El argentino Martín Echegaray Davies salió de su casa hace dos años y diez meses con el sueño de recorrer, caminando, desde Ushuaia hasta Alaska. Hoy, con 22.860 kilómetros recorridos, cuenta su experiencia transitando a lo largo del continente americano.
Puede que para muchos, Martín Echegaray Davies, argentino, 63 años, esté algo loco. En 2017 decidió armarse de un carrito, llenarlo de ollas, una silla, comida y un campamento completo, y se lanzó a caminar con rumbo a Ushuaia, con la única finalidad de cumplir un sueño: unir las tres Américas antes en tres años, en una inmensa caminata de sur a norte, hasta finalmente alcanzar Alaska.
La increíble hazaña Echegaray la fue documentando -como si fuera una verdadera bitácora de viaje- en 93 videos de Youtube, donde se puede ver a este hombre proveniente de Trelew, en la provincia del Chubut, en medio de la Patagonia, detallando en qué va su increíble travesía. Historias con las que se fue haciendo conocido en redes sociales a través del hashtag #caminatalas3americas y donde muchos pudieron encontrarlo a medida que el caminante iba atravesando los diferentes pueblos y ciudades.
En los videos, lo más curioso es el outfit de este caminante. Echegaray no viste de trekking, ni ropa deportiva. Tampoco tiene barba de náufrago. Todo lo contrario. Si no fuera por su carrito, sería difícil saber que es un caminante, una especie de peregrino, con su sombrerito gaucho de color negro, su bigote bien delineado, su camisa y, a veces, hasta corbata y jeans con cinturón de cuero.
"En los dos años y medio usé un total de cinco pares de zapatos con punta de acero. Calzado de trabajo; son los únicos que duran para caminar todo el día sin que lastimen los pies", dice hoy desde su casa, en Trelew.
De pronto, una manera de vestir que refleja la sencillez de su personalidad. La misma que lo volvió reconocido en Internet. "En algunos lugares había gente que hacía fila para saludarme. Por ejemplo, en México", dice entre risas y agrega: "Era increíble la cantidad de personas que me esperaba en los pueblos".
Fueron muchos de estos desconocidos quienes lo ayudaron con alojamiento, comida, financiamiento o una conversación amable durante su viaje, y lo apoyaron una vez que llegó a la ciudad fronteriza de Fargo, en Dakota del Norte, justo en el límite de Estados Unidos con Canadá, el lugar donde se topó con la pandemia y se vio obligado a finalizar su recorrido.
"No pude llegar a Alaska como quería. En total, caminé 22.860 kilómetros hasta la frontera y me quedé ocho meses esperando que se pudiera entrar para finalizar mi viaje en Alaska. Estaba a 6 mil kilómetros de mi destino, pero por el Covid no pude llegar y tomé un avión de regreso", dice.
- ¿Qué te motivó a un viaje como este?
-Quería hacer algo trascendental para mí, para mi familia y la gente que me conoce. No pude con el objetivo final, pero sí logré hacerme reconocer. Ya hace un mes que volví a mi ciudad y estoy conforme con los dos años y dos meses que pasé caminando. A uno le abre la mente conocer otras culturas y yo no me voy a olvidar nunca más.
De Trelew hasta América del Norte, en honor a los galeses
Para Martín Echegaray Davies, realizar inmensas caminatas es algo relativamente reciente en su vida. Antes se había dedicado a ser "jagüelero": trabajaba reparando molinos, pozos y alambrados en las cercanías de su ciudad. Pero esto cambió hacia 2014, luego de que su madre falleciera. "Quise conectar con mi historia familiar. Por el lado materno, soy descendiente de los primeros colonos provenientes de Gales que llegaron a instalarse en esta zona y empecé a investigar cómo vinieron", dice.
Martín, como muchos en Chubut, es descendiente de ese grupo de británicos que se instalaron en esta zona de la Argentina en busca de mejores horizontes de vida a lo largo del siglo XIX. La historia cuenta que barcos provenientes de Gran Bretaña llegaron con cerca de 200 colonos galeses hasta Puerto Madryn en 1865, en plena Patagonia argentina.
Desde allí, hombres, mujeres y niños, caminaron hasta Rawson, 82 kilómetros al sur, buscando el río Chubut para instalarse. "Ellos no tenían caballos ni nada; llegaron caminando a esta zona. Y en conmemoración de ellos surge la idea de comenzar a caminar", dice Martín, aunque detalla: "Aquí hay grupos que recuerdan esta hazaña haciendo la caminata original y yo me sumé a estas iniciativas en un comienzo, pero con el tiempo quise ir más allá".
De allí que en 2015 caminara por una ruta de 2152 kilómetros que se extiende por el interior de la provincia del Chubut, imitando la expedición de reconocimiento de 5000 kilómetros que en 1885 realizó a caballo el primer gobernador de la zona, Luis Jorge Fontana. "En el camino, hubo muchos lugares donde no pude entrar porque hoy son privados", detalla el caminante y cuenta que una vez de vuelta en Trelew, las cosas habían cambiado para él. "Muchos medios me entrevistaron, pero todavía me seguían conociendo solo los vecinos, así que quise hacer algo más trascendental y decidí hacer esta caminata en honor a los galeses... Me inspiraba pensar que ellos llegaron y no tenían nada. Movieron la tierra, encauzaron el río y lograron tener un tren a solo 20 años de comenzar".
