Impensados. Extraños rituales que todavía se mantienen en pueblos remotos
Del nacimiento a la vejez, la adolescencia, el matrimonio, la muerte, a cada paso, la mayoría de las culturas del mundo tienen sus ritos de paso. En Oceanía, en la zona de Indonesia y las islas del océano Pacífico, se mantienen tradiciones a través de ceremonias y rituales muy antiguos, algunos impensados en estos tiempos.
El Nacimiento
Tras dar a luz, las madres de las islas de Micronesia, permanecen aisladas con sus hijos por cuatro jornadas. Durante ese tiempo, son conducidas a una pequeña choza ocho veces al día, donde una comadrona las baña, y las frota con hojas nativas y aceite de coco mezclado con cúrcuma dentro de ese ambiente con vapores de agua caliente. Al finalizar su último baño, las madres son "devueltas" a la sociedad junto a su hijo. Este aislamiento es visto como una forma de proteger a la madre y a la comunidad de la sangre del parto, considerada para estas culturas fuente de máxima impureza o peligroso poder.
Mientras que en el desierto australiano, las madres preparan el "humo ceremonial" para proteger la salud de sus niños. La madre y la abuela juntan las hojas de arbustos nativos, luego cavan un hueco para la hoguera y dibujan una suerte de espiral en la arena. Enseguida, encienden la hoguera y arrojan a las llamas fragmentos de corteza mezclados con agua para de esta manera producir el humo purificador. Así, una vez que las hojas se esparcen sobre el fuego y la densa nube asciende, la madre le entrega al hijo a la abuela, y estruja sus pechos para verter gotas de leche sobre el fuego. Mientras tanto, la abuela acuna al niño sobre ese fuego purificador, así la criatura recibe múltiples bendiciones: de la madre tierra y de las madres; de la tribu, del fuego y el humo; de la leche de la madre y de la mano firme de la abuela.
Niñez y adolescencia
En Papua Nueva Guinea, los niños participan en las ceremonias en honor del Espíritu del Cocodrilo del río Sepik, venerado por los habitantes de la región media de ese curso de agua. Estos pobladores se consideran desentiendes del cocodrilo, y según ellos, es la criatura más poderosa del mundo. Cada año, los jóvenes de la comunidad reviven la génesis de su pueblo, corren bajo la efigie del cocodrilo, en un simbolismo que representa el renacer a través de su espíritu. Luego, entrarán a las casas rituales, donde les cortan la piel para asemejarla a la del animal que veneran. En una de las ceremonias de iniciación más extremas alrededor del mundo, a los niños les cortan la espalda, los hombros y el torso con cuchillas de afeitar -antes solía practicarse con hojas de bambú afiladas- que les dejan cicatrices alargadas similares a la que tienen los cocodrilos en su piel. Mientras tanto, los hombres mayores tocan flautas sagradas para calmarlos. Al finalizar, se les cubre la piel con aceite de árbol y arcilla blanca del río para prevenir infecciones.
Los jóvenes guerreros Dani, que habitan en las regiones montañosas de Irian Jaya, en Papua Nueva Guinea, solían hacer simulacros de batallas para afinar sus habilidades de guerreros y cazadores, que caracterizan tradicionalmente su concepto de virilidad. Sin embargo, en la década del setenta, el gobierno indonesio, al que pertenece la isla, prohibió sus actividades, ya que los aspirantes luchaban contra las tribus vecinas en batallas que resultaban encarnizadas. Ahora se hacen competencias de tiro con arco y otros juegos de batallas tribales menos cruentas. Juegos que, de alguna manera, son como una válvula de escape para su tradicional energía guerrera.
En tanto en Vanuatu, otro archipiélago del Pacífico sur, los adolescentes suelen lanzarse desde torres de quince metros de altura para demostrar que son los suficientemente valientes como para convertirse en hombres. Solos unas cuerdas flexibles vegetales atadas a los tobillos evitan que se maten, estrellándose contra el suelo. Mientras los jóvenes suben uno a uno a esa torre, en la comunidad que organiza el acontecimiento celebran danzando alrededor de la torre.
