En Estancia Zárate, a una hora de San Miguel de Tucumán, los huéspedes pueden aprender la técnica de entrenamiento equino creada por el californiano Monty Roberts.
Matías Colombres, polista, entrenador y administrador del campo, la enseña con paciencia y maestría. Primero, es importante conocer los pasos en la cría de un caballo de polo: hasta los dos años del potrillo se pone el foco en la buena alimentación; a los 3 años se lo doma durante doce meses, con descansos, y a los 4 años pasa a manos del especialista, que lo primero que hace con él, es el join up, técnica para que el animal acepte a su entrenador como parte de su manada. A partir de ahí le enseñará a no asustarse del taco, la bola y el tropel, ya que la naturaleza del caballo es correr cuando siente temor. Más tarde, a hacer rienda y a taquear en el picadero. A los 7 años, el caballo ya está listo para jugar profesionalmente.
Estamos en un corral redondo, el escenario del join up (unión). Lo que sucederá a continuación es un entendimiento paulatino entre un humano y un animal a partir de sus gestos corporales. El caballo rebelde pasará a reconocer al entrenador como la yegua alfa, la aceptará como su líder. Matías entra con el caballo al centro y sin soltarlo, lo orienta: girando de a poco, le marca cada uno de los cuatro puntos cardinales. Luego lo suelta (no se usa bozal) y el animal empieza a correr en redondo. El entrenador se queda en el centro exacto y gira lentamente su cuerpo acompañando el trote circular del caballo, mirándolo siempre a los ojos. Con la mano hace un gesto como de “empuje” del animal para que siga el paso. Nunca lo toca. La primera evidencia de comunicación sucede cuando Matías cambia de mano: el caballo frena y comienza a trotar en sentido contrario. De a poco el caballo, sin parar de correr en redondo, da la primera señal, que es de atención: gira la oreja interior hacia el hombre. Al minuto, realiza otros gestos positivos que manifiestan relajación: bostea y mueve la boca. Cuando comienza a bajar la cabeza y a caminar más lento, ya siente confianza. Pero la yegua alfa no debe dejarlo acercarse ante el primer intento: le muestra su poder y lo obliga a seguir corriendo, hasta que nota que ya está completamente relajado y confiado. En ese momento, Matías se da media vuelta, baja la cabeza y se queda parado en medio del corral. El caballo se acerca a él, en clara señal de que quiere ir con él a donde sea, que lo acepta como líder de la manada.
Los turistas también pueden hacer la experiencia. Los animales, ya iniciados en el entrenamiento, logran el intercambio comunicacional en pocos minutos.
La estancia
La historia del lugar también es jugosa: la estancia es parte del antiguo Valle de Choromoro, extensión de tierra deshabitada de 40 km x 60 km que en 1640 el capitán Pedro de Ávila y Zárate recibió por parte del rey de España. En el casco, que se conserva perfectamente con paredes de adobe de 1,20 metros de ancho, columnas torcidas y techo de tejas musleras, vivieron varios ilustres, como la heroína Gertrudis Medeiro de Cornejo y el gobernador Alejandro Paz. Roberto Martínez Zavalía, el actual dueño, compró la estancia en 1997 sin saber que, en realidad, la estaba recuperando: sus antepasados, la familia Paz, la habían adquirido en 1838 y fueron sus dueños hasta 1992. En Zárate hay formidables picadas con tragos bajo las estrellas, arriadas a caballo con horizonte de cerros rosados y creativos asados de Peto –el experto en fuegos– acompañados de nobles vinos, paseos en caballos peruanos de paso y caminatas por el monte.
Estancia ZárateRP 309, Trancas, Tucumán. T: (011) 5272-0342 (lunes a viernes de 9 a 18) noa@estanciazarate.com.ar La estancia tiene tres departamentos de dos dormitorios en la casa principal y una casa más pequeña con tres dormitorios y un living. Calefacción, aire acondicionado, wifi. Alojamiento con pensión completa y bebidas y actividades en el campo (join up, arreo de vacas, visita a las caballerizas), u$s 200 por persona.