Hace más de 25 años que recorre el país pedaleando y organiza salidas guiadas por diferentes destinos; recomendaciones de un experto que va con la bicicleta a todas partes
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Hace 26 años organiza circuitos por la Argentina en bicicleta, tan solo por el placer de disfrutar la actividad. Gustavo González, director de Bike & Trek, es un referente en cicloturismo. Uno de los pioneros en la actividad, teniendo en cuenta que comenzó colgando afiches promocionales en universidades en la era del papel. Con mucho recorrido en la actividad, acompañó los primeros pasos en el mundo del cicloturismo de muchos aventureros, que ahora corren carreras de aventura y hacen maratones. También, entre risas, cuenta que fue invitado a casamientos de parejas que se formaron en sus salidas Desde su casa en Luján, con el sonido del canto de pájaros de fondo, cuenta su historia con la bici y qué recorridos le apasionan.
–¿Cómo llegaste a convertirte en un pionero del turismo aventura en la Argentina?
–Como todo fue un proceso. Arranqué haciendo ecoturismo, turismo aventura y trekking. No hacía cicloturismo. No existían las bicicletas todo terreno todavía. Estaban las de media carrera y carrera o ruta. En el 89 empezamos con unos amigos y mi hermano un ciclo de audiovisuales. Proyectábamos diapositivas de nuestros viajes. No hacíamos el típico viaje de mochileros con una guitarrita, en un camping con fogón. Nosotros hacíamos travesías. Recorríamos sendas de la Patagonia. Al final de la proyección la gente quería viajar. Y ahí armamos el primer viaje. Fue a El Palmar, con bastante caminata e interpretación ambiental. El viaje se llenó más de amigos que de clientes. No había cable, ni Internet. Era otro mundo. Pegábamos afiches en universidades, estaciones de tren, casas de camping. Y funcionaba el boca en boca. Había poca gente organizando. Tuvimos una de las primeras empresas de viajes exclusivas de turismo aventura y ecoturismo.
"No había cable, ni Internet. Era otro mundo. Pegábamos afiches en universidades, estaciones de tren, casas de camping. Y funcionaba el boca en boca"
–¿Qué hacías antes?
–Lo de la bici viene desde chico. Tuve la suerte de que mis padres, profesionales universitarios, pudieron bancarme la carrera sin necesidad de trabajar. Hacía trabajos temporarios, estudiaba Geografía en la UBA y andaba en bicicleta en mis tiempos libres. El bichito de viajar y organizar salidas comenzó en mi adolescencia. Viví en San José de Costa Rica, por un trabajo de mi viejo, y ahí se fundó una asociación costarricense de ciclismo recreativo. Organizaba paseos gratuitos y llegué a ser explorador de rutas.
–¿Qué experiencia inigualable ofrece la bicicleta en el camino?
–Vas conociendo la geografía a un ritmo lento. Hay un mayor contacto con los pobladores. Siempre prefiero para los clientes las pequeñas hosterías atendidas por sus dueños en lugar de hoteles cinco estrellas impersonales. También contratamos guías o prestadores locales, lo que resulta más interesante.
–¿Cuáles fueron tus experiencias más memorables pedaleando?
–Podría mencionar mis travesías en la Patagonia, las últimas, en las que he ido solo con la bici, haciendo la Carretera Austral chilena, una ruta de ique figura entre los 10 mejores recorridos del mundo. El año pasado tuvo otra linda experiencia: iba a ir con un amigo, que al final por problemas médicos se bajó del viaje. Me quedé solo. Tenía el billete aéreo a Bariloche. De un día para el otro decidí hacer el cruce andino. Desde Bariloche pasas por todos los lagos, Nahuel Huapi, lago Frías, lago Todos los Santos y salís a Peulla. Cuando estaba sacando el pasaje, llegó un muchacho, más joven que yo, que iba a hacer lo mismo y pegamos la misma onda, que es no ir rápido, sino con la idea de ir parando para conocer, cada tanto ir descansando en alojamientos con cama y no siempre carpa. Estuvimos en pueblitos de pescadores, comimos pescados, mariscos. Y además, conseguimos una cabaña soñada a orillas del mar. Todo muy bien. Después me interné solo 5 días dentro de un parque nacional y ni enterado de las noticias, no había señal. Era 18 de marzo, me encontré con todo cerrado, hoteles, restaurantes. Estaba a 70 km de la frontera. Me enteré de todo a la vez. Estaba todo militarizado como si fuese una guerra. Gracias a un camioncito llegué a Futaleufú. Y después pude cruzar. Estaba abierto para los argentinos que querían retornar. Y así llegué a Esquel.
–¿Alguna otra anécdota fuera de lo común?
– Fui al Parque Nacional Monte León. Llegué porque soplaba viento desde El Chaltén, en la Cordillera. Normalmente en un día hacés 50 a 80 km. Hice 280 porque volaba, con un viento a 40 kilómetros por hora. Cuando salí del parque, como había viento norte hacia Río Gallegos, encaré hacia allá. Y en el camino recordé que un amigo me había hablado de una estancia por la zona, en la que pedís agua y te dan también comida y alojamiento. Y tal cual, llegué a la estancia, pedí agua y me invitaron a merendar con pan, manteca y mermeladas caseras. Todo riquísimo. Cordero de cena, junto con los trabajadores temporales que hacen esquila. También me dieron una cama donde descansan los trabajadores.
–¿Cuáles son las excursiones que ofrecés que más te gustan?
–Dentro de las salidas cortas, cercanas a Buenos Aires, de un día de duración, para mi por lejos la más linda es el viaje al corazón del Delta, conocida como Otamendi– circuito de las balsas. Empieza y finaliza en la Estación Otamendi, del ferrocarril Mitre, partido de Campana. La vuelta tradicional nuestra es el recreo Blondeau, de principios de siglo, de origen francés, que está en la unión de los ríos Carabelas Grandes y canal Alem. Son 56 km. Segundo lugar. Imperdible, zona Oeste, el Camino Santa Elena, que une las localidades de Jáuregui, partido de Luján, con Olivera. Son 10 km de sendero, con bosques centenarios de eucaliptos y casuarinas. Hay lagunitas con garzas, gallaretas, patos. El circuito tiene atractivo natural e histórico. En total se recorren 40 km. Para un fin de semana largo recomiendo la vuelta a la Sierra de Cura Malal, en Sierra de la Ventana. Compite con el Parque Nacional El Palmar, que se puede hacer en dos días, donde combinás el parque, por dentro, con La Aurora del Palmar, una reserva, refugio privado, de la Fundación Vida Silvestre.