Con base en Chos Malal
Al norte de la Cordillera del Viento, el volcán Domuyo se yergue sobre sus 4.702 metros ?el pico más alto de los Andes patagónicos? y en su cresta hay un inmenso caldero humeante de fumarolas, con géiseres y olletas que contienen aguas termales. Para llegar, hay que remontar el ripio de la RP43 y luego meterse hacia el este por caminos complicados; no es, decididamente, para ir en auto y sin guía.
Durante la Conquista del Desierto, el gobierno argentino quiso incorporar ?y lo logró? los territorios de las comunidades mapuches que respondían a un poderoso cacique, Feliciano Purrán. El asentamiento del ejército fue el fortín Chos Malal ?corral de color ocre, en voz indígena?, hoy una ciudad de más de 12 mil habitantes, fundada en 1884 por el general Olascoaga, primer gobernador, y capital del territorio hasta 1904.
Situado en las confluencias de los ríos Curi Leuvú y Neuquén ?punto desde el que salen los caminos hacia Mendoza, al norte, y Zapala al sur?, esta tranquila localidad tiene un interesante museo histórico que funciona en el edificio de la antigua gobernación, y la entrada es gratuita; su pintoresco casco antiguo guarda rasgos de influencia cuyana.
A más de 400 km de la capital neuquina y a 45 km de Chos Malal, en dirección noreste, el Parque Provincial Tromen guarda laguna y volcán del mismo nombre, un destino a la medida de los amantes del birdwatching. El hábitat acuático es una vasta reserva de aves; patos, cisnes de cuello negro, macás, cauquenes y ejemplares migratorios como el playerito y el chorlito nadador ?que llegan desde la tundra canadiense? animan el festín visual.
Desde los pastizales orilleros se ven los nidales y la figura cónica del Tromen, estirándose ahí, tan cerca que bordeando la laguna hacia el este, puede observarse el escorial de una olvidada furia telúrica. El parque fue creado el 15 de octubre de 1971 y debe su nombre al vocablo indígena tomen, que significa totora o espadaña; a su vez, al volcán se lo llama Pun Mahuida, que quiere decir cerro negro o nublado.
La laguna Tromen (no confunda con el lago homónimo, ubicado dentro del P. N. Lanín, al sur del lago Quillén) se abre entre el volcán y el cerro Wayle ?o Huaille? activo parque de nieve para principiantes; en temporada, el parador funciona como escuela de esquí.
Viaje fantástico
A quien desconoce la desmesura de los escenarios naturales, no le cabe el asombro que provoca pasar del desierto a la concentración de elementos de los paisajes precordilleranos, atiborrados de lagos y bosques de cuento. Más profundo aún es ese asombro si se le añade la fuerte impronta aborigen que aquí muestra la cultura local. Y para completar el cuadro, de las profundidades de la tierra brota la riqueza de las aguas termales, recurso saludable de gran valor que posiciona a las de Copahue como las mejores de la región.
Camino a Las Lajas, por el asfalto de la RN40, una sucesión de cerros, pampas y la Cordillera del Salado al este de la ruta; detrás de esta cadena, la extensa Pampa del Agua Amarga y más allá, siempre hacia el este, el curso irregular del largo río Neuquén. En el trayecto aparece el río Salado, que baja al encuentro del Agrio, corriente inseparable del camino rumbo a Loncopué por la RP21. En el ascenso, es común ver durante el verano, piños de chivos que bajan a los valles, o suben a la montaña, según, por lo que es prudente andar con cuidado y resignarse a circular a paso de hombre lento entre ese mar de cuernos y los crianceros que los arrean.
Después de Loncopué, la ruta pasa a ser la RP26; sobre el Km 16 se divisan los Riscos Bayos, formaciones rocosas de altura considerable que están dentro de la propiedad de Eduardo y Carine Coscarelli. En un frente de aproximadamente cuatro kilómetros, con muros de hasta 50 metros de alto en los cañadones, recuerdan a los de Capadoccia, en Turquía. Los Coscarelli sueñan con que este paraje se convierta, algún día, en Patrimonio de la Humanidad.
