La capital del estado de Santa Catarina es el paraíso más cercano de quienes buscan pasar sus vacaciones junto al mar en Brasil.
Florianópolis, la isla
"Floripa", como le dicen con cariño, sale en todos los rankings de calidad de vida de Brasil. Quizás por eso es que la mayor parte de su población no es originaria de allí. Se calcula que el 52 por ciento viene de otras ciudades, y está comprobado que la mayoría son gaúchos (nacidos en Rio Grande do Sul). Así, los nativos de Florianópolis son minoría en su propia tierra, donde siempre los han tratado con indisimulado menosprecio de manezinhos –posiblemente una abreviatura de Manoel, un nombre común entre los portugueses que llegaron en el siglo XVIII de las Islas Azores. Como sea que haya sido (hay varias teorías sobre el origen del término), durante añares fue una manera peyorativa de llamarlos, de desprestigiar su tarea (era gente sencilla que se dedicaba a la pesca de la tainha) y su modo de hablar (rápido y muy cantado). Pero desde hace unos años, y sobre todo desde que el tenista Guga Kuerten ganó en 1997 el torneo de Roland Garros y se manifestó orgulloso de ser un manezinho da ilha, el apelativo se volvió motivo de orgullo. Y ahora, hasta los que no nacieron en Florianópolis, pero llevan muchos años allí se enorgullecen de ser casi manezinhos.
Thais lo es, y resulta la mejor guía que nos podía habernos tocado. A pesar de que forma parte del Floripa Convention, una institución privada que promueve el turismo en toda la zona, deja de lado cualquier neutralidad y nos empuja hacia el sur de la isla, de donde ella viene. No sólo la seguimos por obedientes, sino porque nos parece buena idea empezar justo por un lugar que no eligen tanto los argentinos: el norte sigue siendo el gran imán.
Camino al sur
Por el margen este de la isla, yendo sur, aparece una larguísima playa que se conoce como Campeche, pero que tiene en su franja norte el agregado de "Novo". Y sí, es más nueva y se nota sobre todo en sus construcciones bajas y en su pequeña zona comercial. Así, Novo Campeche combina cierta cuidada elegancia con lo agreste de la restinga, una cobertura vegetal que protege a los médanos del avance del mar. Antes de aventurarse hacia él, es más que lícito parar por un "tentempié" en Pães & Papos (algo así como panes y charla), en donde hacen las exquisitas coxinhas, las clásicas croquetas que son deliciosas tanto de pollo como de camarones.
Novo Campeche es nuestro primer contacto con el surf, un deporte que signa todo el litoral catarinense. Con más o menos viento, en bahías más abiertas o más cerradas, en larguísimas extensiones de mar, arena y sol, los jóvenes atléticos y bronceados están aquí de parabienes.
Campeche, el barrio, es menos coqueto que su homónimo del norte, pero tiene más movimiento. Mucha gente hace running por la mañana, toma cerveza por la noche (O Patio es el lugar perfecto para entender el fenómeno "cerveza artesanal" en el país vecino), surfea o se anima a las trilhas que llevan más al sur todavía.
Justo enfrente, en medio del mar, aparece otra playa que termina de completar un combo perfecto: la de Ilha do Campeche, una pequeñísima isla que nunca, bajo ningún concepto, hay que dejar de visitar. Se trata de un retazo caribeño en el sur de Brasil: aguas turquesas y transparentes, arena blanca y el morro a la espalda, como cobijándolo todo. Morro que guarda huellas del pasado en pinturas rupestres que se estima que tienen 8 mil años de antigüedad, y a las que se puede conocer junto a guías especializados. Ilha do Campeche es Reserva Natural, por lo que sólo pueden entrar 700 personas cada día, lo que garantiza no sólo el cuidado ambiental, sino cierta tranquilidad.
