A 80 km al sur de la capital cordobesa, las localidades de Villa General Belgrano, La Cumbrecita, Los Reartes, Santa Rosa, Amboy, Embalse, Los Baguales, San Clemente se vinculan por caminos de serrana belleza. Sus orígenes, quiénes le dan carácter, qué riquezas guardan y cómo descubrirlas.
"El camino se compone de infinitas llegadas. Se llega a un cruce, a una flor, a un árbol, a la sombra de la nube sobre la arena del camino; se llega al arroyo, al tope de la sierra, a la piedra extraña. Pareciera que el camino va inventando sorpresas para goce del alma del viajero", dijo alguna vez don Atahualpa Yupanqui, avezado caminante y conocedor del rito del viaje. Su tono universalista no describía un sitio único, pero sus palabras bien pueden remitir a la provincia de Córdoba en general –donde vivió gran parte de su vida, en el Cerro Colorado– y al Valle de Calamuchita en particular.
Este departamento del centro de Córdoba se ubica al oeste de las Sierras Grandes (el límite con el valle de Traslasierra y la provincia de San Luis), desde cuyas alturas se vuelcan incontables arroyos, ríos y riachos que a su vez alimentan el Embalse Río Tercero y el Dique Los Molinos. Hacia el este, las Sierras Chicas terminan de darle forma a la planicie del valle.
La riqueza natural se combina con sus pueblos y ciudades, que llamativamente no tienen fecha de fundación, sino que se forjaron bajo el impulso de miles de pioneros. Me propongo entender qué es lo que los atrajo de estas tierras, encontrar el "oro" del valle: la promesa de una vida nueva.
TRADICIONES ALEMANAS
En Villa General Belgrano se ofrece una revisión de las costumbres alemanas, expresadas con orgullo por los descendientes de inmigrantes que se reinventaron luego del nazismo. La historia del buque alemán Graf Spee, hundido por la armada inglesa el 13 de diciembre de 1939 en el Río de la Plata, frente a la costa uruguaya, es una constante en los relatos sobre los orígenes: muchos de los marineros –carpinteros, ebanistas, albañiles– se instalaron en General Belgrano, que era Villa Calamuchita. En 1943 la tensión entre nativos –mestizos– y extranjeros desembocó en un confuso episodio: la quema de una bandera argentina. Intervino el Congreso y rebautizó al poblado como Villa General Belgrano, quizá queriendo reafirmar extemporáneamente una identidad que no era tal.
Esa tensión inicial no hizo naufragar la sociedad que se estaba formando y que redundaría en uno de los pueblos más característicos del país, donde comer goulash o salchichas con chucrut es lo más natural del mundo. "La presencia germana es muy fuerte", dice Pablo Romano, artesano en madera y autor de la mayoría de la cartelería típica de la Villa. Sí, la impronta visual fue impuesta por un descendiente de italianos de Calabria. Maravillas de la mixtura de nacionalidades. Pablo revela un dato llamativo: la identidad del pueblo estuvo al borde de perderse. "En 2001 vino mucha gente por la crisis, fueron tiempos difíciles", recuerda. Junto a un grupo de amigos se juntaban en la clásica confitería Ciervo Rojo, los sábados a la noche. Hablaban sobre qué los identificaba: prácticamente todos los indicios remitían a Alemania y su pasado. Entonces comenzaron a vestirse con trajes típicos, mientras la Die Bier Musikanten tocaba pasos doble y polkas. "Un chopp, un lomito y baile", explica Pablo.
El Ciervo Rojo se convirtió en un emblema de la Villa, epicentro de la colectividad alemana y no tanto. Allí me encuentro con Susi Schlotzer, quizás la cara más conocida de General Belgrano, por ser la imagen de la Fiesta Nacional de la Cerveza –Oktoberfest–, el evento más convocante de este lugar. Susi forma parte de la Asociación de Tradiciones Germanas, Rosamunde, de la que Pablo es presidente. Susi habla con orgullo del pueblo al que llegó hace más de cuatro décadas. "Entonces no se hablaba otro idioma que no fuera alemán", recuerda, mientras sostiene un vaso gigante de cerámica con motivos típicos germanos, donde reposa una cerveza rubia bien helada.
No sólo de Alemania vive la villa. En la posada Atelier, nos recibe su dueña Aline Rethore, oriunda del Valle del Loira, Francia. Aline dejó un puesto importante en una empresa multinacional para abrir su propio hotel junto a su pareja, Dante, nacido en la Villa. "Queríamos hacer algo que nos identificara, una mezcla", dice. La posada lo expresa con autenticidad, con detalles estéticos de calidad y toques calidez, como las mermeladas de mora, elaboradas con frutos del árbol que sombrea en el jardín.
