Cada año, más de cuatro millones de devotos del vino llegan a esta tierra prometida que se detecta a 80 km al noreste de San Francisco. Su popularidad la ubica en el segundo puesto de destinos turísticos más visitados de California después de Disneyland. Y podría decirse que en algo se asemejan. Napa Valley es algo así como un parque de diversiones para gourmets. Con el objetivo de que degustadores y demás entendidos se concentren exclusivamente en el vino, los vecinos de Napa reflotaron una antigua línea de ferrocarril ?construida en 1864 por Samuel Brannan, primer millonario de San Francisco, para transportar a sus huéspedes a su balneario en Calistoga? e inauguraron, en 1989, el Wine Train.
Una locomotora de 1910 arrastra la larga fila de vagones-restaurante en los que los pasajeros disfrutan de una serie de platos, maridados con vinos de la zona, y del paisaje que miran pasar veloz a través de los inmensos ventanales. El rito gourmet se completa con la visión de las tierras onduladas en las que impera el orden de los viñedos, un tapiz de hileras perfectas de uvas blancas Chardonnay y tintas Cabernet sauvignon, sobre todo. Apreciar este mar quieto de viñas en otoño ?entre octubre y noviembre? es glorioso, cuando sus hojas se colorean en tonos amarillo y ocre.
Las estaciones del Wine Train son las imponentes bodegas de Napa Valley. Según el itinerario que se elija, el tren para en una de las bodegas de manera que los pasajeros puedan apreciar las características de los vinos que elabora e interiorizarse de algunos pormenores de la vitivinicultura de esta próspera región californiana, que alberga más de 200 firmas.
¿Y al bajar del tren a la vuelta, qué? No importa cuántas copas fueron cayendo a lo largo del viaje viñatero; lo único que queda por hacer es subirse al ferry que lo devolverá a la ciudad de San Francisco. Los organizadores pensaron hasta el último detalle.
Para todos los gustos
Aunque usted no sea un experto conocedor del vino, visitar la ciudad de Napa puede estar motivado por otras razones: una de índole arquitectónica y otra estrictamente culinaria. La primera tiene que ver con las construcciones del 1800 que la caracterizan, en las que se combinan los estilos italiano, victoriano, español y art déco. La segunda se sostiene en la actividad gourmet. Uno de sus hitos imperdibles es el Oxbow Public Market. En un moderno galpón que se levanta a la vera del río Napa, conviven cafés, queserías y otras propuestas para degustar allí o durante el viaje; entre ellas se encuentra The Olive Press, donde los clientes pueden llenar sus propios recipientes con aceite de oliva recién prensado.
Bien cerquita se encuentra el flamante hotel Westin Verasa, de la cadena Starwood. En él funciona La Toque, restaurante francés con una estrella Michelin, mérito del chef Ken Frank. No es el único reconocido por la prestigiosa guía francesa. Ubuntu se destaca por su cocina a base de vegetales y frutas provenientes de cultivos biodinámicos, es decir basados en los ciclos lunares y en el enriquecimiento del suelo por medio de fertilizantes naturales. En esta tierra de viñedos también está presente el chef Masaharu Morimoto con su restaurante homónimo, que fusiona ingredientes locales con principios de la cocina japonesa.
En otro orden de la cultura local, sepa que es de obligada visita la Napa Valley Opera House. Construida en 1880, aún se erige estoica tras haber sido testigo de seis guerras, del paso de 26 presidentes estadounidenses y de haber resistido incontables inundaciones.
Este delicioso merodeo por las viñas de Napa Valley y su enclave urbano dura 3 horas (el tren sale a las 11.30 horas de la Napa Valley Wine Train Station, con regreso a las 14.30). La tarifa incluye almuerzo y degustación.
Para saber más
Por Connie Llompart Laigle. Fotos de Eugenio Mazzinghi. Nota publicada en Lugares n° 178.
LA NACION