1. Emiratos Árabes: esquiar en el shopping
El año pasado las fotos dieron la vuelta al mundo: los calurosos y áridos Emiratos Árabes Unidos amanecieron cubiertos por una capa de diez centímetros de nieve, en la frontera con Omán, después de una inédita ola de frío que hizo bajar la temperatura a -5°C.
No tardaron en aparecer las batallas de bolas de nieve y los muñecos tocados con la tradicional guthra a cuadros rojos y blancos.
Pero este fenómeno excepcional se puede vivir todo el año ¡y en un shopping puertas adentro! Es sabido que los emiratos volcados al turismo, especialmente Dubai, sacan la artillería pesada cuando se trata de posicionarse para captar visitantes, en vista de una reconversión para un futuro sin petróleo. Pero en 2005 el gigantesco Mall of the Emirates realmente se superó con la apertura de Ski Dubai, una de las mayores estaciones de esquí indoor en el mundo.
El área esquiable abarca 22.500 m2, con cinco pistas –la más extensa, de 400 metros– que pueden recibir hasta 1500 personas.
Hay esquí, snowboard, tirolesa y un paseo en aerosilla, además de un encuentro con pingüinos... todo bajo techo y siempre a la conveniente temperatura de -1°C durante el día y -6° durante la noche. No falta, por supuesto, una escuela de esquí para que los chicos emiratíes se inicien y luego, probablemente, se luzcan en las pistas más famosas de Suiza.
Mall of the Emirates, planta baja. Abierto de 10 a 22. Una entrada combinada para seis atracciones del parque de nieve, más un encuentro de 40 minutos con pingüinos, cuesta 365 AED (US$99).
2. Alemania: fiebre en el trópico
El fotógrafo Reiner Riedler se dio a conocer con una serie de imágenes llamadas Fake Holidays, que documentan lugares de vacaciones que resultan ser puro espejismo. Si la nieve le pone el toque helado al calor de Dubai, Tropical Islands le pone calidez a la fría Alemania: el complejo asegura que ofrece "lo mejor de los trópicos" para todas las edades, con numerosas actividades como para sentirse en el corazón del Caribe.
Se trata de un parque temático cubierto ubicado en Brandeburgo, a 50 kilómetros de Berlín, realizado dentro de un antiguo hangar para aviones que fue controlado por las fuerzas soviéticas durante la Guerra Fría. Puede recibir más de ocho mil visitantes diarios y ostenta el récord de ser el parque de agua interior más grande del mundo.
No es el único hito: también es el mayor espacio del mundo sin columnas interiores de soporte y una de las mayores construcciones del globo por su volumen. Tanto que hasta ofrece vuelos en globo –siempre indoor– a 15 metros de altura. Lo cierto es que presenta una ilusión interesante, aunque ilusión al fin: como en un invernadero, la temperatura se mantiene constante en 26°C y la humedad en el 65%, lo que permite tener una selva interior, plantas tropicales y por supuesto piscinas, bares y restaurantes que generan, entre áreas temáticas y juegos de agua, un perfecto simulacro de viaje a regiones de invierno menos inhóspito que el norte de Europa.
Tropical-Islands-Allee 1, 15910 Krausnick, Alemania. Opera las 24 horas, los siete días de la semana (aunque los visitantes no pueden acceder desde la medianoche a las seis de la mañana). Entradas desde 42 euros por día (adultos), con acceso al sector tropical y el área externa Amazonía. Por 49 euros se puede agregar el ingreso al área de spa y fitness.
3. China: París era una copia
Teníamos un París en Las Vegas (además de otro en Texas...) Y una Torre Eiffel en el Epcot de Orlando. Y hasta esa mini-Eiffel que es la Torre de Tokio, en la capital japonesa. Pero China lleva las cosas un poco más lejos. Lo que tienen allá es directamente un París entero, menos en el nombre: porque se llama Tianducheng y queda en las afueras de Hangzhou, en el este del país.
Planificada como una réplica de un típico barrio parisiense "a la Haussmann", el centro es naturalmente su propia Torre Eiffel, que muchas parejas de novios chinos que no pueden permitirse el viaje hasta la original eligen como decorado para sus fotos de casamiento (aunque mida 107 metros, solo un tercio respecto de la auténtica).
La París china tiene algo más de una década –su construcción comenzó en 2007– y aunque los reportes hablan de un fracaso inmobiliario, con muchos menos habitantes respecto de los 2000 previstos, los videos de propaganda citan a residentes que aseguran haber sentido allí la auténtica "atmósfera de París".