Armação y más allá
El rumbo sur tiene otra razón de ser. Para llegar a la Ilha do Campeche lo más conveniente es ir hasta la playa de Armação (que, efectivamente está unos kilómetros más al sur) y embarcarse en su muelle. La excusa es perfecta porque Armação es un colorido pueblo pesquero con un pequeño puerto y con mucha historia detrás. Desde finales del siglo XVIII, esta zona –junto a la Praia do Matadeiro, del otro lado de las piedras de Ponta das Campanhas–era el lugar donde se cazaba y descuartizaba a las ballenas para comercializar su carne y utilizar su grasa para hacer aceite, utilizado en la argamasa de las construcciones. De hecho, la vieja iglesia Santa Ana, justo frente a la playa, fue construida de ese modo en el año 1772.
Otro bastión del sur es el Bar do Arante, en Pântano do Sul, todo un clásico de la zona en donde se puede comer mariscos o peixe grelhado. Eso si uno no logra despegar la vista de los miles de mensajes pegados en las paredes, mesas, espejos, vigas, columnas y ventanas. Una costumbre que quedó de la época en que no había whatsapp y era todo un tema saber dónde quedar con un amigo, o cuándo. Esas esquelas pronto devinieron en mensajes de amor, de agradecimiento, de fanatismo futbolero, de rivalidad mundialista y demás. Hoy, en cada mesa, junto al menú el comensal dispone de un talonario de papel, birome y cinta adhesiva para poder expresarse si desea. Hay mensajes sencillos y otros dignos de un poeta.
Del otro lado de la ventanamse extiende la playa Pântano do Sul, otra enormidad de arena en largo y ancho que se transforma luego en la Praia dos Açores y en la de Solidão, la última a la que se puede acceder en auto. Solidão, a diferencia de las otras dos, es notoriamente más pequeña, casi como si fuera el reflejo de la comunidad de pescadores que tiene a sus espaldas. Desde allí, salen un par de trilhas de dos kilómetros de largo para la Praia y la Cachoeira do Saquinho. Los locales aseguran que es posible emprenderlas por cuenta propia, pero no lo recomiendan. La distancia no es poca y la soledad es mucha.
Lagoinha do Leste
Al día siguiente conocemos a Giba Medeiros de #DescubraFloripa y comprendemos que ir sin guía por estos senderos no es una buena idea. El plan es ir hasta Lagoinha do Leste, una playa desértica a la que sólo se accede por una trilha de dos horas que bordea una escarpada montaña que mira al mar, o por una de 40 minutos desde Pântano do Sul. Elegimos la primera opción. Nada de chiquitas. Un buen par de zapatillas, protector solar y allá vamos. El tema es que cada vez trepamos más alto y el viento, que en la playa no hace mucha mella, nos obliga a desplazarnos de espaldas a la roca. Nuestras caras sólo semblantean la de Giba, si él sonríe está todo bien…, hasta que lo dejamos de ver sonreír. El camino se corta de golpe y, casi a gatas, emprendemos una digna retirada a campo traviesa. La huella ya no es huella sino pastos altos que hay que surcar. "No está bueno el viento para seguir subiendo, no puedo garantizar que lleguemos bien". Sencillo y al pie, Giba desarticula el final del ascenso previsto por un atajo que nos deja en la misma Lagoinha un poco raspados, despeinados, transpirados, pero con la felicidad de llegar a la que muchos consideran "la playa más bonita de Floripa". El viento no es un buen compañero este día, ni siquiera a la altura del mar. Pasamos un buen rato recorriendo esta extensión de arena, mar y laguna de agua dulce (conviven a pocos metros de distancia y no se tocan), tan agreste como solitaria.
Ribeirão da Ilha
Para saldar el cansancio, pensamos en una rica cena. Es la excusa para ir, entonces, a conocer Ribeirão da Ilha, un centro histórico que habla de la llegada desde las Azores de los primeros manezinhos. Cuando vemos ese pueblo casi de cuento, con calles pequeñas y casas antiguas de colores, mantenidas y cuidadas a la perfección pensamos ¡listo, ya valió la pena! Y nos olvidamos del apetito. Pero al entrar a Ostradamus y descubrir el mundo de las ostras y sus múltiples preparaciones (al natural, gratinadas, a la vinagreta, con jengibre), el hambre se abre nuevamente y las probamos todas. Thais nos recomienda también el Rancho Açoriano donde también se especializan en ostras y las sirven con queso sardo, con salsa bechamel, con queso brie, mango y manzana, al vapor, al sándwich, con abacaxi… al infinito y más allá.