Sin dudas el lugar es fantástico y la puesta en escena de sus anfitriones lo reafirma. Al atardecer, hora mágica si las hay, es cuando reciben a reducidos contingentes de turistas; Carine los guía hasta los riscos, vestida con una túnica blanca y etérea que el viento mueve como si fueran alas, y ella relata el origen volcánico de estas formaciones. Esta rutina se repite todas las tardes y los visitantes quedan embobados, entre revuelos de túnica, trepadas, la visión de tantos cipreses que brotan de las paredes rocosas, y el misterio que destilan los relatos de Carine.
Abajo, en la casa, espera una gran mesa con despliegue de vajilla, copas y velas para celebrar el encuentro con sabores a escabeches y ahumados de producción propia y vegetales de la propiedad.
Caviahue: lugar de fiesta
Así bautizaron a esta villa situada a 1.600 metros sobre el nivel del mar y frente a la costa del lago homónimo; durante el invierno y hasta bien entrada la primavera es un concurrido centro de esquí. El enclave crece y en estos últimos años ha experimentado un auge notable en lo que a infraestructura concierne. Es cierto que no tiene el despliegue arquitectónico, ni el trazado urbano ni la variedad de servicios de otros puntos urbanos de Patagonia norte; pero es en ese estado semisalvaje donde reside su encanto. Por empezar, tiene el beneficio de ser área protegida como Parque Provincial Caviahu -Copahue, un paraíso del trekking y las cabalgatas.
El hábitat es de araucarias que parecen eternas, bosques de ñires, cascadas ?como La Escondida y su laguna? y el gran Salto del Agrio, una caída multicolor de 60 metros que mezcla tonalidades verdosas, ocres y rojizas hasta derramarse en una olla natural y esmeralda, para seguir hacia el curso del río Neuquén.
Camino a ese salto, yendo desde Copahue, aparece la Hostería del Agrio, donde Máximo Junquet y Ximena Olivas se dedican a la cría de perros siberianos y a la producción de cerveza casera. La hostería supo servir de refugio a los que osaban aventurarse en pleno invierno a cruzar el puente vecino, sobre el río Agrio. Hoy como ayer, las nevadas siguen cayendo, y a pesar del aislamiento a que esta circunstancia los obliga, juran que no cambian este destino por nada del mundo.
El lugar es agradable y adecuado para disfrutar una cerveza de la casa con una tabla de ahumados mirando el río Agrio, que pasa a un costado de la propiedad.
Del otro lado del lago Caviahue, escondida en el bosque, está Rincón Hueney, que atienden Salvador Rubio y su mujer, Liliana López. Hace un año que están y se los ve felices por haber cumplido con su sueño de vivir en el sur; abandonaron el Banfield natal ?provincia de Buenos Aires? y su imprenta del barrio de Palermo. Liliana estudió para ser chef y aquí oficia de tal, encantada de preparar delicias para el té y comidas para grupos que llegan a la noche para despedir el día con show de tango y a media luz.
La otra mirada sobre la región la da el visitar las comunidades indígenas que sólo reciben grupos organizados (se contrata la visita a través de las agencias u hoteles locales). Los Millaín Currical abren las tranqueras de sus reservas para que el público conozca sus tierras de lagos y bosques y la cultura que los identifica, compartiendo en amable informalidad un almuerzo con tortas fritas y cordero asado. Juan Millaín es maestro y, por lo tanto, el portavoz de la comunidad a la que pertenece; con él se aprende a entender la cosmovisión de los mapuches. Sepa que para pasar de una propiedad comunitaria a otra, hay que pagar peaje; ahí están la tranquera y alguien que se encarga del cobro.
