Para estudiar idioma, para perfeccionar un deporte, para conocer, para crecer. Los viajes educativos al exterior, generalmente a Europa o Estados Unidos, promovidos por las escuelas secundarias, ganan espacio entre los adolescentes y hasta llegan a reemplazar al tradicional viaje de egresados, aunque no tienen ese espíritu.
Tampoco los afecta la crisis económica que golpea al sector turístico: el número de chicos viajeros no disminuyó. Aunque en muchos casos son organizados por escuelas privadas donde asisten familias de alto poder adquisitivo, también se hacen en escuelas públicas. Son viajes costosos, pero se empiezan a pagar un año y medio antes, en cuotas y contemplan sistema all inclusive: en el destino los chicos no pagan nada, se van con todo incluido desde el pasaje de avión hasta las meriendas.
Se estima que alrededor de 150 escuelas de Buenos Aires y Gran Buenos Aires presentan estos viajes a sus alumnos, algunos como parte del plan de estudios y otros como una propuesta opcional y fuera del ciclo lectivo.
Estas salidas, siempre acompañadas por docentes, que se suelen hacer entre cuarto y quinto año, según cada escuela, contemplan viajes para perfeccionar idiomas, con cursos intensivos, intercambios culturales para dormir en casas de familia de otros chicos de la misma edad y giras deportivas. Siempre tienen un objetivo, definido por la escuela.
"Es un viaje muy instalado que generalmente tiene una temática. Algunas escuelas organizan giras deportivas para jugar al deporte que ya hacen en la institución, otros para hacer cursos de idiomas y salidas culturales. Refuerzan lo que ya hacen en la escuela y suman algo más, como paseos y visitas a museos", explica Flavio Castillo, responsable comercial de Troops, el segmento de viajes para jóvenes de TTS Viajes.
Según Castillo, las escuelas se encargan de armar el itinerario y la agencia de los pasajes, hoteles cuando son necesarios, la logística para los traslados excursiones y los seguros médicos. "Nosotros ponemos nuestra experiencia y garantía para que nada falle, pero el itinerario y el tema los acerca cada escuela; son viajes que se mantienen estables, no sufren caídas ni se suspenden".
Los viajes cuestan entre 3000 y 4500 dólares según la cantidad de días, para los que van a Europa. En general suelen durar entre 15 días y un mes.
Intercambio francés
Julián Cuestas, docente de francés, hace 10 años que organiza los viajes llamados Intercambio Cultural Franco Argentino y acompaña a los estudiantes durante todo el itinerario.
Los programas duran entre 15 días y un mes (se hacen en julio y enero) y el objetivo es que perfeccionen el idioma que aprenden en la escuela. "Los chicos van a cuatro ciudades, en diferentes casas de chicos de una misma escuela francesa. Todas las mañanas cuando los anfitriones van a la escuela, ellos pasean y se vuelven a encontrar a la salida para volver a las casas y compartir el resto de la tarde y noche con la familia. Regresan a la Argentina hablando muy bien, la evolución es notable porque es un ritmo muy intenso", explica.
Además del aprendizaje del idioma, el viaje ayuda en el crecimiento de los chicos y los ayuda a madurar.
"El viaje es una transformación completa, una experiencia muy intensa, conocen cómo vive una familia allá, por compartir la casa con ellos, y cómo es el sistema educativo francés. El viaje tiene un componente humano muy fuerte, además de todos los paseos que hacen".
Cuestas señala que a pesar de la crisis económica el viaje que está organizando para el año que viene será más numeroso que los habituales, que suelen rondar los 30 integrantes: "El próximo será con 45 chicos, algo que me sorprendió, porque proyectaba que serían la mitad. Evidentemente con la crisis los padres quieren darles más herramientas a sus hijos, porque invierten más en el aprendizaje de idiomas"
El primer viaje a Europa
Lucrecia Rivas viajó hace dos años, cuando terminó quinto año, a Inglaterra y Francia, en un itinerario organizado por su escuela, Instituto Compañía de María, con profesores de inglés y francés. En Francia durmió en casas de familia, en su caso de una chica que ya había recibido en Buenos Aires, cuando el intercambio fue a la inversa. En Inglaterra hicieron un pequeño curso de inglés y visitas culturales.
Para ella fue su primer viaje a Europa y la primera vez que viajó sola. Y lo eligió como reemplazo al viaje de egresados a Bariloche, porque los padres no podían pagar las dos salidas.
"Cuando entré al colegio me enteré de estos viajes y me quedaron en la cabeza porque siempre soñé con ir a Europa. Preferí no ir de viaje de egresados por hacer este viaje. Además la diferencia en el costo era mínima; prácticamente costaba lo mismo una semana en Bariloche que tres en Europa. Hablé con mis papás y estuvieron de acuerdo", cuenta.
Para Lucrecia fue un antes y un después en su vida, una experiencia que no se esperaba: "El viaje me abrió la cabeza, me descubrí mucho a mí misma; por ejemplo soy hincha con la comida y allá empecé a comer de todo. Además, una de las profesoras me asignó la tarea de organizar los viajes y las combinaciones en los subtes, porque vio que me orientaba muy bien. Me encantó el reconocimiento y asumir esa responsabilidad", recuerda.
El caso de Manuel de la Fuente es similar: también fue como un reemplazo del viaje de egresados. Viajó a fines de noviembre del año pasado cuando estaba terminando quinto año en el Mariano Acosta. Fue con un grupo de 25 chicos y un docente de idiomas a Francia e Italia: "Hacía muchos años que no se hacía este viaje en la escuela, pero un profesor decidió organizarlos nuevamente y lo viví como un viaje de egresados, pero con el plus de todo lo que se aprende de historia, de arte y de idioma. Además costó prácticamente lo mismo que lo que hubiera costado el viaje a Bariloche", cuenta.
Aunque quedó fascinado con los monumentos, iglesias y paseos por Roma y París, recuerda que lo mejor fueron los días que compartió en la casa de una chica francesa de Toul, una ciudad chiquita, cerca de la frontera con Alemania, donde hicieron un intercambio: "Vivir con otra familia y compartir con ellos fue muy enriquecedor".
Gran evolución
Juan Ignacio Deluchi, que terminó el secundario en el Carlos Pellegrini el año pasado, viajó en enero a Francia con el programa Intercambio Franco Argentino. "Elegí el idioma francés porque sabía de estos viajes, mi hermana que es cinco años más grande ya lo había hecho", explica.
En su caso también fue de viaje de egresados a Puerto Seguro: "El viaje a Francia no tiene nada que ver con el viaje de egresados, que es más descontrolado. Es un viaje cultural donde perfeccioné muchísimo el francés, porque viví en la casa de cuatro familias y sí o sí me tenía que hacer entender. Así es más fácil aprender. Mejoré la pronunciación e incorporé mucho vocabulario, fue una experiencia inolvidable".
Aunque reconoce que sentía cierto temor antes de viajar por tener que convivir con familias que no conocía, los miedos se fueron cuando llegó: "Me atendieron perfecto en todas las casas y me hicieron comidas que nunca había probado, me sentí muy cómodo".
Para él el viaje fue la combinación perfecta: "Ir con amigos a Europa, aprender y conocer un montón fue genial".