Ya tenemos al sur en la palma de la mano. Expertos en trilhas, playas desiertas, ostras, cervezas y mensajes de amor dejados en las ventanas; estamos listos para rumbear al norte.
Litoral Norte
Encaramos hacia desde Praia da Joaquina, una de las más tradicionales para el surf. Aquí se llevan a cabo campeonatos mundiales y es común ver a los surfers entrenando desde temprano. Un par de horas más tarde empiezan a llegar familias y se logra una convivencia amena. Desde la playa hacia las calles del barrio se entreveran bares, chiringuitos, ferias de frutas y artesanos. Unos metros más atrás, la arena empieza a convertirse en duna, y las dunas a crecer hasta tomar el rango de montaña o, lo que es lo mismo, una excelente opción para el sandboard. Son las dunas de Joaquina, una extensión de arena que el viento lleva y trae y que invita a animarse a la tabla, o divertirse mirando cómo lo hacen los demás.
La playa que sigue es Mole, que estuvo de moda unos años atrás, pero el mar la fue cercando tanto que quedan pocos metros de arena, y con una caída bastante abrupta hacia el agua. Aun así, sigue teniendo lindos bares de playa y no son pocos los que la siguen eligiendo para surfear, practicar kite surf y tomar sol. Que no sea "la" playa del momento la preserva de la multitud, lo que le otorga muchos puntos a favor.
Luego viene Barra da Lagoa, la playa que llega hasta el Canal da Barra, que conecta la Lagoa da Conceição con el mismísimo Océano Atlántico. Es una playa abierta con características particulares, por un lado tiene la amplitud de mar que les viene bien a los surfistas y por otro –cerca del canal–ofrece aguas más calmas que eligen sobre todo las familias con niños pequeños. Este canal es una vía multitarget en la que se puede hacer snorkel, pasear en moto de agua, lancha o bote de pesca. Tan amplia es la oferta del lugar y su entorno, que la vuelve una de las playas más buscadas de la isla.
Prainha y la Lagoa
El puente que cruza el canal lleva a descubrir otros rincones más agrestes que bien valen la pena la caminata. En principio, el puente en sí mismo y su vista es muy atractivo, pero mucho más el caserío de colores al que acerca. Luego de atravesarlo –siempre hay algo para detenerse y mirar– se llega a la Prainha, una playa mínima muy rodeada y protegida por rocas. Y si se sigue unos minutos más se arriba a las piscinas naturales que forman un conjunto de rocas junto a la orilla. Las mismas piedras detienen el oleaje del mar, por lo que zambullirse es tan placentero como seguro.
En la zona de Lagoa da Conceição aparece un pequeño centro donde es grato quedarse a comer, a comprar algo en algunos de sus lindos negocios o hasta ir a alguna galería de arte. Hacemos todo eso. Comemos una tigela de açaí (helado de açaí, banana, guaraná, granola y leche en polvo: riquísimo) en un local de la calle principal Manoel Severino de Oliveira, compramos un recuerdo a unos artesanos y conocemos el local de Luciano Martins, un artista plástico gaúcho con espíritu manezinho muy renombrado en Brasil que –entre otras cosas–revisita cuadros famosos con su sello de colorido aire naïve.
Jurerê
Nos esperan a la tarde a tomar el té en la Pousada dos Chás, a una cuadra de la playa Jurerê. Dejamos las playas del este y vamos directo al norte. Ahí se detecta este barrio moderno y más movido, pero barrio al fin. En la posada nos reciben –como a todos sus huéspedes– con un té que hace honor a su nombre (chá es té en portugués). Así como por las mañanas hay un riquísimo desayuno, entre las 17 y las 19, sirven el té. Pueder se frío, caliente, en hebras, con mezcla de hierbas, sin ellas; con budines caseros, tortas esponjosas, también tostadas de panes multisemillas, dulces hechos ahí mismo y demás; también hay café y jugos… Algo tan sencillo como un té, llevado a su más cariñosa expresión.
