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Ícono de la ciudad de Buenos Aires, fue construido en 1936 con motivo del cuarto centenario de la primera fundación de la ciudad.
Al igual que la Torre Eiffel de París, y que la Estatua de la Libertad de Nueva York, el Obelisco es el emblema de Buenos Aires. Nadie se imagina la ciudad sin él: es el lugar donde el porteño celebra toda clase de victorias nacionales, o donde se hacen los reclamos que parecen más justos. Sitio de piquetes y festejos populares, el Obelisco ha sido intervenido por performances de artistas o indiscriminadamente vandalizado.
También se ha transformado en escenario de rock y de orquestas de música clásica. Parte del ser argentino, fue sin embargo duramente criticado cuando, cual espada refulgente (según el poema de Baldomero Fernández Moreno que está impreso en su cara sur, surgió como símbolo de la Buenos Aires moderna tras años de demolición y transformación del área circundante. La Plaza de la República y la Avenida 9 de Julio, las Diagonales Norte y Sur y el ensanche de calles como Corrientes y Belgrano se materializaron en la primera mitad del siglo XX como importantes gestos urbanos en que la gran aldea se convirtió en metrópolis.
Cae la iglesia de San Nicolás
La rapidísima construcción del desmesurado Obelisco, en reemplazo de un hito de escala barrial como había sido el templo parroquial San Nicolás de Bari, no hizo más que incentivar la polémica entre los partidarios de la renovación de la ciudad y los sectores más tradicionalistas. La Municipalidad ganó el juicio entablado contra la Curia, y la última misa se celebró el 16 de agosto de 1931.
Planeado para convertirse en centro de ese núcleo de avenidas, el intendente Mariano de Vedia y Mitre –nombrado en la presidencia de Agustín Pedro Justo– hizo construir al arquitecto tucumano Alberto Prebisch en sólo dos meses (entre marzo y mayo de 1936), en un gesto ordenador y rápido, su proyecto de obelisco de 67,5 metros de altura. De hormigón, hueco, simple y enigmático, racionalista y puro, fue juzgado enseguida de inútil por gran parte de la sociedad del momento. Tan mal fue recibido que los diarios de la época lo llamaron "tachuela monumental", "armatoste sin sentido" y "bodrio en perspectiva". Sin presentir su destino de postal porteña, lo defenestraron por "feo punzón".
La obra estuvo a cargo de un consorcio integrado por Siemens Schuckert-Geopé, Gruen y Bilfinger (el mismo que continuó con la demolición de las primeras cinco manzanas, entre Tucumán y Bartolomé Mitre, al iniciar el trazado de la Av. 9 de Julio en 1937). El Obelisco se hizo en tiempo récord por 157 obreros que usaron 680 m3 de cemento y 1300 m2 de piedra calcárea blanca Olaen de Córdoba. Los cimientos se colocaron sobre los túneles de la línea B de subterráneos.Cada una de sus cuatro caras recuerda un hecho histórico: la primera fundación, en 1536; la segunda y definitiva, en 1580; la primera vez que se izó la Bandera Nacional en Buenos Aires, en la torre de la iglesia de San Nicolás en 1812; y la constitución de la ciudad como Capital Federal, en 1880. En el lado oeste está su única puerta de entrada, las cuatro ventanas de todo el monumento están en la cúspide: a ellas se puede llegar sólo por una escalera marinera, recta y sin baranda, de 206 escalones y siete descansos.
Cuando hace poco, con motivo de los 80 años del Obelisco, el gobierno de la ciudad convocó a 80 vecinos a trepar su interior. El éxito de la propuesta fue tal que se presentaron 12.000. Curiosos por conocer las entrañas del ícono porteño y la vista panorámica, los modernos ciudadanos confirmaron que ya no piensan como aquellos que en la década del 30 le dieron la espalda y amagaron demolerlo. En efecto, en su momento la polémica dividió a los porteños.
Se salvó por un pelito
Ocurrió solo tres años después de su inauguración, en junio de 1939, cuando por 23 votos contra tres, el Concejo Deliberante sancionó su demolición por razones estéticas y de seguridad pública. La mañana del 21 de junio de 1938 aparecieron destruidas las gradas donde niños de colegios primarios y secundarios de la ciudad habían celebrado el Día de la Bandera el día anterior: esa noche se produjeron los desprendimientos que podrían haber sido fatales.
Para terminar con el peligro de que nuevas placas de piedra pudiesen caerse, fueron reemplazadas por revoque de cemento en el que se imitó el dibujo de las lajas. (Una nota de color es que al quitar las lajas no se tuvo en cuenta que se retiró una leyenda que decía "Alberto Prebisch fue su arquitecto").
También lo acusaban de provocar problemas urbanísticos, como cortar las visuales de las avenidas Corrientes y Diagonal Norte. A su favor había argumentos de otro tipo: los turistas acudían a visitarlo, y se había transformado en símbolo geográfico pues los negocios circundantes ya anunciaban su proximidad a él. Bastó que el Poder Ejecutivo de la Nación reafirmara su autoridad sobre el Obelisco por su carácter de monumento para que la ordenanza Nº 10.251 fuera vetada por el entonces intendente Arturo Goyeneche, y el Obelisco se salvara para siempre. Con los años los porteños lo aceptaron como propio y aprendieron a quererlo.