Fue por entonces, cuando tenía 60 años, que empezó a planificar lo que sería su gran viaje. Primero, pasaría por las 23 capitales de provincia en la Argentina, caminando un total de 9680 kilómetros. Luego, el viaje partiría en Ushuaia. Más adelante cruzaría a Chile, en la zona del estrecho de Magallanes, para regresar nuevamente a Argentina. Después, subiría a Bolivia y ya rumbo al norte, pasaría por Perú, Colombia. De ahí, Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos y finalmente, donde no alcanzó a llegar por la contingencia, Canadá y Alaska. En total habría caminado 25 mil kilómetros.
"Hubo muy pocos preparativos en este viaje. Tardé dos meses en reformar el carrito. Le puse ruedas de bicicleta que me duraron 2 mil kilómetros... A la altura de mi ciudad, se rompieron completamente y tuve que parar 22 días para cambiarlas por unas más resistentes y gruesas, de moto. Pero más allá de eso, no preparé mucho más la caminata", dice.
Carricatre fiel
Martín Echegaray Davies dice que rápidamente se habituó al ritmo extenuante de su caminata. Durante su viaje, solía levantarse muy temprano, una hora antes de que salieran los primeros rayos del sol, para comenzar a caminar. A medio día, cuenta, paraba para comer algo y descansar una hora más o menos. Lo mismo hacía a media tarde, hasta que el sol se escondía y ya comenzaba a buscar un lugar donde dormir o un refugio donde acampar. "Llevaba todo el campamento completo conmigo, para comer, dormir. Entonces quedaba donde quedaba. A veces llegaba a una ciudad, a veces no. La mayor parte del tiempo no llegaba a los pueblos... Pero cuando estaba en las ciudades, siempre tenía alguien que me conocía por una cosa o por la otra y me ofrecían alojamiento", cuenta.
Además, su carrito es una verdadera creación. "Le llamo mi carricatre pilchero", dice y explica que es efectivamente un carro de carga que ajustó a lo que necesitaba. Dentro, llevaba un campamento, incluyendo catre de campaña, que usó todo el viaje. Y además, lo bautizó como "pilchero", en referencia a la cultura arriera de los gauchos, donde le llaman pilchero a los caballos de carga. "Me ayudó bastante ser de la Patagonia, por un tema climático y también porque en muchas partes se conoce más la Patagonia que la Argentina", cuenta.
La ruta que Martín realizó junto a su carricatre pilchero no estaba orientada por caminos interiores. Según dice, partió en la Ruta 3 y luego fue yendo por los caminos principales de los distintos países. "Era difícil perderse", señala, aunque siempre se acompañaba de un GPS y Google Maps. " Es muy sencillo subir hacia el norte; por ejemplo, en Bolivia, una vez que uno sube al Altiplano no hay dónde perderse: hay una sola ruta, son rutas principales y muchas veces las mismas ciudades te guían por dónde salir y entrar".
Hoy, a un mes de haber regresado a Trelew, reflexiona sobre los paisajes que más lo impactaron. "Los cursos de agua en Colombia y sus tres cordilleras que la atraviesan a lo ancho, son hermosos. Pero también fue una de las cosas más difíciles del viaje. Como estaban cruzadas, costaba mucho más subir y bajar del otro lado", añade y dice que también el clima fue un factor importante que tuvo que afrontar en la ruta. "Cuando hacía calor sudaba y cuando hacía frío tiritaba, no quedaba otra.
Pero lo difícil de verdad fue cuando me agarró el frío en Norteamérica, porque llegué en pleno invierno, fue lejos lo más duro y tuve la suerte de encontrar mucha gente que me ayudó y me dio su hogar", cuenta. Durante su viaje, además, nunca quiso quedarse más días en un lugar. No era una posibilidad. "Yo estaba haciendo un rally, no una caminata turística... Quería llegar antes de tres años a Alaska y tenía que tratar de hacerlo en el menor tiempo posible", señala. Era un viaje que en principio nadie subvencionó y a pesar de que trató de conseguir auspicios con empresas al comienzo, no le fue bien y partió solo con dinero de su bolsillo. Sin embargo, a medida que se fue haciendo conocido, muchas personas lo ayudaron, le ofrecían espacio para alojar o simplemente lo apoyaban económicamente: "Volví a casa casi con el mismo dinero que me fui", dice orgulloso.
-A un mes de haber regresado, ¿qué opina tu familia de tus travesías?
-No tienen ningún problema... Mis hijas son adultas, tienen su familia, sus hijos. Y mi esposa apoya mis decisiones; ella no quiso acompañarme. Hoy recapitulo que estuve caminando dos años y dos meses, esperando ocho más para poder volver, y de todas maneras me encantaría realizar nuevos viajes... Siempre soñé con recorrer la Ruta 5 en Chile. Quizás lo haga.
El Mercurio, de Santiago. GDA