Tras semejante bienvenida salimos a recorrer Jurerê y Jurerê Internacional, su versión hollywoodense. Un barrio elegante y tranquilo junto a otro estallado de glamour, beach clubs, restaurantes caros y paseos de compras. Se puede ir de un Jurerê a otro por la playa o por la Avenida Dos Búzios y no notar demasiado la diferencia. Más allá de los detalles de cuidada elegancia, la convivencia es pacífica.
La franja noroeste la terminamos a la mañana siguiente en la Fortaleza São José da Ponta Grossa, construida en 1740. Es uno de los viejos puntos defensivos de esta zona de la isla, ahora un museo con rango de patrimonio nacional y repleto de historias de piratas. Al lado de esta Fortaleza, hay otra menos bélica: Praia do Forte, una pequeña belleza escondida detrás del morro (¡hay que animarse a subir los morros de Florianópolis!), con aguas notoriamente más cálidas y mucha menos gente que en cualquiera de sus vecinas.
Canasvieiras, Ingleses y Santinho
Hacia el este, siempre por el norte, entrelazamos Canasvieiras, Ingleses y Santinho, tres clásicos; que siguen teniendo todo para mantener ese status: sol a destajo, movida nocturna y bares prestos a servir cerveza bien fría, no importa la hora del día. Sí hay un tema a tener en cuenta con las dos primeras playas, y es que la arena para asolearse está en retirada. Los últimos años los locales notaron este fenómeno que aseguran que es cíclico, pero que toma su tiempo (pueden ser dos o tres años) en revertirse. Están confiados en que pasará. Mientras tanto los bañistas se amontonan en las lengüitas de arena que persisten.
La puesta del sol nos espera del lado correcto de la isla, en el lugar perfecto, Santo Antônio de Lisboa, otro barrio histórico –como Ribeirão da Ilha–con una arquitectura azoriana cuidada, embellecida y protegida por sus orgullosos habitantes. Allí, frente al mar, en pequeñas terrazas que dan a la arena, a los barquitos de pescadores, a los "cultivos" de ostras, se puede tomar algo fresco (puede ser cerveza, claro, pero también una caipirinha, o dos) para esperar la hora indicada. Son decenas y decenas de personas las que piensan lo mismo. No importa, hay lugar para todos.
Final urbano
El centro de Florianópolis tiene algo que no tiene el resto de la isla, un movimiento desenfrenado. Sorteamos el gentío que se apodera de la peatonal Felipe Schmidt, llegamos al Museo Cruz e Sousa (en homenaje a un poeta precursor del simbolismo en Brasil) que antiguamente fue palacio de gobierno, y nos cruzamos a la Catedral, construida en 1753.
Justo enfrente está la Plaza XV, que antes que plaza fue cementerio, con especies enormes como palmeras imperiales, ficus indianos, y cravos da índia. En su mismísimo centro está la famosa Higuera Centenaria, que fue plantada en 1871 en el terreno de la catedral y luego trasladada a la plaza. Es tradición dar tres vueltas a su alrededor en sentido antihorario para tener suerte y volver a Florianópolis. Sin dudarlo, ni ponernos de acuerdo, empezamos a girar.
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Si pensás viajar...
La isla es pequeña, pero hay mucho para conocer. Lo ideal es quedarse por lo menos una semana, y evitar el mes de enero, cuando hay más gente y todo es más caro.
Cómo moverse
Es fácil moverse por la isla en colectivo ya que hay varias terminales de integración que permiten cambiar de zona (y circuito) sin complicaciones. Hay en Río Tavares (sur), en el Centro, en Canasvieiras (norte), en Lagoa da Conceição (este) y en Santo Antônio de Lisboa (oeste). Se usan tarjetas precargadas que es fácil encontrar en los locales comerciales de cada zona. Aunque, claro, siempre es más cómodo alquilar un auto. Un coche compacto por día, desde u$s 18.
