El Chaltén, en sintonía con su cultura trekker, es un lugar en movimiento: siempre hay novedades. Hasta hace un par de años las excursiones por el PN se restringían a caminatas largas, un poco excluyentes para turistas de más de 60 años. Ahora se agregaron variantes aptas para todo público: Chorrillos del Salto, Cóndores y Águilas, al lado del pueblo, son tres paseos cortos y fáciles.
Dicho esto, el padre de los trekkings sigue siendo la ascensión a la Laguna de los Tres. No es fácil. Fastidia. Hace transpirar. Te da hambre. Mínimo insume, ida y vuelta, nueve horas. Los últimos 90 minutos de subida son una tentación a realizar todo tipo de promesas delirantes con tal de acabar con el esfuerzo. Se impone tener buen estado físico y botas de senderistas. El terreno es inestable. La pendiente, pronunciada. Pero al llegar al objetivo, la vida es más linda que antes. Aquí adelante el lago, allá atrás las agujas de granito: Saint-Exupery, Poincenot y Fitz Roy. El advenimiento, la sublimación. Uno se pone bastante tonto y dice cosas como "es el lugar más lindo de la Argentina", que seguramente es una exageración. O tal vez no.
Uno vuelve como si estuviera enamorado. Se atraviesan arroyos que parecen copiados de un manual de Feng Shui o del bosque en donde Siddhartha, en la novela de Hermann Hesse, se ilumina. Dan ganas de abrazarse a los árboles con barba de viejo, un vector que indica la purificación del aire. Unos pajaritos que se llaman ratoneras vienen a tus pies y te piden comida: son tan amigables que los podés pisar. No es una película de Walt Disney: es verdad. En verano, muchos turistas duermen al aire libre en el campamento Poincenot o el refugio Río Blanco. En primavera y verano, las lengas y los ñires mutan sus colores y se vuelven rojas, naranjas y violetas. Es un paseo terapéutico.
Por Andrés Burgo. Texto extraído de Revista Lugares edición 186.
Publicado en noviembre 2011.
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