En todo caso no faltan los jardines de Versailles, Montmartres, las Tullerías. Al punto que en las series fotográficas que circulan yuxtaponiendo los lugares de la París real y su réplica no siempre es fácil distinguirlos si no aparecen los residentes.
Esta duplitectura –tal el nombre del fenómeno– no es sin embargo una novedad en China, donde ya existen réplicas de los castillos franceses y de Venecia. E incluso otra Torre Eiffel, en el parque Window of the World, de Shenzhen.
Para llegar hay que volar de Pekín hasta Hangzhou, y desde la estación ferroviaria local seguir en bus (o en taxi).
4. España: el lejano oeste... europeo
Lawrence de Arabia, Por un puñado de dólares, Había una vez en el Oeste, Indiana Jones y la última cruzada, Éxodo: dioses y reyes. No podrían ser películas más distintas, ni de épocas o ambientaciones más diferentes: sin embargo, todas comparten el haber sido filmadas en la misma locación, el desierto de Tabernas en Almería (sur de España). El mismísimo donde también Richard Lester filmó, con John Lennon, la película Cómo yo gané la guerra (1967), que inspiraría el largo viaje del profesor español contado por David Trueba en Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013).
En Tabernas llueve poco y nada… salvo cuando llueve a cántaros, y entonces el agua se lleva lo poco que hay, formando su particular paisaje. En los años 60 se convirtió sorpresivamente en el Hollywood europeo y, aunque sin el esplendor de antaño, sigue siendo locación frecuente de publicidades y series, de Dr. Who a Games of Thrones.
Fue la capital del spaghetti western que tuvo su esplendor con Sergio Leone: y es por eso que quedan aquí algunos de los decorados que sirvieron para las películas. Sobre todo las ruinas del pueblo Nueva Frontera, que se usó en varios western, y la fortaleza mexicana que se construyó para el film El Cóndor (1970). Este desierto europeo que replica las áridas estepas de Arizona y California –aunque sus 280 km2 sean en realidad una superficie mucho menor– es una reserva natural donde brilla el sol tres mil horas al año.
Fort Bravo, Texas Hollywood, cerca del pueblo de Tabernas. Es un estudio donde se recrea parte del Lejano Oeste, con su prisión, saloon y viejas casas de madera; y un poblado típicamente mexicano. Oasys y Western Leone, a pocos kilómetros, son otras atracciones turísticas parecidas.
Las entradas a Fort Bravo cuestan 19,40 euros (adultos) y 9,90 euros (niños). Incluye la visita a los estudios, estacionamiento, paseo en carruaje tirado por caballos, y show western dentro del saloon. En Oasys la entrada cuesta 22,5 euros (adultos) y 12,5 (niños). También hay espectáculos en vivo y una reserva con animales.
5. Las Vegas apuesta por Venecia
La capital del pecado y los casinos es probablemente el mayor reino de la réplica que se pueda imaginar. En este derroche de poca imaginación y mucha inversión se hizo famosa no solo la falsa Torre Eiffel del hotel París, sino también la falsa Venecia del Venetian Resort Hotel Casino, considerado el segundo hotel más grande del mundo, con 4049 habitaciones y 3068 suites, que pueden llegar a costar hasta 10.000 dólares la noche.
El casino no se queda atrás, con 11.000 m2 para probar suerte a sus anchas. Inaugurado hace casi dos décadas, con una parafernalia de gondoleros que acompañaron la presencia de la inoxidable Sophie Loren, el hotel de los 1500 millones de dólares se inspira en el glamour imperecedero de Venecia y sus canales, la Columna del León de San Marcos, el Palacio Ducal, el Campanil y el puente del Rialto.
Lo que natura non da… Las Vegas lo presta, de modo que se suple la falta de auténtica historia con arte verdadero, como el que exhibió el Museo Guggenheim Hermitage durante los siete años que funcionó dentro del complejo, o las celebridades genuinas por las de cera, como las del Museo Mme. Tussaud que también tiene aquí una sede. Para sentirse como en Venecia (con un poco de imaginación) hay que subirse a las góndolas que proponen recorrer los canales del centro comercial Grand Canal Shoppes.
3355 S Las Vegas Blvd, Las Vegas, Nevada. Cuenta con una sucursal del Tao Nighclub neoyorquino y numerosos restaurantes, todo en la línea del lujo. www.venetian.com