Dónde dormir
Pousada y hotel Natur Campeche. Praia do Campeche. T: (+55) 48 3237-4011. Conjunto de posada y hotel en la misma playa, muy cercano uno del otro, pero con diferentes comodidades. La posada está en una cortadita más solitaria y tranquila, y tiene pocas habitaciones. De algún modo, funciona como un apart hotel ya que cuenta con una pequeña cocina y un living para compartir entre los huéspedes. Las habitaciones son muy cómodas y están ambientadas con buen gusto. Desde u$s 45 la doble con desayuno. En cambio el hotel, que está a pocas cuadras en una calle más comercial, es sencillo pero con todas las comodidades para una buena estadía. Desde u$s 40, la doble con desayuno.
Sete Ilhas Hotel. Rua Jornalista Haroldo Callado 105, Jurerê. T: (+55) 48 3282-1134. Conjunto de departamentos administrados como hotel. Tienen varias unidades con cocina y las comodidades de una casa. Se comparten espacios comunes, jardines, pileta y salida directa a la playa. Desde u$s 250 los apartamentos para 4 personas.
Casa Qu4atro Oit8 Hotel Boutique. Rua João Henrique Gonçalves 1005, Lagoa da Conceição. T: (+55) 48 3236-7686. Hotel muy estilo casa con poquísimas habitaciones, un living comedor con vista a la laguna y una pileta que parece sobrevolar más allá del balcón. A puro lujo pero con mucha calidez, este hotel boutique sin dudas es de lo mejor de Florianópolis. Desde u$s 400 la doble con desayuno.
Quinta das Videiras. Rua Afonso Luis Borba 113, Lagoa da Conceição. T: (+55) 48 3232-3005. Casona de estilo portugués con restaurante, spa y todo el donaire de otros tiempos. La vajilla, los muebles, los pisos de madera en las habitaciones y los de baldosas en los patios son detalles que hablan del cuidado por crear un ambiente entrañable y tranquilo para sus huéspedes. Desde u$s 350 la doble con desayuno (se aceptan chicos sólo desde los 12 años).
Costão do Santinho Resort. Estr. Ver. Onildo Lemos 2505, Praia do Santinho. T: (+55) 800 645 0915. Un resort con todo lo que tiene que tener. Los espacios verdes y el contacto abierto y directo con el mar marcan una gran diferencia. Hay paquetes con aéreos incluidos que varían según la temporada elegida. Por ejemplo, en enero y febrero, se pueden reservar mínimo 3 días (all inclusive), por u$s 450 por persona en base doble.
Dónde comer
Donna. Av. Dos Pampos, lote 1E, Jurerê Internacional. T: (+55) 48 3282-1816. Cocina internacional con buenos toques locales a cargo de una joven pareja de chefs peruanos que se radicaron hace ya un tiempo en las playas de Florianópolis. Los fines de semana la música cobra un rol importante después de la cena y deviene en fiesta hasta bien pasada la medianoche.
Ostradamus. R. Baldicero Filomeno 7640, Ribeirão da Ilha. T: (+55) 48 3337-5711. Ostras al natural, gratinadas, al vapor, con gengibre y más. Domingo a la noche y lunes, cerrado.
DNA Natural. R. Manoel Severino de Oliveira 680, Lagoa da Conceição. T: (+55) 48 3207-3441. Barcito sencillo en el centro de Lagoa que honra los sabores locales con açaí na tigela (postre a base de esta fruta morada) y la mejor tapioca.
Paseos y excursiones
Eco Experiencias Turismo Sustentable. C: (+55) 48 9138-0951.Paseos sustentables que buscan la preservación ambiental y el fomento de las comunidades locales a lo largo de toda la isla.
Antes de viajar, vacunate. Ihla Grande es uno de los destinos de riesgo para contraer fiebre amarilla, enfermedad que puede ser grave y provocar la muerte. Por esto, se recomienda vacunarse al menos diez días antes de emprender el viaje. La vacunación es gratuita y se aconseja a todos los viajeros internacionales que se desplacen a los Estados de Acre, Amapá, Amazonas, Bahía , Distrito Federal, Goiás, Maranhao, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Minas Gerais, Pará, Paraná, Piauí, Rio Grande do Sul, Rio de Janeiro, Rondonia, Roraima, Santa Catarina, San Pablo y Tocantins.