Una opción diferente, luego de admirar los paredones rojizos del Cañón de Talampaya, es hacer el circuito Arco Iris, que demanda unas cinco horas. Custodiada por tropillas de guanacos, la camioneta recorre lechos de ríos secos, señal de que alguna vez existió selva donde hoy sólo hay desierto. A llegar a la boca del cañón el visitante queda completamente rodeado por formaciones de colores matizados en las moles de piedra (de ahí el nombre de Arco Iris). El trekking entre cuevas y laberintos es como sumergirse en el túnel del tiempo: cada metro que se avanza equivale a miles de años en clave geológica. El Anfiteatro, punto culminante del recorrido, es el lugar perfecto para un tiempo de descanso a la sombra del algarrobo blanco, único árbol que logró adaptarse a este suelo seco. También hay ejemplares de la chica, un arbustito sin hojas que crece en terrenos con pendiente y da un fruto dulzón que puede ser salvador después de varias horas de caminata.
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