Rancho a rancho, los artesanos que tejen ponchos, ruanas, alfombras, pies de cama, fajas y alforjas en El Colte, un tramo muy particular de los Valles Calchaquíes.
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“Cada casita es prácticamente un telar, no te olvides de eso”, advierte Fido Abán, uno de los mentores del Camino del Artesano Calchaquí (Cartec), creado en 2002 con la idea de afirmar la identidad seclanteña.
El camino tiene unos 15 km y va paralelo a la RN 40, del otro lado del río Calchaquí, por la RP 55 –que sale del desvío de Los Colorados (RP 42)– en una zona conocida como El Colte.
Salvo excepciones donde se exponen los tejidos a la vera de la ruta, de afuera se ve una casita y un telar a la sombra de algarrobos, chañares, mistoles, molles. Adentro, gente que trabaja y tejidos para vender. En algunos casos hay que llegar, aplaudir y esperar que salga el artesano.
1. HUGO SANDOVAL
De norte a sur, es el primer artesano que aparece por el camino de Los Colorados hacia Seclantás. Después de varios meses de pandemia y sin poder vender ponchos encontró trabajo en la despensa Faby, en la entrada del pueblo. Pero eso no quiere decir que no teja. En su casa tiene algunos ponchos hechos y otro en proceso, pedido desde Buenos Aires. Vende ruanas y alforjas, y su hit es el poncho con capucha: en lana de llama de color beige, con tiras verticales apenas más oscuras. Una belleza para un desfile de alta costura.
Luego de un rato de charla recuerda que antes, en esa misma casa, eran cinco tejiendo: su mamá, su hijo y sus sobrinos. “Pero se fueron yendo, ahora son pintores de obra en la ciudad”. Quedan él y su nombre, que va de boca en boca. “La gente llega, aunque yo no tenga letrero como otros de más abajo”.
T: (03868) 40-2757.
2. NOEMÍ “KELLY” PASTRANA
“La pandemia nos cortó los brazos”, dice Kelly desde el pequeño local donde exhibe sus tejidos y los de su vecina Sandra Guaymás. Se llama Noemí, pero todos le dicen Kelly. Aprendió viendo a los familiares de su esposo y por curiosidad.
Los ponchos los hace su hijo Sebastián y las terminaciones su hija Danesa. A ella le gusta hilar madejas, lavar, dar el color y pensar los diseños. Su última creación es el poncho corto, vanguardista y que se convierte en varias prendas distintas, hasta en una que parece una camiseta de lana.
El amarillo intenso de la ruana que tiene puesta se logra con cúrcuma y no destiñe, eso dice atrás de su barbijo protector.
T: (0387) 518-9995.
3. SANDRA GUAYMÁS
Es la hija de Marcelina Ávalos, que falleció hace algunos años. Sandra hace las tinturas mientras sus hijos Xiomara y Fermín corretean por la tierra. Y también tiene el telar listo, donde teje ruanas, centros de mesa, bufandas y pies de cama. Vende por su cuenta en el local de Kelly y también teje para otros.
T: (03868) 46-9321.
4. VITALIA HERRERA e hijos del Tero Guzmán
Hace 30 años, el Tero Guzmán le entregó un poncho al papa Juan Pablo II. Se podría decir que ese gesto lo lanzó a la fama. Desde folcloristas como Los Chalchaleros hasta turistas de Berlín y Nueva York, todos querían su poncho rojo y negro tejido por el Tero. Él murió hace varios años, pero en la curva más colorida de El Colte su mujer, Vitalia, y varios de sus hijos tienen posiblemente el stock más nutrido y variado de tejidos para vender. Algunos son propios –se ven los telares bajo los molles– y otros de teleros que trabajan para ellos, que tienen más contactos nacionales e internacionales.
T: (0387) 683-6992.
5. ARNALDO GUZMÁN
Terito le dicen a pesar de que no es ni flaco ni chico, pero sí es el hijo mayor de los 12 que tuvo el Tero Guzmán. Tiene su taller y negocio justo frente al de su madre; es el único hijo que trabaja por su cuenta, con su esposa Elena, que hace las combinaciones de colores y ahora atiende a unos turistas que pararon el auto para preguntar si tenían individuales tejidos. El Terito comenzó de chico con su padre, ovillando como todos, y luego tejiendo cintitos primero, caminos de mesa después y al crecer se animó a los ponchos. Cuando la reina Máxima de los Países Bajos hizo el Camino de los Artesanos paró en su local, pero estaba tan de entrecasa que sólo se enteró después, cuando alguien le dijo que la rubia era la reina. También les vendió ponchos a Los 4 de Córdoba y recibió a Marley cuando anduvo por la zona y a Mario Markic. Junto con su madre, Vitalia, son los más mediáticos de El Colte. Una casa frente a la otra y las dos llenas de flores.
T: (0387) 512-4721.
6. MARCELA Y SILVIA GONZA
Trinidad Gonza, la mamá de Marcela, Silvia y Elpidio, fue una de las primeras artesanas de Seclantás y sus hijas –Elpidio murió este año– siguen su legado. Marcela y Silvia tienen sus mesas de exhibición llenas de ruanas, ponchos, chales, caminos de mesa, alforjas. Trabajan juntas, y Silvia cuenta con la ayuda de su hijo Federico para los ponchos. Marcela acaba de ser madre de Isabella Rosalía, eso la hizo ir más despacio, pero no ve la hora de volver a trabajar: “Esto ha sido mi vida y lo va a seguir siendo porque me encanta”. La escucha hablar su otra hija, Andrea, que está a punto de recibirse de abogada en La Plata y, además, vende las artesanías tejidas de su mamá, su tía, sus primos y tíos a través del IG: @artesaniasgonza. Hace poco contrataron los servicios de la agencia Top Models Seclantás, que coordinan el docente Pablo Costello y su mujer, Nancy Asturiano, y en la cuenta de Instagram ya se ven las fotos y videos de los modelos nuevos.
