Son el símbolo de una época dorada, ambiciosos palacetes construidos para una élite que recién comenzaba a viajar. Algunos permanecen abiertos, pero la mayoría fueron demolidos o están cerrados y, sin embargo, perpetraron su brillo en el recuerdo de varias generaciones. Del Edén al Bristol, pasando por el Puente del Inca o el Club Hotel de Sierra de la Ventana, un surtido de historias que se niega al olvido.
Hotel Edén
Alemania en La Falda
Detrás de sus paredes se mantiene viva una leyenda de lujo, nazismo y expedientes del FBI. Olvidado en un rincón de La Falda, el hotel es anterior al mismo pueblo. Su primer propietario fue el ex coronel alemán Roberto Bahlcke que compró, hacia 1890, unas 900 hectáreas de la estancia La Falda de la Higuera. Asociado con Juan Kuhrt y María Kräutner, y financiado por Ernesto Tornquist, el hotel abrió en diciembre de 1898.
Los pasajeros empezaron a llegar. Pero los gastos eran muchos más que las ganancias y en 1904, Bahlcke presentó la quiebra. La señora Kräutner tomó las riendas y logró aumentar la rentabilidad. Tenía 50 años cuando se lo vendió a los hermanos Walter y Bruno Eichhorn por 450 mil pesos, de los cuales sólo 20 mil fueron pagados en efectivo. El resto se transformó en documentos a pagar, que llevaron a un desenlace inevitable: el loteo que dio origen al pueblo de La Falda.
La Primera Guerra Mundial fue para el Edén un golpe de suerte. Obligados a mantenerse lejos del Viejo Continente, los argentinos de alcurnia empiezan a viajar a las sierras.
Durante los años 20, los Eichhorn viajan a Alemania con frecuencia, se familiarizan con la causa del nacionalsocialismo y comienzan a enviar grandes cantidades de dinero para apoyar al partido. En uno de esos viajes, en 1935, Walter y su esposa fueron condecorados con la ¨Cruz Esvástica¨ de oro por el propio Hitler.
El 17 de septiembre de 1945 el FBI emitió una advertencia: ¨...si el Führer tuviera en algún momento dificultades, podría refugiarse en La Falda, donde ya se han hecho los preparativos necesarios¨.
Con la llegada de la Segunda Guerra, el mundo quedó impactado ante la barbarie nazi, y los Eichhorn tuvieron que pagar las consecuencias de su apoyo. El hotel fue incautado. El ocaso de Alemania se llevaba consigo al Edén.
En 1947, Perón les devolvió el hotel a sus dueños, quienes lo pusieron a la venta. En 1948 una firma conocida como "Las tres K" lo compró. Kartulowicz, Kamburis y Kutscher contrajeron deuda con La Franco Argentina, hipoteca que no pudo ser levantada, por lo que el Edén entró en etapa de remates y quiebras. Cerró en 1965. En 1970 hubo un intento de reflotarlo, pero quedó trunco. Los 80 fue una década de saqueos y destrozos. En 1998 el municipio de La Falda adquirió la propiedad en remate judicial, la declaró Monumento Histórico pero sin fondos para su restauración es concesionada. Hoy se alquila para eventos y se realizan visitas guiadas para quienes llegan ávidos de conocer su apasionante historia.
Club Hotel
Un palacio en Sierra de la Ventana
En sus orígenes quiso ser un hospital especializado en enfermedades respiratorias: así lo había imaginado el Dr. Félix Muñoz, y con ese fin donó su amigo Manuel Lainez 70 de las tres mil hectáreas de su estancia La Vertiente. Sin embargo, bastó que Lainez sumara a su amigo británico Percy Clark, gerente de los Ferrocarriles del Sud, para que el proyecto dejara de ser nosocomio y se convirtiera en hotel casino. En 1903 ya estaba lista la estación de tren que recibiría los materiales, primero, y a los huéspedes después. Con todo, las distancias eran tan grandes que elevaban los costos de la construcción a niveles inviables. Una vez más, Ernesto Tornquist apareció en escena e instaló, en plenas sierras, una fábrica de ladrillos que dio vida al Club Hotel. El hotel abrió en noviembre de 1911, con una fiesta que fue comentario de toda la oligarquía.
