Se calcula que más de un millón de personas tomaron parte el jueves, en Moscú, del desfile del Regimiento Inmortal, como se denomina a la columna de ciudadanos que recuerdan a sus a ascendientes que tomaron parte de la II Guerra Mundial o que murieron en ella.
Desde 2007, cuando esta manifestación se realizó por primera vez, cada año ha ido tomando más y más envergadura, al punto que se constituye en una expresión masiva y popular cada 9 de mayo en muchas ciudades de la Federación Rusa y de los países de la ex Unión Soviética.
La interminable columna estaba formada por moscovitas tanto como por residentes provenientes de otros rincones de la Federación y de orígenes étnicos diversos, tal como está integrado el país más grande de la tierra. Los turistas, al menos los reconocibles, no parecían ser espectadores de lo que pasaba. De hecho, a diferencia de lo que pudimos ver el día anterior, la masa de turistas de origen chino que en grupos numerosos recorren la ciudad no se vio. "Hicieron excursiones fuera de la ciudad" nos confió uno de los guías de los tours gratuitos que entrevistamos.
Acaso lo más destacable del Día de la Victoria lo constituya el espíritu con el que se realiza. La algarabía, abrazos, saludos, sonrisas, cantos y bailes se integraban a una atmósfera muy emotiva. Parecía que la guerra se hubiera ganado ese día y no hace 74 años.
En expansión
En los últimos tiempos hay actos conmemorativos también en Estados Unidos, Brasil, Australia, Polonia, Japón, China, Alemania y también en Argentina.
Los rusos denominan como la Gran Guerra Patria el período comprendido entre el 22 de junio de 1941 —comienzo de la invasión alemana a la Unión Soviética— y la capitulación del régimen nazi el 9 de mayo de 1945, razón por la cual en todo el país en esa fecha se celebra el Día de la Victoria.
El imponente desfile en la Plaza Roja -del que participaron trece mil militares y armamentos de última generación-, comenzó a las diez de la mañana. Entre tanto cientos de miles de personas portando las fotos de los familiares que pelearon en la guerra se iban concentrando a lo largo de la avenida Tverskaya. Fuerzas militares y de seguridad impidieron la llegada de la gente a esa arteria hasta que el desfile militar terminó en la Plaza Roja.
Todos debieron pasar scanners y fueron revisados bolsos y mochilas además de ser individualmente palpados.
Una vez en el perímetro de la avenida todo fue una fiesta. Niños en brazos de sus padres o caminando se mezclaban con personas de muy avanzada edad, muchas de ellas luciendo en su pecho medallas ganadas en la guerra. En cada cuadra de la interminable arteria grupos de música, la mayoría espontáneos, daban vida a una masa de gente que no dejaba de bailar y cantar. Cada tanto un grito que funcionaba como una ola venía desde el fondo de la avenida y recorría la columna.
Naranja y negro
El distintivo que la gran mayoría portaba y que se transformó en símbolo de esta evocación que pretende recordar a los muchos olvidados de la guerra que se cobró la vida de más de veinte millones de rusos, es la cinta con los colores de la Orden de San Jorge. Se trata de un símbolo militar muy reconocido en Rusia compuesto por tres rayas naranjas y dos negras.
A lo largo del desfile puestos de agua y comida gratuitos aliviaban el esfuerzo de los manifestantes que, además, desfilaron bajo el sol... hasta que tres horas después de haber comenzado la marcha se descargó sobre ellos una fuerte lluvia que en modo alguno los acobardó. No hubo en todo el recorrido ni un sólo vendedor ambulante.
El mismo presidente Vladimir Putin, luego de encabezar el desfile militar en el que se mostró el poderío bélico del país y en cuyo discurso bregara por terminar con el terrorismo, formó parte por quinto año consecutivo del Regimiento Inmortal, desfilando con la foto de su padre en medio de otros ciudadanos.
Horas y horas después la gente seguía bailando y cantando. Imposible volver a casa sin tararear "Kalinka", la canción rusa más popular en el mundo entero.