CORDOBA. Está en Córdoba pegado a la Manzana Jesuítica, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2000. Es vecino de la Compañía de Jesús (consagrada en 1671), el Colegio Nacional de Monserrat (fundado en 1687) y de la Universidad Nacional de Córdoba (creada en 1613). El Virreinato es un hotel que funciona en una construcción jesuítica de 1670 en lo que habría sido el patio de los talleres de tejas en la época de la colonia. La última pared del lugar –que se mantiene original- es la que separaba el lugar del acceso al rancherío, donde vivían los esclavos.
"Virreinato porque aquí convivieron habitantes originarios, negros, jesuitas. Con lo bueno y lo malo de cada uno", describe Matías Planas, integrante de la familia que administra este hotel boutique de sólo tres habitaciones que abrió hace menos de dos años y en donde hay más de mil objetos de arte de diferentes épocas y geografías. Una parte muy generosa es de arte colonial.
En 1867, cuando se abrió la calle Duarte Quirós –sobre la que está la casona- voltearon una parte de las construcciones. El lugar tuvo múltiples usos hasta que en 1978 Guillermo Barranco Chamás y Barón Eduardo Moyano Miller, anticuarios, socios y amigos, lo compraron. Conservaron una gran parte de la construcción original y, siguiendo el mismo estilo, levantaron otras habitaciones.
Nunca funcionó allí su negocio, El Arcón, pero fueron amoblando la casa con antigüedades y trasladando piezas de colección. "Barranco Chamás era artista; pintaba, esculpía y restauraba muebles. Le dedicó mucho tiempo a este lugar que está decorado de manera ecléctica, pero con ojo, buen gusto y estilo", repasa Planas, quien es su sobrino nieto.
En los diferentes ambientes hay tallas de madera del siglo XVII, gigantescos espejos venecianos, morteros de piedra y madera de diferentes zonas de Córdoba, un retablo colonial de iglesia, un sagrario salteño, herramientas de trabajo de distintas épocas, porcelanas chinas, vasijas jesuíticas fechadas en el 1700 y pinturas de diferentes autores, incluidas las de Barranco Chamás.
Cuatro enormes retratos, dos de quienes fueran dueños de la casa y dos de mujeres de la familia, reciben a los pasajeros. Los pintó, en distintas épocas, Barranco Chamás. La idea de la familia –además de Matías intervienen en el gerenciamiento su hermano Lucas y su madre Graciela Menéndez- es convertir el espacio en una casa museo. Están a punto de habilitar un taller de reparaciones para trabajar allí en el mantenimiento de las piezas y muebles.
Los túneles del primer subsuelo están intactos; siguen el patrón de las construcciones jesuíticas tradicionales. De hecho, están presentes en los edificios vecinos y hace unos meses –en un trabajo que lleva adelante el área de Arquitectura de la Provincia- en el Virreinato detectaron la existencia de otros más en un segundo subsuelo. Unen la casona con el Colegio Nacional de Monserrat que está cruzando la calle. Por ahora, siguen cerrados.
"La decisión de abrir el hotel fue un paso en el sentido de preservar el edificio y la colección y, además, seguir con lo que era un hábito del tío abuelo: usar la casa para reuniones sociales, que otros la pudieran disfrutar", resume Planas.
La Manzana de las Luces –como también se llama a la Jesuítica- está en pleno centro de la ciudad de Córdoba; se la denomina así porque allí "se gestaron las luces del conocimiento que alumbraron" al país. Comprende el Colegio Nacional de Monserrat, la sede del antiguo rectorado de la Universidad de Córdoba (hoy museo), la Biblioteca Mayor, la Capilla Doméstica y la Iglesia de la Compañía de Jesús. Comenzó a formarse por 1599 cuando los primeros jesuitas se asentaron en estas tierras.