Sin embargo, la suerte del hotel no fue buena. Al golpe que significó la Primera Guerra Mundial, le siguió la prohibición de los juegos de azar y la nacionalización de los casinos en 1917. Cerró en 1920.
Desde entonces, y durante 23 años, el hotel apenas fue visitado por funcionarios de la Compañía de Tierras, la firma propietaria. En 1942, una vez disuelta esa empresa, la hija de uno de los principales accionistas vendió el hotel al gobierno del provincia de Buenos Aires, que anunció la construcción de una colonia de vacaciones. Sin embargo, fue utilizado para albergar a 350 tripulantes del buque alemán Graf Spee, luego de su hundimiento. Allí sobrellevaron los dos años que aún faltaban para que terminara la Segunda Guerra. Finalmente, en enero de 1946 el Almirantazgo Británico envió un barco a Buenos Aires para trasladar a los internados a Europa. Muchos tripulantes ya se habían fugado del Club Hotel y otros, a través de oportunos casamientos, intentaron evitar la repatriación.
El Club Hotel de la Ventana volvió a quedar vacío. Los saqueos comenzaron por los vinos de la bodega y siguieron por el mobiliario. Finalmente, en 1978, se anunció su demolición, pero los vecinos lograron frenar la descabellada situación. En 1980, los militares le vendieron el hotel al Frigorífico Guaraní de Horacio Pallas, que anunció su reapertura, por lo que se acondicionaron los sectores más derruidos. El viejo gigante ya estaba listo para entrar en una nueva fase. Pero una vez más, la tragedia signó su futuro: una noche de julio de 1983, el hotel se incendió por completo.
Algunos sostienen que fue intencional, aunque los peritos determinaron que se trató de un accidente. Aunque hoy yace en ruinas, su huella sigue siendo motivo de visitas permanentes.
Puente del Inca
Lo que la avalancha se llevó
El hotel termal de Puente del Inca fue construido en 1925, durante la época de los ferrocarriles ingleses. A 2270 m de altura, era un lujo para la época. Tenía 70 habitaciones, cada una con su propio baño termal. Alfredo Del Giusti, periodista que integró la Cámara de Turismo de Mendoza era hijo del gerente y trabajó como adicionista. "Recibíamos visitantes ilustres que bajaban del tren sin haber siquiera descendido en Mendoza. Traían baúles con ropa para un mes", recuerda. Con el advenimiento del gobierno peronista, Las Cuevas pasó a llamarse villa Eva Perón y el hotel fue tomado por su Fundación. En 1955, con la Revolución Libertadora, llegó al lugar un capitán de navío muy antiperonista. Recuerda Del Giusti que "hizo sacar de la hostería toda la vajilla y reunirla en la plaza. Él personalmente rompió cada plato, cada jarra y cada taza porque llevaba impreso un escudito con un retrato de Evita. Cómo sería de obsesivo, que una vez, caminando por la estación ferroviaria, vio apilados muchos cajones de huevos, vacíos, pero con sus maples, que llevaban la inscripción P.P. Estaban allí esperando a ser transportados hacia Mendoza. Convencido de que P.P. quería decir Partido Peronista, los hizo quemar. Como consecuencia de su desatino, sus sucesores tuvieron que indemnizar al dueño de los cajones, Pascual Palmada (de ahí, las iniciales P.P.)".
Al hotel le quedaba poco tiempo. Luego de sobrevivir a varias amenazas climáticas, que previamente habían dejado inhabilitado el servicio del tren trasandino, fue destruido por el alud de agosto de 1965, donde murieron 40 personas. Un verdadero milagro fue que se salvara la capilla Nuestra Señora de las Nieves, donde provisoriamente se instalaron los sobrevivientes.
A pesar del abandono sus ruinas continúan siendo visitadas por los turistas. El souvenir clásico del lugar son las botellas y latas de gaseosas cubiertas de una capa de sedimentos minerales de tonos anaranjados, producto de las aguas sulfurosas.
