Desde Piedra del Águila, epicentro del eclipse. Los dos minutos mágicos que no se olvidarán nunca
Pocas veces se da, se dio, y se dará, un acontecimiento de esta magnitud astronómica en una misma región con tan poca diferencia temporal. El eclipse de hoy llega tan solo un año y medio después del que se pudo ver también en Argentina y Chile el año pasado. La diferencia es que en el 2019 pudimos ver la totalidad del mismo en la zona central de ambos países, y este año lo disfrutamos en Patagonia, en una franja que cubre desde el oceáno Pacífico, atravesando las provincias de Neuquén y Río Negro, desde Piedra del Águila, epicentro de la totalidad en tierra neuquina, atravesando la las pequeñas localidades cordilleranas de Aluminé, Junín de los Andes, Las Coloradas, en el centro la provincia; y El Cuy, Sierra Colorada, Ramos Mexia y Valcheta, en la estepa rionegrina hasta Las Grutas y El Cóndor, en la costa atlántica, para fundirse en el mar.
Y acá estamos, en Piedra del Águila, un pueblito en el medio de la nada patagónica, a doscientos kilómetros de la ciudad de Neuquén, en este rincón de apenas 5 mil habitantes, que hoy recibe unos 8 mil visitantes, y que antes de la pandemia esperaba recibir unos 50 mil.
“Sorteamos todos los obstáculos para llegar y estamos felices de estar acá, esta esplendido”, dice Griselda, que llegó desde Buenos Aires en avión junto a sus amigos Lautaro y Paula, todos treintañeros. “Fue toda una aventura, no nos queríamos perder esto, es una maravilla, es emocionante. Te muestra el sentido de la naturaleza, de la maravilla del universo. Y nos parece hermoso que sea el mediodía, observarlo a esa hora es otro efecto, queremos llevarnos eso grabado en el alma”.
Hay un viento feroz, y los visitantes se acurrucan entre los arbustos, sentados en el piso, en improvisados campamentos con sillas playeras. Todos tienen a mano sus anteojos, que cada tanto se ponen para observar la parcialidad del eclipse, que solo se puede con protección, anteojos con filtro especial para no dañar la vista.
Lucinda y un grupo de ocho amigos llegaron desde Villa La Angostura. Varias son docentes de una escuela Walfdorf y Lucinda, además, estudia astrología. “Estar acá me parece clave, porque dicen que se abre un portal. La luna tapa el sol, y es como que el consiente es tapado por el inconsciente y algo energético esta pasando. Mi expectativa es que se haga de noche”, dice al mediodía, un rato antes de la totalidad, que se dará poco después de las 13 horas. Su amiga María Sol interviene y dice que modifica también el comportamiento en la plantas, animales y en el ser humano. “Por eso hay que observar los cambios en los comportamientos de plantas y animales a medida que se va haciendo la sombra”.
Un eclipse solar total sucede cuando el sol, la Tierra y la luna se alinean de tal forma que esta última se interpone en el recorrido de la luz solar antes de llegar a nuestro planeta. La luna pasa por la cara del sol y lo oculta completamente durante por poco más de dos minutos, dos minutos diez segundos para ser exactos, acá en Piedra del Águila. Dos minutos de oscuridad, de una luz extraña. Dos minutos que provocan la confusión de animales y plantas, y la euforia de los seres humanos. Dos minutos largamente esperados. Y entonces, cuando la luna tapa el sol por completo, y la sombra se proyecta sobre la tierra, todos gritan, se abrazan, saltan aplauden. Hay quienes lloran. Dos minutos que muchos de los que estamos acá esperamos ansiosos, durante un largo tiempo, con la incertidumbre que le imprimió la pandemia para viajar en tiempos de Covid.
Suele decirse que eclipses ocurren todo el tiempo, se ven noticias astronómicas cada vez más seguido en los medios de comunicación, y de hecho, puede haber hasta cinco eclipses solares en un solo año. Pero un eclipse total de sol sólo ocurre aproximadamente una vez cada 18 meses, cuando la luna esté en la posición correcta para bloquear completamente la luz del sol. Pero el camino de la totalidad, o sea la franja de sombra que va atravesando la tierra, también tiene su preámbulo a medida que la luna comienza a morder el sol, hasta cubrirlo totalmente, y su prefacio cuando se va descubriendo. Acá, la luna comenzó a “morder” el sol las 11 de la mañana, alcanzando la totalidad a las 13 y terminará de retirarse a las 16.
Mariela Corti es doctora en Astronomía, investigadora del Comicet, y docente de la Universidad Nacional de la Plata. “Elegimos este lugar desde hace tiempo con quienes vengo trabjando sobre el eclipse. Pero hoy vine a disfrutar. Estuve haciendo un taller sobre armado de cámara oscura e iba a dar uno de la lluvia de gemínidad, pero no se pudo observar. Disfruté con la observación directa, con anteojos, proyectando con cámara oscura, con un colador, y en la hojas de lo árboles, que se veían las hojas en el piso las hojas a través de la sombra del eclispe. Es hermoso”.
El próximo eclipse será de acá a un año, el 4 de diciembre en la Antártida, y recién habrá otro más por estas tierras en el 2048. También será por el sur, en Chubut arriesga Mariela. La Patagonia es la más afortunada, le tocan la mayoría de los eclipses”.
Poco después de las 16, buena arte de los peregrinos y cazadores de eclipses, se irán retirando y esta localidad volverá a su apacible transcurrir.
“Me pone contento”, dice Kianu, de 8 años, ante la pregunta de un cronista, minutos después de la totalidad, visiblemente excitado. “Im-pre-sio-nan- te - interviene Fernanda, la madre -. Está toda la familia, sus hijos Victor y Juan, y su padrino. Vienen de Luis Beltrán, en Río Negro, y lo iban a ver en Valcheta, en la estepa rionegrina, pero vieron que estaba nublado y se vinieron para acá. “Ojala pueda llegar para 2048, porque es increíble”, agrega y se le pianta un lagrimón.