En Caviahue parece que todavía todo está por arrancar, un desafío para la gran mayoría que llega desencantado del trajín de las grandes ciudades y con muchas ganas de enfrentar nuevos desafíos. De entrada, les toca apechugar con la larga temporada invernal que suele prolongarse más allá de octubre. Cae tanta nieve que, por años, éste fue el lugar de entrenamiento para los que estaban destinados a pasar largas temporadas en la Antártida.
Lugar de azufre
Cuando el comerciante ucraniano don Bernardo Bercovich, se instaló en 1935 con su familia, presagió el futuro de este lugar subordinado a la ciclotimia del volcán Copahue. El hombre compró un terreno y con un crédito provincial levantó dos hoteles: el City Hotel y, tiempo después, el Copahue Hotel, que en la época se perfiló como la contraseña para embajadores y personajes de la cultura.
En ese entonces, cada hotel tenía sus propios baños termales con su correspondiente bañero. Ahora el poblado luce muy diferente, y más bien parece una clínica a cielo abierto.
Dicen que la termas del Copahue son las termas más completas del mundo, con un rango de 14 variables en las propiedades de sus aguas; según los minerales y las soluciones resultantes, sirven para tratar desde aspectos dermatológicos hasta respiratorios. El hombre blanco no descubrió estas bondades, porque para los aborígenes el valor terapéutico era conocido ?y usufructuado? hacía siglos. Recién en 1870 el doctor Ortiz Vélez ?médico argentino radicado en Chile? obtuvo el permiso del cacique Cheuquel ?hermano de Purrán? para traer hasta aquí a sus enfermos.
En lo que sería la calle principal, está el centro de hidroterapia, perteneciente al estado provincial, con capacidad para más de 2.500 baños diarios, con piletas a la vista. Donde se ve el agua a borbotones, el agua está a 70 grados centígrados; de hecho baja del volcán a alta temperatura y a medida que cae en las diferentes fuentes o lagunas, se va enfriando. Las lagunas son tres: Sulfurosa, Verde (para tratar enfermedades de la piel) y del Chancho, así llamada por su olor hediondo; será la más pestilente pero aseguran que es la mejor (mezcla de aguas sulfatadas con barros orgánicos) y permite combinar la fangoterapia y la hidroterapia.
Copahue tiene una variada oferta hotelera; los establecimientos incluyen pensión completa, pero de programas nada. La gente viene hasta aquí con el único objetivo de hacer sus tratamientos, y nada más buscan descansar en esta villa de pinta gris amarronado, una tonalidad que hay que deberle a los vapores y humos azufrados que flotan en el aire.
Algunos se pasean en traje de baño por las pocas calles que tiene el pueblo, que vive desde noviembre hasta mayo. Después, ya se sabe, le nieva encima hasta quedar sepultado. En 1999 hubo intentos de calefaccionar las calles, pero fueron vanos.
Una visita al cráter del volcán Copahue (2.953 msnm) es la única opción para romper la rutina de las terapias. Hay que salir casi al alba para llegar antes del mediodía; en total son cinco horas de caminata entre ida y vuelta. Un consejo: evite las cabalgatas. Sólo un buen jinete logra llegar airoso a la cima, ya que el suelo ?pura ceniza volcánica? es muy blando y los caballos sufren mucho para trepar sin derrapar. Vale el esfuerzo del trekking, eso sí, para hacer cumbre y descubrir la laguna en el cráter, espesa de un agua verde claro con manchones amarillos de azufre. Desde allí se ve un pequeño glaciar en la divisoria de aguas entre Chile y Argentina; del otro lado de la frontera, se abre la región del Bio Bio.
A la entrada del pueblo, otra visita obligada es la de las piletas naturales de Las Maquinitas, con temperaturas entre 30º y 70º. El complejo es de ingreso gratuito, con un cuerpo de policías termales que controla el lugar para que nadie robe el preciado barro de Copahue, llamado el oro negro de la zona.
Por Julia Caprara
Fotos: Esteban Mazzoncini
Publicado en Revista LUGARES 106. Diciembre 2004.