En las varias leyendas que tratan de explicar el nombre de Gruyères, un pueblo suizo mundialmente famoso gracias a sus quesos, hay bárbaros pero ningún monstruo. Y no es que no haya monstruo alguno en Gruyères: lo hay, pero llegado mucho más tarde y desde Hollywood. Las crónicas mencionan a un guerrero vándalo -de siniestra memoria- llamado Gruérius, que dominó a los pueblos helvéticos de este rincón de los Alpes en el año 436. Se trata de un conjunto de valles defendidos por castillos como el de Gruyères, transformado en la actualidad en un museo histórico que resume la historia y el extenso linaje de los condes locales desde el año 1100 hasta 1554.
Al pie de la imponente construcción, el pueblo está tan bien cuidado que parece recién construido para recibir una ola de likes en Instagram. Es la perfección suiza llevada al extremo. La arquitectura, las flores, el pavimento de la calle principal, el paisaje circundante: no se le puede encontrar la más mínima falla de producción.En un extremo de la única calle -peatonal todo el año- está el castillo que domina y cuida las casas medievales, transformadas en confiterías, restaurantes de fondue o boutiques de venta de quesos y recuerdos. Sin embargo, en algún lugar de ese idílico pueblo se esconde un mundo de pesadillas. Tiene un nombre que marcó la historia del cine y que todos conocen desde su presentación en las pantallas en 1979: es el Alien de Ridley Scott. O mejor dicho de Hans-Ruedi Giger, su creador (1940-2014).
Arte biomecánico
"Lo único que tengo es el miedo y es lo que me da fuerzas para pintar", confesó alguna vez ese artista suizo que ganó fama mundial gracias a criaturas angustiantes y ambientaciones apocalípticas. Tamaño miedo habrá tenido cuando bocetó el Alien que le valió un Oscar a los mejores efectos especiales en 1980... Le dio el nombre de Xenomorfo y lo creó sobre la base de otra obra, pintada con anterioridad. Se llamaba Necronom IV, tenía una monstruosa cabeza alargada como si fuese un gusano montado sobre un esqueleto que parecía haber sido martirizado de múltiples formas. Cuando le presentaron aquella creación, Ridley Scott dijo que había encontrado por fin el personaje principal de la película que estaba preparando.
Así empezó la saga del Alien, repartida entre varias películas. Y así empezó la fama mundial de Giger, que había establecido en su taller de Zúrich las bases de un arte que bautizó como "biomecánica": pintaba al aerógrafo personajes y escenas a medio camino entre los fantástico y el horror, e integraba la anatomía humana y el dibujo industrial para imaginar criaturas apocalípticas y paisajes futuristas morbosos.
Ese universo único es lo que espera a los visitantes entre las viejas piedras de unas de las principales mansiones del pueblo. Queda cerca del castillo y fue hasta el Renacimiento la morada de los responsables de las finanzas de los condes de Gruyères. Que dejaron una linda casona y un mal recuerdo, ya que el último de los dueños del castillo, Michel, lo tuvo que ceder junto a todas sus tierras a las ciudades de Berna y Friburgo, luego de haber entrado en bancarrota.
Bares monstruosos
A diferencia del queso, Hans-Ruedi Giger no es DOC. Nació en los Grisones, el cantón más oriental de Suiza, limítrofe con Austria. En la capital regional, Chur (Coira en italiano), abrió en 1992 el primer espacio temático dedicado a su obra. Era un bar que estaba destinado originalmente a abrir sus puertas en Nueva York: pero como resultó demasiado caro construirlo en Manhattan, fue a dar a la opulenta Suiza.
Giger llegó luego a Gruyères desde su taller de Zúrich con la aureola de un artista reconocido por Hollywood, lo que no era y no es todavía frecuente en los Alpes. Fue por invitación del responsable del museo del castillo, que quiso armar en 1990 una retrospectiva sobre su obra, en coincidencia con los 10 años del Oscar y su 50° aniversario.
El encuentro con Gruyères fue amor a primera vista y Giger decidió comprar la mansión del Castillo Saint-Germain para exhibir sus archivos y creaciones. A primera vista el pueblo del queso parece el lugar menos indicado para dar rienda suelta a monstruos de pesadillas. Sin embargo, el pueblo y su castillo son uno de los lugares más visitados de toda Suiza luego de Chillon, la fortaleza que sobresale de las aguas del Lago Lemán y fue un símbolo del romanticismo europeo del siglo XIX gracias a versos de Lord Byron.
El edificio Giger tiene dos espacios distintos, el museo y otro bar, inaugurados respectivamente en 1998 y 2003. El de Gruyères es mucho más llamativo que su precursor, porque la estética biomecánica es aún más sugestiva entre las viejas piedras de la mansión. La barra y las mesas están debajo de ojivas que tienen la forma de la columna vertebral de algún monstruo polimorfo.
No es un lugar convencional para degustar una fondue, la especialidad local. Para eso hay una multitud de locales en el resto del pueblo. Resulta ideal para pedir un trago, un café o, mejor aún, uno de los vinos blancos que se producen en la región y son excelentes para acompañar un plato del mejor gruyère (sin S ni agujeros, cuando se trata del queso) o una fonduette (pan con queso derretido, la versión snack de la emblemática receta).
Frente al Alien
El bar es una curiosidad en sí, un ambiente único en el mundo, donde los sillones parecen haber sido armados con huesos y hay calaveras sobre los estantes a modo de decoración. Pero es solo el aperitivo de lo que depara el museo.
El Xenomorfo, el Alien del cine que aterrorizó a Ellen Ripley/Sigourney Weaver, es la gran estrella pero no la única, ya que Giger trabajó sobre muchas otras producciones. Lo llamaron para intervenir, crear bocetos o diseñar mundos en Dune, Species, Poltergeist II y Tokyo: the last megalopolis. Volvió a trabajar una última vez con Ridley Scott para el blockbuster Prometeo a principios de los 2010, nominada al Oscar por sus efectos especiales.
El museo presenta esculturas, pinturas, maquetas, decorados de cine, bocetos y mobiliario, y hasta proyectos que no llegaron a término, como cuando en 1994 le pidieron a Giger ideas para rediseñar el Batimóvil. Todas las épocas y facetas creativas del maestro de la biomecánica están bien representadas, hasta las que no son aptas para todo público. Detrás de una tela roja, una pequeña pieza reúne obras donde lo fantástico flirtea con lo erótico.
Se descubre durante la visita que para la preparación del largometraje del primer Alien, el suizo no escatimó en lo monstruoso para complacer a Hollywood. Armó la primera maqueta del Xenomorfo a partir de verdaderas osamentas humanas, plastilina, tubos y autopartes... El horror -decía- era su remedio contra las pesadillas.
Más datos
Gruyères es un pueblo totalmente peatonal desde su entrada y hasta el castillo. Se encuentra a 33 kilómetros de Friburgo y a 5 de Bulle, donde se visita el centro de interpretación oficial del queso gruyère.
El bar Giger abre todos los días de 10 a 20.30. Una porción de fonduette cuesta un poco más de US$ 9. Un vaso de vino blanco de la localidad vecina de Morat sale US$ 6.
El combo más pedido es el Alien Coffee, compuesto por una bebida caliente a elección, merengues, crema de leche de la región y un licor verde de hierbas también elaborado localmente, que se llama Grande Gruyère. Cuesta US$ 16,50.
El museo Giger abre todos los días de 10 a 18.00 de abril a octubre; de miércoles a viernes de 13 a 17 y los fines de semana de 10 a 18 el resto del año. La entrada cuesta US$ 13,50 por adulto.
www.hrgigermuseum.com/