T: (0387) 419-2706.
7. HILDA ESTHER GUZMÁN Y EDUARDO CHOQUE
Eduardo está sentado atrás de ruanas de colores vivos, alejados del tinte natural: naranja, amarillo, verde manzana, rojo. Al escuchar Revista Lugares se le ilumina la cara y sonríe. Se levanta y está animado por posar con poncho para nuevas fotos. Hace diez años salió a página completa: enseguida muestra la revista, que está bien a mano.
Junto a Hilda Esther, su mujer, se dedican 100% a esto, tejen los dos todos los días, pero en estos diez años él perdió visión y hace un tiempo que usa anteojos para preparar los hilos y tejer una faja en el telar de algarrobo. Ponchos ya no teje ni usa (sólo para la foto: ja, ja), los hacen sus cuñados Flavio y Omar, y ellos los venden.
Hilda Esther teje en el telar de arriba, donde está su casa: mantas, ruanas y caminos de mesa. Y pronto irá al local “en el bajo”, como le dice ella, para tejer una alfombra.
T: (0387) 415-3017.
8. PAULINA Y GABRIELA CANAVIDES
“Aprendí con mi papá, con mi mamá y con mis abuelos y bisabuelos. Seguimos lo que ellos nos enseñaron y ahora mis hijos están aprendiendo. Tejer es nuestra rutina de todos los días”, dice Paulina, que tiene un local muy prolijo donde expone ponchos, capas, ruanas y también sus trofeos.
Se la nota satisfecha y orgullosa mientras posa con un trofeo plateado que obtuvo en la Exposición Rural de Palermo de 2019, donde su poncho de fibra de vicuña de la Asociación San Pedro de Nolasco de Los Molinos fue seleccionado como la mejor pieza artesanal. “El primer día pasó por el jurado y al segundo ya se vendió”, cuenta la telera y muestra un tejido de técnica barracán, más complicada.
Bajo la galería se ve un telar con un pie de cama gris con guarda blanca y marrón. Es uno de los 30 que tiene encargados para un hotel de la Patagonia. Lo dice contenta y entusiasmada después de un año durísimo. Es una de las pocas mujeres que se le animan al poncho, un tejido propio de hombres porque requiere más fuerza para manejar la pala que traba el tejido. Trabaja con diseños antiguos y los va complicando, tratando de mejorarlos. A veces se queda varias horas, ocho, diez, frente al telar. Prefiere no escuchar música: cuando está en silencio distingue los cantos de los pájaros y puede sentir el viento, las ramas que se mueven.
T: (0387) 474-8144.
9. OMAR GUZMÁN
En el barrio San Cayetano, en Seclantás, Omar teje igual que cuando era chico. El telar está en el patio, bajo una sombra, y entre las estacas hay un pie de cama de colores preciosos, de 1,70 x 0,72. Omar es sobrino del Tero Guzmán y cuando era chico competía con él a ver quién lo terminaba antes. “Urdíamos de a par: diez metros de tela con hilo fino”. Como a muchos artesanos, a él también le enseñó su abuelo. En general, no vende en su casa, hace piezas para otros artesanos y ellos las venden. Como dicen por acá, “es telero de otros”.
La mujer de Omar se llama Mabel Díaz y durante los años que fue directora de la Escuela 4439 Vera Peñaloza de El Colte incorporó la enseñanza de telar y tintura de lanas. Muchos de los chicos de ese momento la recuerdan. Omar expone en lo de Esther Guzmán.
T: (03868) 46-7193.
SECLANTÁS ADENTRO
10. SALVADOR SANDOVAL
De oficio, pellonero
Salvador tiene los ojos chicos y brillantes, la piel curtida como los cueros que trabaja. Es pellonero: lava, soba y humedece los cueros de oveja que luego quedarán suaves, blancos y mullidos como un colchón.
Vive con Lucía Figueroa, su mujer, en Seclantás Adentro, donde hace años casi todos eran pelloneros. “Ahora he quedado yo solo. Los changos no quieren olor a oveja, entonces nadie está aprendiendo”.
Mientras Salvador le pega patadones al cuero, Lucía Figueroa, su mujer, hace hilo con la rueca. “Bien aclarado el día, hago la primera mordaza. Habían gentes más viejas que lo hacían y yo he copiado. Al principio no podía sacarle la mugre y me han dicho: Tírele agua y baile encima del cuero y ahí unas pataditas más. Meta joder con la bota y el guanito se va saliendo y blanquito va quedando. Así lo hizo, en el río Brealito, y los vecinos lo veían bailar y a él le gusta porque es su oficio.
Hubo un tiempo en el que vivió en Buenos Aires; era oficial mosaiquista, pero después llegaron las máquinas y su trabajo se pagaba poco, hasta que se discontinuó y volvió a sus pagos.
Desde hace una semana usa anteojos y eso hizo toda la diferencia: “Ya no veía bien clarito”, dice con un corderito espeso en las manos y una herramienta parecida a un tenedor que peina y se la fabricó él, como casi todas las que usa.
El juego de pellón con alma consta de tres cueros: inferior, medio y superior, es decir que quien monte irá como en un colchón, y cuesta $6.000.
Él no usa teléfono celular, Lucía sí.
T: (0387) 457-2284.