Desde el fondo del terreno del hotel se accede al arroyo La Toma, donde empieza un paseo ecológico muy bello y amansador. Una intensa vegetación rodea el cauce; se cuentan fresnos y paraísos envueltos de enredaderas, acacias y nogales que crecen alto en busca de la luz. Siguiendo el cauce, caminamos hacia el Cerro de la Virgen. Alcanzar la cima demanda unos 40 minutos. Tras una primera etapa bastante exigente –con una subida empinada–, el sendero se aliviana entre espinillos y molles. Cuando llegamos a la Virgen pintada de blanco, el sol está rozando las sierras Grandes, en el otro extremo del valle. La vista es completa: hacia el norte, el Dique Los Molinos; hacia el sur, el Embalse. En el medio, vegetación, poblados, casitas dispersas, la vida de Calamuchita. Sentado en el filo de una piedra, Mariano Abt, descendiente de alemanes, acaba de culminar su caminata diaria. Hace más de treinta años que vive acá: llegó con sus padres desde Ituzaingó, provincia de Buenos Aires. "Me gusta esto, la posibilidad de terminar el día acá. Me da tranquilidad, es fácil despejarse", dice, sin quitarle la vista al atardecer.
Aline nos habla también de Phillipe Beaudeut y su pastelería ubicada en el centro, en el Paseo Dei Fiori. Phillipe encontró en la Villa un paisaje que, en su mente, recrea imágenes de la región de Alsacia, en el límite con Alemania. Es chef y dueño de una joyita pastelera: Casa Filo. Se instaló en este pueblo, al que llegó luego de vender todo lo que tenía en Tahití, donde dirigía un restaurante.
Cerca de General Belgrano, la Villa Ciudad Parque emerge como uno de los nuevos epicentros que congregan nuevos pobladores: según el último censo, su población se expandió más de un 500 por ciento. Aun así, su tranquilidad y la cercanía con el Dique Los Molinos, un bello espejo de agua donde es posible practicar deportes náuticos y nadar en libertad. Allí paramos en La Posta Golf, cómodo hotel de sólo seis habitaciones con una vista privilegiada del valle, 9 hoyos y 200 hectáreas que incluyen vertientes de agua pura y dos cerros, donde habitualmente se ven jabalíes y ciervos.
Alemania también en Los Reartes
"¡Quiero retruco!", grita un parroquiano desde el fondo de la pulpería Segundo Sombra. Paredes gastadas, mesones de cedro curtido, estantes con mercadería apilada, boinas por doquier. Si por un segundo nos abstraemos del paisaje serrano, podríamos creer que estamos en un pueblo pampeano.
Los Reartes es un pequeño y pujante poblado con impronta gauchesca, que se fue esparciendo alrededor de la capilla Inmaculada Concepción, terminada en 1815. En el pintoresco centro hay casonas muy antiguas con 300 años de historia en sus paredes adobadas. Margarita Narvaja abre las puertas de su casa colonial, donde también recibe a turistas, para contar las anécdotas históricas que le dieron entidad al pueblo. Margarita es autora del libro Los Reartes: apuntes para la comprensión de su historia, y conoce al dedillo cómo se fueron dividiendo las tierras de la estancia de Francisco Freytas Limaraes, donde ahora está el casco histórico.
Guiados por las recomendaciones del chef Marco Moreno, amplio conocedor de la zona, llegamos al restaurante La Tasca, con el dato de que allí todos los martes se junta un grupo de alemanes a almorzar. Bordeamos el bello río Los Reartes, que en esta zona es calmo y dorado, fresco y playero. En La Tasca nos reciben Manuel Giannone y Gabriela López Trück. El restaurante está ubicado frente al río, calle de tierra de por medio. El único sonido que aquí se escucha es el del agua golpeteando las piedras y el canto de los pájaros. Manuel y Gabriela tomaron la posta de La Tasca en la búsqueda, también ellos, de un cambio de vida.
En un ambiente signado por la presencia de la música de Manuel, melómano empedernido que colecciona vinilos inhallables, y el arte retratista de Gabriela, irrumpen siete de los habitués. Renate, Katjia, Gayano, Carlos, Elvira, Walter y Marta se sientan en la misma mesa, el mismo día de la semana, desde hace 15 años. Llegaron aquí imantados por la presencia de Ceci Russo, la antigua dueña, que estaba casada con un austríaco. El ritual comienza con cognac y charlas en fluido alemán, mientras Manuel les sirve una saltimboca de pollo con ensalada de hojas verdes, pera, queso parmesano y nueces. Tras algunas copas de vino, Walter desenfunda la armónica y toca melodías típicas de Alemania, mientras el resto de los parroquianos cantan buceando en la memoria las letras añoradas. "Ahora comemos mejor que cuando estaba Susi", me dice Katja, riéndose en complicidad con el resto del grupo y abrazando a Manuel, que retribuye el gesto con humildad.