Matrimonios
En Bali, la paradisíaca y famosa isla de Indonesia, a pesar del intenso movimiento turístico prevalecen viejos ritos. Así, en este rincón del planeta donde las creencias hindúes se combinan con las tradiciones populares, mientras se preparan para el casamiento, las jóvenes balinesas se liman los dientes frontales. Este rito, esencial entre las jóvenes, se suele practicar durante la pubertad. Pero aquellas que no lo hicieron a esa edad, lo hacen entonces antes de casarse. La limadura comienza con ofrendas a Semara y Ratihm, que son las divinidades del amor carnal. Después, las iniciadas se recuestan en el suelo, sobre una plataforma con almohadones, y un sacerdote de la alta casta de los brahmanes lima la dentadura con un cincel. De esta manera, los dientes caninos se suavizan -ya que para los balineses simbolizan la marca de la bestia en la raza humana - y los incisivos superiores se liman. De este modo, creen, se reduce la intensidad de las pasiones: el kam (lujuria) el krodha (la cólera) el lobha (la codicia) el moha (la estupidez) el mada (la intoxicación) y el matsarya (los celos).
Mientras que en Java, los padres son los encargados de circuncidar a los hijos y casar a las hijas. El Keppangihan, o encuentro nupcial se celebra en casa de la novia. Es una ceremonia que se prolonga a lo largo de más de seis días y combina, en este caso, los credos islámicos con las tradiciones populares locales. En la víspera de la boda el dunken manten, o guía espiritual, imparte la bendición nupcial. Luego, la futura esposa es encerrada en una estancia donde debe permanecer, sentada y sin moverse, hasta la medianoche. Durante esta vigilia silenciosa, se dice que un ángel desciende y penetra en su cuerpo, en donde se queda por cinco días. El día del casamiento, el novio y la novia se visten con sus mejores túnicas y atuendos tradicionales, y tras la ceremonia, que se realiza en árabe y javanés, el novio inscribe la unión en el registro del representante religioso del gobierno. Aunque ahora son son marido y mujer ante la ley, los ritos religiosos acaban de empezar. Luego, los novios se reúnen frente a la casa de la novia, donde los asistentes intercambian plantas. Después, ya dentro del hogar se mezclan un cuenco de arroz amarillo con uno de arroz blanco y comen el uno del plato del otro. Ahora sí, el dunken manté da por finalizada la ceremonia oficial con plegarias en honor de Alá, y de los espíritus masculinos y femeninos que custodian la aldea. El ritual terminará solo cinco días después, cuando el espíritu del ángel abandone a la novia y ascienda a los cielos.
Funerales, cerrar el círculo
Los Kuku Kuku de Papaua Nueva Guinea suelen momificar a sus parientes, ahumándolos sobre una hoguera. La ceremonia comienza con cuatro días de duelo, durante los cuales emiten lamentos, se arrojan sobre el cadáver, comen tierra, se arrancan el pelo, y se golpean la frente con piedras hasta sangrar. En cuanto se enciende la hoguera, y el cadáver se empieza a secar, las manifestaciones de dolor van desapareciendo poco a poco. Al cabo de varios días, el cuerpo estará completamente deshidratado, y se lo colocará en un sitio de honor.
Mientras que los niños de la tribu Dani, también Papua Nueva Guinea, sacrifican parte de sus dedos en demostración de respeto hacia los difuntos de la aldea. Los ritos funerarios entre los Dani de Irian Jaya, muestran una intensa interacción ritual entre los vivos y los muertos. Primero, las pertenencias del difunto se distribuyen entre los miembros de la comunidad, después se les unta el cuerpo con la grasa de un cerdo recién sacrificado, se construye la pira funeraria y los parientes colocan el cadáver sobre el fuego. Mientras un hombre sostiene un ramillete de hierbas sobre el cuerpo, otro traspasa el ramillete con una flecha, liberando inmediatamente el espíritu del difunto. A la mañana siguiente, un curandero se presenta en el recinto funerario para reunirse con las niñas prepúberes, que fueron elegidas para someterse al sacrificio. Con un rápido tajo de una piedra filosa, el curandero amputa el dedo hasta la segunda falange, y es arrojado a los la pira funeraria. Las manos de las niñas, envueltas en hojas de banano, sirven como recuerdo del difunto.