Volvió la paz. Durante dos años, la Isla del Sol, uno de los lugares más intrigantes y fascinantes de Sudamérica, atravesó por una de las situaciones más… intrigantes y fascinantes de su historia reciente.
Los pobladores de esta isla boliviana en el lago Titicaca se refireren al asunto como El Conflicto. Dos comunidades, los challa y los challapampa, vivieron enfrentadas de manera aparentemente irremediable, al punto de bloquear la circulación por la isla, de por sí estrecha y libre de vehículos a motor. Lo que causó, además de una dolorosa división, un perjuicio económico grave para este sitio que, con buenos argumentos, lidera el ranking de destinos turísticos más convocantes en Bolivia.
Es la isla más grande en el lago navegable más alto del planeta. Allí, según la leyenda,Viracocha ordenó a Manco Cápac y Mama Ocllo iniciar el viaje para fundar el imperio inca. Tiene una superficie de 14,3 kilómetros cuadrados, poblada por unas 600 familias de origen quechua y aymara. La atraviesan senderos panorámicos entre pircas, terrazas de cultivos y sitios arqueológicos que dan cuenta de su pasado como santuario inca. También es la isla más turística del Titicaca, con una gran cantidad de pequeños hoteles, siempre propiedad de emprendedores locales.
La batalla del lago
El turismo fue justamente el disparador de la discordia. Los challa acusaron en febrero de 2017 a los challapampa de destruirles un complejo de cinco cabañas. Los challapampa denunciaron que los challa habían construido sus instalaciones sacrílegamente cerca del sitio sagrado La Chinkana. La pelea derivó en cruces cada vez más fuertes, incluyendo una cinematográfica batalla en la que los clanes se lanzaron piedras desde sus respectivos botes en aguas del lago místico.
Las hostilidades se aplacaron, pero los challa sostuvieron, en protesta, un bloqueo total para que ningún turista pudiera acceder al territorio challapampa, en el norte de la isla, hiriendo fatalmente la economía de esos vecinos. Los challa apostaron vigías en puntos estratégicos, 24/7, que en la práctica limitaron los movimientos de los turistas a poco menos de la mitad de una isla cuyo mayor atractivo es salir a caminar.
El estado intercedió pero, quizás por la idiosincrasia de la organización política y judicial en Bolivia, las negociaciones parecían infructuosas y nada pragmáticas. Las autoridades centrales, por caso, no forzaron el levantamiento de los piquetes challas, aunque sí dictaminaron la suspención de la llegada de turistas a la isla, para propiciar el diálogo. Hasta que el mes pasado, después de dos años de idas y vueltas, el Ministerio de Culturas y Turismo boliviano anunció la firma del acuerdo de paz.
"Hemos logrado que los hermanos comunarios lleguen a un acuerdo de paz y se reactive el flujo turístico", comunicó, aliviada, la ministra Wilma Alanoca, después de una secuencia de cuarenta reuniones entre las partes.
El Acuerdo de Paz de la Isla del Sol establece que las comunidades trabajarán para diseñar un "modelo de gestión y administración" de los sitios arqueológicos y el uso de los recursos "con objetivos comunes", además de "garantizar a cabalidad y por todos los medios" la seguridad de pobladores y visitantes.
La disputa fue triste para todos, pero tuvo beneficiarios al menos parciales: los yumani, la tercera comunidad local, que ocupa la zona sur y que se mantuvo neutral. Allí se encuentran el principal muelle de la isla y la mayoría de los alojamientos, que de hecho se multiplicaron en cantidad y capacidad durante estos últimos años.
Los Otros
"Debo haber ido dos o tres veces en mi vida a la parte norte. No entiendo muy bien a la gente de allá, es distinta", ilustra Juan, hijo de la dueña de una hostería yumani, que va a la universidad en La Paz. Habla de los challapampa, que en el sur son casi como aquellos "Otros" de la serie Lost, unas figuras poco visibles, algo misteriosas. "Todos podríamos comer del mismo plato, hay turismo para todos. Lloramos cuando encontramos nuestras cabañas destruidas por los challapampa", dice Modesto, challa de 60 años y extraordinaria energía para andar los caminos sinuosos de la isla. "Ya es hora de abuenarse", le reclama Sonia, empleada de un hostal, a los bandos en pugna.
El acuerdo de paz ilusiona a los isleños porque necesitan que el turismo recupere su ritmo histórico, fuente de ingresos por lo menos desde los años ochenta. "Antes remábamos siete horas para llegar a Copacabana. Cuando escuchábamos una lancha a motor, nos asustábamos. Si veíamos un turista, nos escondíamos", recuerda Teodosio Mamani, de 80 años, pescador challa de truchas, bogas y pejerreyes.
