contini reconoce que antes de subirse al barco también se aspiran los bolsillos de los pasajeros, "para evitar que semillas se puedan llevar al continente antártico".
Con él coincide María del Pilar Fernández, de Oceanwide Expeditions: "En la Antártida no se puede tocar nada, no se puede ir al baño, no se puede comer en tierra ni llevarte un recuerdito, como un hueso de ballena, por ejemplo. La Antártida se mantiene como uno de los lugares más puros del mundo".
"Al principio casi solo llegaban europeos, pero ahora tenemos pasajeros de todo el mundo. Muchos asiáticos y también de Estados Unidos, entre otros", dice Contini.
Álvaro Guell tiene 58 años y ya suma tres viajes a la Antártida a bordo de un crucero. "No se trata de una experiencia turística. El barco a veces se mueve, el frío es permanente, en uno de los viajes no salió ningún día el sol... Pero es increíble. La Antártida es más que un lugar especial, es una belleza indescriptible".
Contini lo ha escuchado de varios turistas: "La gente llega al continente antártico con expectativa literal, es decir, de lo que han visto en fotos y documentales. Y lo que aparece en la visita es un gran impacto emocional. Eso no lo prevén, pasa por sentirse tan aislados de la civilización, muy pequeños en esta naturaleza inmensa. Mucha gente dice que les parece estar en otro planeta".
Amalia Torres