Cómo es el día a día de una periodista argentina que tiene coronavirus en Dinamarca
COPENHAGUE, Dinamarca.- Después de pasar el día en Oslo, desde que volvimos a Copenhague, donde vivo desde hace 13 años, mi marido y yo empezamos con fiebre alta, respiración seca y pérdida del olfato y del gusto. Ante la duda no salimos a la vereda.
Llamamos al médico, que nos recetó solo cuarentena y paracetamol para bajar la temperatura. Nos dijo que tenemos coronavirus. No pasamos por el test porque acá no le hacen test a nadie que no esté en situación vulnerable. Los médicos nos dicen que casi todos nos vamos a contagiar y que después del verano se viene otra tanda de contagios. El proceso de la enfermedad lo vivimos encerrados en casa, los cuatro. No fue necesario internarnos.
Por suerte ya pasamos la peor fiebre, que llegó a los 40 grados, con mucho dolor de cabeza y ojos. El médico dijo que de todas formas fueron síntomas leves. Ahora nos quedan completar los 14 días en casa. Recién pasaron siete y parece una eternidad.
Los chicos, de 10 y 12 años, están sin síntomas, apenas dos estornudos. Tenemos reserva de comida y un vecino, que como muchos, se ofreció a hacer compras para toda la cuadra.
Los chicos siguen las clases como todos los días por una aplicación. De la escuela les mandan las consignas y ellos siguen los libros, al menos por el momento. Creo que después del 27 de marzo (porque hasta ahí fue el anuncio) van a implementar otro sistema.
Mi marido sigue trabajando, porque ya unas semanas antes habían armado un plan de emergencia a distancia.
Yo, a pesar de no sentirme bien, no paro de ayudar a otros argentinos que están acá y no entienden el idioma y están súperperdidos.
La barrera del idioma dispararon los mensajes en mi cuenta de Instagram @mecopenhague hasta atorar la casilla. Cuando cerraron las fronteras no dormí. El anuncio lo traduje al instante: "Los turistas ya no pueden ingresar a Dinamarca". Los viajeros desde España, sin respuesta de las aerolíneas, preguntaban qué hacer.
La resignación resultó tan contagiosa como el virus. Las placas para viralizar reclamos urgentes pasaban de historia en historia.
Copenhague es una ciudad tranquila y silenciosa, ahora en especial. La gran mayoría de la población está en sus casas, algo que con los largos inviernos saben hacer bien. En este momento no hay amontonamiento ni en los trenes de la mañana que pasan por estaciones casi vacías. En especial después de que la primera ministro danesa, Mette Frederiksen, anunció hace una semana el cierre de escuelas, universidades, museos e instituciones
Lo vemos por la televisión, porque no salimos más desde que nos bajamos del ferry que nos trajo de Oslo, que ya estaba prácticamente desolado y la regla de mantener un metro de distancia entre personas se cumplió al desembarcar.
La llegada del virus
Las vacaciones de invierno fueron la puerta de entrada del Covid-19 a Dinamarca. En enero la preocupación se sentía lejos, mientras hacía estragos en China, pero a fin de febrero el primer caso se exportó desde el norte de Italia. Más preciso: desde un centro de esquí al límite con Austria. El primer contagiado fue un periodista del canal de televisión TV2; el segundo no llegó a ser noticia; y el tercero un médico que regresó de una conferencia en Alemania, donde un colega volvía de vacacionar en el mismo pueblo italiano. La amenaza no tardó en expandirse y los nuevos casos dejaron de ser anécdota para aumentar el contador de infectados a gran velocidad.
Hoy el ferry flota en la terminal de Nordhavn junto a otros barcos. Por ahora no cruza a Noruega. Por aire, Scandinavian Airlines, la principal aerolínea nórdica, suspendió 100 rutas que salen de Dinamarca, y solo mantiene un vuelo doméstico entre Copenhague y Aalborg. Norwegian redujo el 85% de sus vuelos y envió al 90% de sus empleados a casas, un total de 7300 trabajadores. A través de su página web solicita a quienes no tengan pasaje para los próximos tres días, que se contacten más adelante. A su vez, los pasos de frontera terrestres, que conectan a Dinamarca con Alemania, solo permiten el paso de transportes con mercaderías.
Desde la primera conferencia de prensa, Mette Frederiksen pidió a los daneses que estuvieran fuera del país: "Vuelvan lo antes posible". Lo repitió en las siguientes declaraciones, ella y sus ministros. Birgit y Finn Hansen, de 82 y 83 años, estaban de vacaciones en Francia, con la idea de quedarse hasta mediados de abril, pero al leer la advertencia del gobierno adelantaron la vuelta. Del mismo modo lo hizo Nicolas Rasmusen, que estaba de vacaciones familiares en EE.UU. e interrumpieron de inmediato. "En el avión nos pidieron todo el tiempo mantener la distancia" cuenta Nicolas.
No corrieron la misma suerte los 1173 daneses varados en Marruecos. Todavía las autoridades conversan para lograr el permiso y enviar un avión vacío, que los rescate de un aeropuerto cerrado, y los traiga de vuelta. Parece que pronto lo concretarán.
Desde el gobierno sienten haber tomado las medidas a tiempo y se concentran en un paquete de leyes de emergencia que anuncian con cuentagotas. Hasta el momento, restaurantes, shoppings y peluquerías también cierran. Solo se permite abrir farmacias y mercados de alimentos. La curva de casos aumenta, no se dispara, más bien parece contenida. De toda formas, decir que un día hay 1044 contagiados, 129 internados, 24 pacientes en terapia intensiva y cuatro muertos es hablar sobre números que pronto quedarán desactualizados.
Restricciones en los supermercados
Los supermercados reponen con normalidad la mercadería. El ministro de alimentación aclaró que no habrá faltantes, y en los casos de artículos de bajo stock, algunos supermercadistas ya tomaron medidas. Para evitar la compra desmedida, subieron el precio de cada segunda unidad con exageración. Por ejemplo, un gel desinfectante que cuesta 40 kr (373 pesos argentinos) si se quiere comprar uno extra, el valor de la segunda botella aumenta a 1000 ($ 9325).
Si bien todo apunta a los anuncios del día, volver a la normalidad tomará tiempo. Los daneses no subestiman la amenaza, porque las imágenes de Italia y España sirven de advertencia. Por televisión se ve a los periodistas entrevistar a una distancia mayor de un metro, se terminó eso de sostener el micrófono al entrevistado. El sector privado cumple sus tareas de manera remota, excepto quienes no pueden llevar trabajo a casa como un grupo de arquitectos que viajan solos en el tren de la mañana. Las escuelas dictan sus lecciones del día por Aula, una aplicación para comunicarse con padres y alumnos. Así lo cotidiano se acomoda sin mucha planificación.
Por su parte, la Reina Margarita II canceló los festejos por su cumpleaños número 80, el próximo 16 de abril, y la primera ministro pidió no planear el fin de semana de pascuas afuera. Las reservas hoteleras para ver los partidos de la Copa Europea en Copenhague, durante junio y julio, se cancelaron. Lo cierto es que pensar en un viaje de acá a agosto, más que una duda parece un ejercicio de futurología. Al menos en el país del hygge, vivir un día a la vez resultó ser una realidad.