Mansión de Invierno
Los tres meses de gloria de Empedrado
La historia de este majestuoso palacio a orillas del Paraná se parece mucho a la de los demás: comenzó a construirse a finales de 1910 y se inauguró el 29 de junio de 1913. Fue impulsado por el cirujano y escritor Andrés Demarchi y el dramaturgo Gregorio de Laferrere. Mientras estaba en obra, visitó Empedrado el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, quien aseguró que era "uno de los lugares más hermosos de la América del Sur. Algunos capitalistas de Buenos Aires, proyectan convertir este cálido paraíso en una estación invernal, equivalente a lo que es Mar del Plata en verano".
En efecto, la sociedad "Ciudad de Invierno" presidida por Pedro Luro, planeaba construir aquí La Perla del Paraná, que sirviera para desplazar a la capital paraguaya de la preferencia local como sitio donde refugiarse en los meses fríos, cuando el clima de La Perla del Atlántico era demasiado inclemente.
El Hotel Continental –que así se llamó– fue diseñado por el arquitecto Carlos Agote y construido por el ingeniero Valentín Virasoro. Tenía cuatro pisos y dos subsuelos, 114 habitaciones, cancha de tenis, golf y hasta hipódromo.
Sin embargo, su vida fue más que efímera. Duró apenas tres meses. Hay quienes le atribuyen a la Primera Guerra Mundial el pronto ocaso. Otros, en cambio, aseguran que la Guerra fue muy posterior, y que el cierre se precipitó porque Demarchi y Laferrere, ideólogos de la quimera, murieron tempranamente. Para 1922 ya habían comenzado los saqueos; todo mueble de valor que hubiera sobrevivido fue a parar al hotel Bristol. En 1942 fue demolido. En su breve existencia, el hotel se cobró la vida de unos cien obreros que participaron de su construcción, un jugador que perdió y se mató ahí mismo –inaugurando la "Galería del Suicida"– y una mujer que también se quitó la vida en la escalinata del primer subsuelo, que conducía al casino. Dicen que el fantasma de su alma vaga por las ruinas del palacio.
Bristol
Un emblema marplatense
Pedro Luro (padre) había construido el Grand Hotel que se vio desbordado en la temporada 1886/1887. Consciente de esa demanda, su hijo José se apresuró en conformar la sociedad Bristol Hotel con su cuñado José Sansinena, Ernesto Tornquist, Adolfo Dávila y otros. El hotel abrió, en tiempo récord, el 8 de enero de 1888. Su cuerpo original fue un edificio con 67 habitaciones. Fue construido en estilo anglo normando, con una estructura denominada pan de bois, y tejuelas de pizarra. Poco después fueron levantados el comedor y algunos salones, en la manzana donde hoy se encuentra el edificio Bristol Center.
El éxito del suntuoso hotel motivó que fuera construido un anexo. Tuvo primero dos pisos, a los que luego se le sumaron otros dos. En esta nueva ala, la gran novedad eran los baños en suite. Las tres manzanas estaban unidas por túneles que eran empleados tanto por el personal como por los pasajeros. Entre 1900 y 1920 el comedor y los salones sufrieron varias ampliaciones. Pero en la década del 30, la crisis económica –a la que se sumó la llegada del automóvil, y la construcción de nuevas residencias en la loma de Stella Maris–, hizo que los huéspedes comenzaran a mermar. Finalmente, el Bristol cerró el 16 de junio de 1944 con una gran cena de despedida. Los remates del mobiliario llevaron ocho semanas seguidas. La demolición comenzó en 1966 y se llevó a cabo en varias etapas.
Otros hoteles que quedaron en el olvido
Saint James, Mar del Plata
De capitales británicos, y ubicado frente a la Playa de los Ingleses, sus obras comenzaron hacia 1880, pero quedaron truncas con la crisis de la banca Baring Brothers. Fue abandonado sin terminar y demolido en 1923.
