Cerró el Sofitel: pero el Palacio Bencich sigue siendo un emblema
El coqueto hotel dejó de funcionar sobre la calle Arroyo, el "codo" porteño que guarda mil historias de todas las épocas
Cerró el Sofitel. Después de 15 años en la calle Arroyo (845), con un café, restaurante, pileta y biblioteca, el hotel que tuvo una inversión de 26 millones de dólares no está más. El pasado fin de semana, quienes caminamos por el "codo" de Arroyo vimos todo oscuro y cómo se llevaban los muebles.
Con buen gusto francés, el arquitecto Daniel Fernández había conseguido mantener el estilo art déco que le impusieron sus arquitectos creadores (Héctor Calvo, Arnaldo Jacobs y Rafael Giménez), cuando la Naviera Mihanovich le pidió a los constructores Bencich una de las torres con el mejor gusto de Buenos Aires.
No deben preocuparse los que vivieron o nacimos en la calle Arroyo, pues el Palacio Mihanovich o Bencich está protegido por sí mismo, como por los moradores de antes, quienes desde su torre vieron caer un Gloster Meteor (aviones antiperonistas) en el Río de La Plata; como lo vieron los vecinos de las otras dos torres: el Kavanagh y el Alas, obras fundamentales de la Argentina opulenta que no sabemos conservar.
La síntesis de la noticia es que la familia Cabezas, dueña de esa maravilla, no se puso de acuerdo con los franceses para renovar el contrato. Lo otro es la vida linda, cuando a ese espléndido edificio de Buenos Aires le decían la Estancia de Constancia y nadie sabe por qué.
Hoy, a Miguel Schapire, de la Asociación Amigos de Recoleta, le inquieta "el futuro de la calle Arroyo"; al "Flaco" Carlos Martín de la Cruz le sobran recuerdos de una época y Eusebio Quesada pasa algo triste por la vereda de enfrente, en la que estaba Mau Mau, El Sótano o en donde vivía el cirujano Jaime Cornejo o el "cura" Mujica.
¿Pero por qué nos ocupa este emblema de Arroyo? ¡Es la Argentina que debió ser!
¡Ah! Tenía cinco ascensores y un montacargas, que no usaba la familia Raffo, pues vivían en planta baja; tampoco la boutique de Mihura ni el estudio de fotografía de Julie Bergadá, quien hoy recuerda el gran fotógrafo de Zurbarán, Néstor Paz. Arriba, Dalmiro Sánz y su cría..., y en el 2° piso, los Ramos Otero. Pasando por el tercero estaban los Olivera y, en el cuarto, los Enciso.
En el sexto, Raúl Giménez (productor agropecuario); arriba, los Rueda, y un poco más allá los Ocampo y Fernando Israel, un náufrago del Río de la Plata: igual que aquel Gloster.
Nadie sabe que allí nació "Pastita" Palacio, de quien me anticipo será el próximo presidente de Paraguay. No acordarse de los porteros sería una felonía: Basilio (su mujer Anita), Leopoldo y Juan.
¿Se acuerdan de los dos locales? Sí, había una farmacia y el Almacén Castro, llena de olores: gruyère, jamón crudo, salame de Milán y jamón glacé.
Y en el resto de la calle, otras construcciones de los Bencich, la galería Palatina (Coppa Oliver), la fuente del buen gusto (esquina de Esmeralda), la tintorería El Tala (atendida por Dorita) Mater Dei y el cura Cullen y, aunque suene repetitivo, la boîte, por siempre Mau Mau.
"El Mono no se entrega". Así titularía Crónica TV el día que de la playa de estacionamiento, al lado del Bencich, se escapó el mono enjaulado. Desde la panadería Dos Escudos (Carlos Pellegrini 1350) venía el "Flaco" de la Cruz con la bolsa de pan flauta (no existían las baguettes) para el mediodía. Intentó pisarle la cadena: no anduvo. Lo acorraló todo el barrio y mientras el simio rugía, se metió en el "hotel familias" de al lado de la capilla del Cottolengo de Don Orione. ¡Rompió todo!
Lo atraparon los bomberos... ¡Uy, perdón, estábamos hablando del Hotel Sofitel, del Palacio Bencich, la calle Arroyo y, casi, nos gana un mono!