Como en París. Un paseo francés sin moverse de Buenos Aires
Entre boulangeries, arquitectura típica y programas culturales, el espíritu de Francia dice presente
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Mientras a principios del siglo XX Buenos Aires se transformaba en la París del sur, los franceses se deslumbraban frente a los ricos y excéntricos argentinos, los emires de su tiempo. El mundo cambió y el francés se fue esfumando en el paisaje sonoro de la capital argentina, pero quedaron suficientes muestras de francofilia entre los porteños como para poder vivir un fin de semana o armarse un programa enteramente bleu blanc rouge sin siquiera cruzar la General Paz.
Más allá de los productos que se pueden conseguir en negocios y supermercados, o de las vivencias que se pueden experimentar en festivales o eventos puntuales, el circuito para recorrer el lado afrancesado de Buenos Aires está al alcance de todos en todo momento. En varias partes de la ciudad, y más particularmente en Recoleta, los bares con terrazas, las fachadas haussmanianas de los edificios y los nombres franceses de algunas tiendas crean islas de “parisinidad”. No muy lejos se levantan los grandes palacios que recuerdan las décadas de la Argentina dorada, cuando Buenos Aires era la París austral. Uno de ellos, construido por la familia Ortiz Basualdo, es la sede de la embajada francesa desde 1939.
Con techos de pizarra, mansardas, entradas monumentales y ventanales simétricos, esos palacetes destinados a familias ilustres terminaron siendo embajadas, museos u hoteles de lujo. Unas pocas cuadras concentran algunos de los más relevantes, partiendo de la Plaza Pellegrini, cuya forma original rompe el rígido damero del plan urbano español y recuerda los squares parisiens. Los dos principales edificios que la bordean son la Embajada de Francia (no olvidarse la Plaza Pierre de Coubertin sobre uno de sus laterales) y la de Brasil, cuya fachada es la réplica del museo parisino de artes decorativas Jacquemart-André. A un costado, sobre Cerrito y a pasos de la plaza, el Palacio Álzaga-Unzué forma parte actualmente del hotel Four Seasons. Remontando la Avenida Alvear, la mansión de los Fernández Anchorena –construida por Le Monnier, el arquitecto del Yacht Club Argentino, en Puerto Madero– es la actual sede de la Nunciatura Apostólica. Su vecino inmediato es el Palacio Duhau, transformado hace unos años en hotel cinco estrellas. Doblando por Rodríguez Peña se llega hasta el Palacio Sarmiento, el ministerio de Educación, cuya fachada calificada muchas veces de “versallesca” brinda una de las postales más galas de la capital argentina.
Hay muchos otros palacios y edificios de estilo francés o construidos por arquitectos franceses en la ciudad. Y también monumentos, como la réplica del Pensador de Rodin (sobre la Plaza Mariano Moreno, frente al Congreso Nacional) y el que la République le regaló a la República para su centenario en 1910. Se encuentra en el centro de la Plaza Francia -donde se homenajea a Louis Braille con un busto de bronce-, uno de los tantos espacios verdes diseñados por Charles “Carlos” Thays, cuya obra maestra es el Botánico. Dejó una impronta muy fuerte en todo el país y se le debe el ciclo de colores que se van alternando en las calles de Buenos Aires, al paso de las estaciones: rosado en septiembre y octubre con los lapachos, rojo durante la primavera con los ceibos, violeta en noviembre con los jacarandás, amarillo en el verano con las tipas y nuevamente rosado con los palos borrachos en otoño.
Como se dice en Francia: après l’effort, le réconfort. Y luego de la caminata, es tiempo de elegir un lugar para comer como se haría en una brasserie parisina. El nombre de este tipo de restaurante recuerda que hace tiempo eran lugares donde se elaboraban cervezas. En la actualidad son establecimientos menos formales que un restaurante tradicional, que proponen platos más tradicionales y populares.
La brasserie por excelencia en Buenos Aires es Pétanque, el reducto más francés de San Telmo. Su nombre recuerda la variante provenzal del juego de bochas. Es obra del cocinero y gastrónomo suizo Pascal Meyer, que compensa su helveticidad con una Torre Eiffel de buen tamaño en medio del local.
Otro reducto típicamente galo que Gargantúa y Pantagruel habrían elegido si la Argentina hubiese existido en sus tiempos es el restaurante de la sede de los Excombatientes franceses, un lugar que parece poder existir solo en las películas. Está escondido detrás de una fachada anónima de Constitución y el salón del restaurante es contiguo a otro donde se conmemoran las dos guerras mundiales con trofeos, documentos y banderas. La cocina es más tradicional aún, elaborada con recetas de grand-mères, aquellas que uno sueña con volver a probar alguna vez en su vida.
