Camellos por mujeres, el cambio preferido
Un chiste que todavía sigue de moda
Salir de compras no se parece en nada a una simple transacción comercial. Es el momento en que la historia de faraones queda a un costado para que el presente se asome entre artesanías y souvenirs. Y también es la oportunidad para estrechar vínculos con los egipcios y conocerlos un poco más de cerca. Al principio no es nada fácil entrar en su mundo y manejar sus códigos, bastante diferentes a los occidentales, pero con el correr de los días las cosas se simplifican.
El mejor consejo para no caer en el fastidio es aceptar que los vendedores se pegan como abrojos a sus potenciales compradores -o sea cualquiera que pase cerca de ellos- e insisten e insisten hasta lograr su cometido.
Hablan fuerte, gesticulan mucho -hasta actúan- y se aproximan demasiado a sus interlocutores. Pero no es acoso ni prepotencia, simplemente es la forma de ser de ellos y hay que acostumbrarse.
El primer paso es detectar el origen del comprador. Se largan a saludar y promocionar sus ofertas en todos los idiomas imaginables hasta que la presa pica y responde. Y ahí comienza el diálogo, de lo más disparatado, en la mayoría de los casos, y en el idioma que decida el comprador. Ellos improvisan todo. "Argentina, Argentina, Maradona, Maradona, tu amigo mío, yo amo a Maradona", repiten, los vendedores como si tuvieran un cassette puesto cada vez que se encuentran con un argentino. Para caer simpáticos y aflojar al cliente tienen una escena preparada para las damas. Los vendedores juegan a cambiárselas a maridos y novios por muchos camellos, (¡muy útiles para la ciudad, por cierto!)
El regateo, deporte nacional
Después llega el momento del regateo, que por estas tierras es como un deporte nacional. Todos los precios son susceptibles de descuento. Si uno no lo sugiere, ellos mismos se encargan de bajar las pretensiones. Empiezan pidiendo un precio altísimo y la compra finalmente se realiza por la mitad. Siempre en efectivo; nada de cheques y tarjetas de débito, aunque aceptan los cotizados dólares sin problemas.
Los mejores lugares para despuntar el vicio son los mercados. Calles angostas, mucho bullicio y pequeños negocios que ofrecen desde pañuelos para bailar la danza del vientre hasta túnicas e imanes de Tutankamón. Khan el Kalili, en El Cairo, es el más grande y multifacético. Pasear por sus calles angostas y superpobladas es casi una obligación. Los de Luxor y Asuán también tienen una oferta variada, aunque en menor escala.
Imperdibles
- Giza. Las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino y la Esfinge, en las puertas del desierto, muestran una de las maravillas de la antigüedad que aún sobrevive.
- Mercado de Khan el Khalili. Un gran bazar al aire libre, de callecitas angostas y laberínticas, en donde venden de todo, desde anillos de aro hasta trajes de odalisca.
- Barrio copto. Se ven los ratros del período cristiano de Egipto, con una ambientación muy similar a Jerusalén.
- La Ciudadela de Saladino. La mezquita de Mohammed Ali es una de las más importantes de la ciudad, está cubierta de alabastro y es similar a las de Estambul.
- Museo Egipcio de El Cairo. Más de 100.000 piezas dan testimonio de 7000 años de historia. Los tesoros de Tutankamón y la sala de las momias son el plato fuerte.
- Menfis. En la antigua capital del imperio se puede ver una gran estatua de Ramsés II y en Saqqara la pirámide escalonada y algunas mastabas.