Circuito gourmet en el bosque de Mar de las Pampas
A unos pocos kilómetros de Villa Gesell, hacia el sur, y escondida detrás de unos pinos inmensos se encuentra Mar de las Pampas. Una aldea, sin dudas, singular. Calles de tierra, casas distribuidas en el bosque cuidando a los árboles pioneros, un trazado urbanístico irregular que respeta la naturaleza y la privacidad de sus habitantes, un centro agreste con construcciones que no pueden superar los dos pisos de altura y unas cuantas particularidades más como la conservación de los médanos antes de ingresar a la playa, la hacen especial.
Con crecimiento continuo y sostenido pero muy tranquilo porque sus reglamentaciones obligan a cuidar especialmente el entorno, este pueblo balneario asegura unas buenas opciones que distinguen a Mar de las Pampas de otras playas. Tiene su propio periódico local, El Chasqui, que informa todas las novedades, cuenta con dos anfiteatros que en verano ofrecen espectáculos diarios a la gorra para toda la familia y, por supuesto, tiene una oferta gastronómica variada con algunas joyitas que ya son secreto a voces.
AMORINDA. Este restaurante tiene una historia particular. Las reservas para conseguir una mesa en plena temporada y comer en uno de los mejores restaurantes de la zona deben hacerse por lo menos 4 días antes, solo por teléfono. Y durante todo el año, los fines de semana se puebla de comensales que llegan hasta el bosque a comer las pastas de Amorinda. Pero esta historia tiene mucho más de valentía que de certezas.
En 1999, Mar de las Pampas claramente no era lo que es hoy. Apenas algunas casas perdidas por ahí. El 15 de diciembre de ese año, Anna Bianco y Antonio Pitella llegaron hasta esta localidad balnearia en busca de una nueva vida. Venían desde La Plata pero ambos habían nacido en Italia, ella modista de alta costura, él metalúrgico. Vendieron su casa y comenzaron a buscar algún espacio que los cobije.
Sus hijas, Paula y Flavia habían conocido Mar de las Pampas unos años antes e intuyendo que podría gustarles los trajeron. El matrimonio Pitella enseguida encontró en este bosque que les recordaba a su Calabria natal el lugar perfecto. Sin saber aún a qué dedicarse y casi por azar comenzaron a cocinar para llevar. Ya lo habían hecho en La Plata y Anna que asegura no haber aprendido a cocinar formalmente había tenido a la mejor maestra: su madre Amorinda. El boca en boca comenzó a crecer y entonces la gente llegaba para comer los platos que estos calabreses hacían. Hoy, cumplieron 20 años, Antonio falleció en 2013 pero su familia, sus dos hijas, junto a Anna y a Alejandro Astienza, marido de Flavia y pilar fundamental, continúa el legado y la tradición. A ellos se suman los tíos Pierina y Antonio y unos cuantos familiares que aseguran el cálido ambiente. Toda la carta es recomendable. Algunos platos son los más pedidos como el de Anna, unos macarrones amasados uno por uno cada tarde, con albóndigas.
Pero hay otros como los sorrentinos al whisky, las cintas anchas con salsa de hongos, crema, alcaparranas y vino blanco (el plato de Isabella) por citar solo algunos de esos manjares. Antonio y Anna fundaron además la capilla de Mar de las Pampas y una de sus calles lleva el nombre de Antonio por pedido de los vecinos.
MUJICA. Otro emblema del bosque marpampiano si de comer se trata es el Almacén Mujica. Situado en pleno centro y con mesas abajo de los pinos es un espacio pintoresco de picadas y sándwiches. Otro paso ineludible en esta ruta gastronómica. También se trata de una familia que enamorada de Mar de las Pampas cuando venía a veranear buscaron la forma de quedarse acá. Así fue entonces que pusieron este local en julio de 2008, primero era más pequeño y fue creciendo a medida que los clientes volvían. Mujica además de ofrecer para comer ahí mismo picadas o algunos de sus 55 tipos de sándwiches se trata de un almacén en el que se puede comprar también para llevar.
Así que tradiciones de por medio, es común que muchos se lleven los sándwiches gourmet a la playa o bien se encarguen picadas que complementan los asados. Pero comer ahí, bajo los pinos es una de las fijas de cada verano o incluso en el año ya que Mujica abre todos los fines de semana. Desde su apertura un sello distintivo fue la variedad de cervezas artesanales que ofrecía. Desde el año pasado, además, se sumó la sidra tirada.
VAIROLETO. A Mar de las Pampas le faltaba sin dudas una opción de comida rápida, para toda la familia pero sin que ello vaya en detrimento de la fisionomía de este pueblo. Por eso, en el verano de 2017 dos amigos y socios gastronómicos le dieron forma a esta hamburguesería llamada Vairoleto en un homenaje al bandido Juan Bautista Vairoleto (también figura en la historia como Bairoletto), una especie de Robin Hood pampeano. La cuidada elaboración artesanal con materias primas de calidad –allí mismo se hornea el pan cada mañana y se utiliza carne fresca que se pica en su cocina todos los días– logró algo que no es nada sencillo: que en menos de dos años el lugar esté explotado de gente. Mesas en el bosque pero también algunas que dan directamente al anfiteatro y un menú que incluye además de las clásicas hamburguesas de carne algunas de pollo, otras veggies y también para celíacos. Vairoleto se ganó rápidamente el lugar en esta ruta gastronómica.
LA CASA DEL MAR. También en pleno centro de Mar de las Pampas, es otro de los restaurantes más celebrados por los turistas. Como su nombre lo indica, aquí la especialidad son los frutos de mar. Pero también hay carnes, risottos y pastas. Juan y Fernanda, el matrimonio que lleva adelante este emprendimiento que se volvió otra cita obligada para todo aquel que visite Mar de las Pampas, cuidan especialmente el servicio y la comida. Por su gran demanda, se recomienda reserva previa con un par de días de anticipación tanto para la noche como para los mediodías nublados que abren.
EL NIDO. Si de comer comida de autor se trata, el indicado es El Nido Bistró. Con un menú que cambia por lo menos cuatro veces al año, El Nido se volvió un lugar especial y exclusivo que incluye además del precioso entorno y el cuidado en los detalles, una pequeña carta que pasea por las distintas regiones de la zona. Entonces el comensal encuentra platos del campo, del bosque, del mar y de la tierra. Ciervo, pulpo, lenguado, portobellos rellenos y risottos por citar algunos. Las reservas se hacen por teléfono o WhatsApp. Por las noches, entre los jardines de este hermoso lugar se enciende un fogón.