Hay muchas más opciones, especialmente en Palermo. Y lo mismo pasa con las panaderías. Pero entre las preferidas de los franceses establecidos en Buenos Aires están Co-Pain y Cocu. La primera ocupa una pequeña esquina cerca del Parque Centenario y elabora baguettes, croissants, financiers, chaussons-aux-pommes y se hizo especialista del kouign-amann (una bomba antidieta originaria de Bretaña, la región nativa del dueño original). Cocu es a la vez boulangerie y cafetería con ricas facturas de chocolate, panes rústicos y sándwiches que son un compromiso entre los gustos franceses y argentinos.
Y hablando de sándwiches, no se puede pasar por alto el local Mineral, en el Microcentro, que mejoró la tradicional receta parisina del jambon-beurre (jamón y manteca).
Como en el caso de los edificios, la ruta gastronómica franco-porteña es mucho más larga, desde históricos como el restaurante del Club Français hasta recién llegados como el local de crêpes (panqueques) y el bistro Merci del Mercado de San Telmo.
Paseos, gastronomía y experiencias: la última parte de nuestra búsqueda de las partes francesas del alma de Buenos Aires nos puede llevar hacia el cruce de Diagonal Norte y Florida. En los años 1930 el edificio art déco La Equitativa del Plata era la sede de la Aeropostal, una de las mayores epopeyas de la primera parte del siglo XX. El recuerdo de los pilotos Guillaumet, Mermoz y Saint-Exupéry todavía está bien vivo en la memoria de la ciudad y de sus habitantes. Sobre todo la del autor de El Principito, que legó varios escritos y varios fragmentos del libro relacionado con la Argentina. Empezando por el personaje mismo... ya que se dice que fue inspirado por dos niñas que vivían como sauvageonnes (pequeñas salvajes) en los montes cerca de Concordia y habían logrado domesticar un zorrito. Parte de esta leyenda se visita en el departamento que el piloto-escritor ocupó en el Palacio Güemes. Su vivienda se transformó en museo, para exhibir facsímiles de cartas y manuscritos, maquetas de aviones y por supuesto la bañera donde el piloto mantuvo a un cachorro de lobo marino durante cierto tiempo…
El otro gran nombre de la Aéropostale fue Jean Mermoz, que dejó su nombre al liceo franco-argentino y tiene una plaza y un monumento a su nombre en las cercanías del circuito KDT, en la Costanera Norte. Para la anécdota, se puede mencionar que tanto él como sus colegas volaban a bordo de máquinas Latécoère y el último modelo 25 visible en el mundo está en el Museo Nacional de la Aeronáutica de Morón.
Imposible terminar este paseo francés sin mencionar los numerosos ciclos, las proyecciones de películas y la agenda de eventos, conciertos y charlas que unen a los dos países. Acaba de terminar la Noche de las Ideas, pero sigue vigente la plataforma del Instituto Francés Cinéma à la Carte, que permite ver películas francesas online gratuitamente. Hasta marzo, la selección está dedicada a mujeres cineastas.
Al fin y al cabo, no hay que esperar la quincena de la operación Viví Francia, organizada por la Cámara de Comercio Franco-Argentina desde hace una docena de años para poder hacerse el francés aporteñado (o el porteño afrancesado). Aunque todos confían en que la pandemia termine pronto y vuelva Le Petit Marché, el mercado de productos franceses.
Una yapa para concluir este viaje sin aviones ni autos de por medio: seleccionar un libro en la última librería francesa de Buenos Aires o en la mediateca de la Alianza Francesa (están a metros de distancia) y leerlo sentado bajo uno de los árboles de la Plaza Grand-Bourg, frente a la fachada de la réplica de la casa de San Martín en Boulogne-sur-Mer. Y no olvidar llevar un rico pan de chocolate o una tartelette para endulzar la lectura…
DIRECCIONARIO
Brasserie Pétanque: Defensa 596.
Anciens Combattants: Santiago del Estero 1435 (de jueves a sábado por la noche y domingos al mediodía).
Co-pain: Ambrosetti 901.
Cocu: Malabia 1510
Mineral: Reconquista 757
Departamento museo de Saint-Exupéry: preguntar horarios en portería del Palacio Güemes. Horarios restringidos en la actualidad. Florida 165 o San Martín 170.
Médiathèque de l’AFBA: Córdoba 946. La entrada es libre y gratuita (fuera de época de pandemia). Préstamos y acceso a la mediateca digital Culturethèque en todo momento. Con membresía (precio especial de AR$ 400 por año hasta el 01/03. Luego pasará a AR$ 1.000 por año).