El Sosneado, San Rafael
Funcionó entre 1938 y 1953. Construido por la Compañía de Hoteles Sudamericanos Limitada, subsidiaria de la empresa ferroviaria Buenos Aires al Pacífico, fue hecho todo de piedra, y su estructura se mantiene en pie, próxima a la espléndida pileta termal. Hay planes de restauración.
Tigre Hotel, Tigre
Inaugurado en 1890, fue lugar de reunión, fiestas y descanso para la clase alta de Buenos Aires. A su lado se construyó el fastuoso Tigre Club, donde hoy funciona el MAT (Museo de Arte de Tigre). Cerró en 1939 y un año más tarde, en confusas circunstancias, un incendio destruyó su estructura de madera.
Palace Hotel, Villa María
Fue construido entre 1929 y 1930 por Santiago Balerdi, propietario del hotel Plaza de Córdoba, como un alto entre las ciudades de Córdoba y Rosario. Se decía también entonces que abrirían un casino clandestino en la estancia La Negrita y el plan incluía construir un túnel que conectara el hotel con la sala de juego. Aquí se hospedó, en 1933, Carlos Gardel. Funcionó hasta 1987. Hoy es sede de la Municipalidad.
Sierras Hotel, Alta Gracia
Su historia fue exitosa desde los comienzos, cuando el comerciante Guillermo Franchini lo fundó en diciembre de 1908. El Ferrocarril Central Argentino llegó a despachar hasta dos trenes charter por semana a Alta Gracia, con destino a vacaciones en el hotel. Alojó a varios presidentes, figuras de la cultura y la nobleza hasta que cerró en 1986. Reabrió en 2006, como Howard Johnson, con casino y sólo 26 habitaciones de las 120 originales.
Villavicencio, Mendoza
Conocido por todos los argentinos, por ser símbolo del agua mineral homónima, el hotel funcionó entre 1940 y 1978. Tenía 30 habitaciones con baño privado. Fue construido por Ángel Velaz, fundador de la empresa Termas de Villavicencio, que en la actualidad es propiedad de Danone. Está dentro de una nueva Reserva Natural.
Boulevard Atlántico, Mar del Sur
El edificio fue construido en 1890 como parte de un futuro balneario alternativo a Mar del Plata. La crisis demoró la llegada del ferrocarril y al hotel le costó arrancar. Sufrió tornados, incendios y saqueos, hasta que cerró en 1993. Está prevista su reapertura, largamente impulsada por su último propietario, Eduardo Gamba.
Gran Hotel Quequén, Quequén
Abrió en 1895 y fue uno de los primeros casinos del país. Administrado por José Cano, se publicitaba en Caras y Caretas como "Antiguo dueño del acreditado Hotel Cano de Mar del Plata" y, según el mismo aviso, su salón comedor (de 50 x 13 metros), era el más grande de América del Sur. También funcionó como Hotel Victoria. Es parte del patrimonio de la ciudad.
Gran Hotel Viena, Mar Chiquita
Es uno de los sobrevivientes (aunque en ruinas) de los 105 hoteles que supo tener Mar Chiquita, Córdoba. Entre sus predecesores –o contemporáneos– se apuntan el del Batllori & Amati, el Miramar, el Copacabana, el Marchietti, el Rivera. Por las propiedades de esta gran laguna salada, eran elegidos para curar enfermedades de la piel y los huesos, como la psoriasis y el reuma. Funcionó hasta mediados de los 80, cuando sufrió una severa inundación.
Ruca Malen, Villa La Angostura
También conocido como el Llao Llao neuquino fue inaugurado a finales de los años 30, sobre el camino de los Siete Lagos. Su construcción fue promovida por Parques Nacionales, un organismo que comenzaba a fomentar el turismo en la Patagonia. Tuvo su época de gloria entre los 50 y los 60 (en 1960 recibió a Dwight Eisenhower). Luego los concesionarios comenzaron a sucederse sin éxito, y a pesar de que es muy comentada su reapertura, no hay todavía nada concreto. Las noticias más optimistas hablan de que todo se pondría en marcha los próximos meses.