El medio más habitual para llegar a Isla del Sol es en lancha, dos horas desde la ciudad costera de Copacabana (a su vez algo más de tres horas en micro o combi desde La Paz). Los cruceritos repletos de mochileros arriban en varias frecuencias diarias a los muelles de la aldea yumani. Al desembarcar, las visitas pagan una tasa de ingreso y encaran las Escaleras del Inca hacia los distintos hoteles sobre las laderas.
En este punto, es importante saber qué tan alto está el alojamiento reservado y considerar el peso a cargar. No se necesita demasiado equipaje para disfrutar de la Isla del Sol, así que es mejor no llevarlo. Cuanto más arriba, mejor vista, pero más dura es la subida.
Yumani también es algo así como el polo gastronómico de la isla, con una decena de restaurantes donde comer trucha, sopa de quinoa o pizza, todo casero y sin vueltas, pero en mesas con vistas para premios internacionales. También hay alguna despensa sencilla para comprar agua, galletitas, algo de fruta. Y, por supuesto, tiendas y puestos de feria con artesanías y tejidos, muchos fabricados en serie, otros pocos, originales y autóctonos.
Ruinas y caminatas
Desde Yumani se dispersan las sendas de piedra, angostas y escalonadas, hacia distintos puntos. Una caminata inevitable conduce al punto más elevado, el mirador Pallakasa, a 4000 metros sobre el nivel del mar. Otra termina en los restos del Palacio de Pilkokaina, o "sitio donde descansa el ave", con gruesas paredes de piedra, altares, techos de bóveda y la puerta principal de cara al nevado Illampu.
Para el ojo no entrenado, no hay diferencias radicales entre esas ruinas de varios siglos y las viviendas más antiguas aún habitadas, con sus huertas de habas, quinoa y muña.
Pero los sitios arqueológicos más relevantes están en el norte, justamente el sector que fue bloqueado por dos años. Ahí están el Museo del Oro, la Roca Sagrada, la Mesa Ritual y el laberinto de Chinkana, donde los challa levantaron aquellas cabañas de la discordia. Ahora también es posible volver a caminar los casi 10k de la Willka Thaki, la ruta que atraviesa la isla de sur a norte. Se puede hacer en tres horas y, además de agua y alguna provisión, hay que llevar dinero ya que cada comunidad suele cobrar su derecho de paso, entre 5 y 10 pesos bolivianos.
Estancia es otro extremo alejado de todo en esta isla apartada de todo. Prácticamente lo único que hay allí es el Ecolodge, el hotel más caro y exclusivo. Si se reserva alguna de sus quince cabañas sustentables, de adobe y con paneles solares, se debe saber que están realmente lejos de Yumani y del muelle. Algo que, no obstante, algunos turistas prefieren. También es lo que más le gusta a José Mamani, el jardinero del hotel, que volvió después de trabajar en jornadas de doce horas para talleres textiles en La Paz y San Pablo. "Acá gano lo mismo y vivo mucho mejor, cerca de mis abuelos", dice mientras cuida las rosas blancas, las lavandas y las cantutas, una de las dos flores nacionales de Bolivia, con los tres colores de su bandera.
Datos útiles
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas vuela de Buenos Aires a La Paz, con escala en Santa Cruz de la Sierra (en código compartido con Boliviana de Aviación). Tarifas, desde 24.000 pesos. www.aerolineas.com.ar. Desde La Paz, parten micros y combis regularmente hacia Copacabana (150 kilómetros, algo más de tres horas de viaje, con un curioso cruce en "balsa" en el estrecho de Tiquina. El precio suele ser negociable, pero ronda los 15 pesos bolivianos. Desde Copacabana, por la mañana, salen varias lanchas a la Isla del Sol. El pasaje cuesta unos 30 pesos bolivianos (el cambio es de 1 peso boliviano-8,35 argentinos)
Dónde dormir: Utasawa Lodge. Una buena opción en la aldea Yumani, a pocos minutos del muelle y con vistas panorámicas al lago. Cabañas nuevas, desayuno completo, restaurante y muy buenos anfitriones. Desde US$ 58 la doble. Tel: (591) 7 402 4787.
Atención con... La altura. Isla del Sol está a unos 4000 metros sobre el nivel del mar. Si bien las caminatas son uno de sus mayores atractivos, no hay que subestimar el efecto de la altura. Es importante medir el esfuerzo físico y consumir abundante agua, entre otras estrategias preventivas del soroche.