Luego del almuerzo, un chapuzón en el límpido río es la obligación. Manuel y Gabriela terminan la jornada de la misma forma: ventajas de su ubicación.
Río Subterráneo en La Cumbrecita
Nos encontramos con Roberto "Rober" Molina apenas cruzando el clásico puente del Río del Medio, que marca el límite entre el estacionamiento obligatorio de todos los vehículos y la zona peatonal, donde proliferan bares y restaurantes de estilo clásico alemán. Rober es guía de montaña y nos llevará hasta el Río Subterráneo, un trekking de dificultad media y cuatro horas que se adentra en las Sierras Grandes.
Antes de llegar al destino, atravesamos un bosque de abedules de tronco blanco y tocamos la cima del Cerro Wank donde apreciamos su vista panorámica. Ladeamos la montaña hasta toparnos con una falla por donde se extiende un hilo de agua encajonado por grandes piedras que forman túneles. Allí está el Río Subterráneo. Rober inicia los preparativos para sumergirnos durante una hora por entre las rocas que conciben formas caprichosas. En algunos tramos hay que pasar reptando, mientras el agua –muy fría– obliga a mantener la concentración en línea para evitar un golpe en la cabeza. La luz se filtra en algunos sectores y crea figuras asombrosas.
UN YACANTO Y MÁS ALLÁ
Es la hora de la sagrada siesta, pero en Doña Custodia no se descansa. Sentada en la galería, su dueña está pintando de blanco unos sillones antiguos de hierro mientras unas niñas le hacen una encuesta escolar. Hace 44 años que este clásico bodegón frente a la plaza principal de Yacanto ofrece platos elaborados por la misma doña Custodia: pastas, empanadas criollas dulces y todo tipo de conservas caseras. El ambiente es modesto pero ancestral. "Acá atendemos con el corazón, como si fueran todos familia porque además somos poquitos", me dice.
Del camino que comunica Yacanto de Calamuchita con El Durazno se desprende otro sendero que nos lleva a Pinar del Río. Es un desvío de apenas siete kilómetros –se pueden hacer a pie– que serpentea por entre las sierras. Vamos en la rústica 4x4 del guía Diego Tarcetano, un enamorado de estos paisajes que antes trabajaba como técnico de equipos de radiología en Buenos Aires. Ya en Pinar, caminamos unos minutos hasta una curva del río El Durazno, justo antes de que se tope con el Manzano para formar el Río Grande.
El generoso caudal forma ollas especiales en las que es posible nadar tranquilo durante un tiempo sin toparse con ninguna piedra que, por la transparencia del agua, se ven desde arriba. Cada tanto aparece algún cuarzo que impacta por su blancura.
Regresamos por el mismo camino en dirección a El Durazno, uno de los lugares que más ha crecido en la zona; año a año llegan más y más turistas en busca de su tranquilidad, un río realmente asombroso y los bosques de pinos que le dan un marco distintivo. Cae la tarde cuando nos cruzamos con don Hugo Ferreyra, un gaucho introvertido originario de las sierras que culmina cada jornada arriando sus vacas.
El día termina con un riquísimo té de alquimia –pétalos de rosas recolectados del patio, anís y canela– en la casa de té Lahuén, atendida por Daniela y su innumerable colección de duendes misteriosos. De allí nos dirigimos a Patios del Durazno, una posada estilo colonial ubicada sobre el río, cuya pulpería –construida con ladrillos de adobe– es el último puesto jesuítico que quedó en pie y sede de la primera escuela del paraje.
El gran incendio que en 2013 amenazó con destruir todo el bosque de pinos ya es parte del pasado. Con el río recuperado y sin rastros de la ceniza que oscurecía el agua, lo único que queda son los troncos de las coníferas que resistieron el fuego.
En el camino que une El Durazno con San Miguel de los Ríos, nubarrones ennegrecidos van tapando el sol y las pequeñas filtraciones luminosas sólo mejoran el paisaje. La tranquilidad es absoluta. Seguimos el único camino disponible entre fresnos y sauces en búsqueda de alguna referencia y llegamos a las cabañas Serranías del Tabaquillo, un eco-emprendimiento comandado por Gerardo y Valeria, rosarinos ambos. La ubicación de este complejo de sencillas cabañas es envidiable: construido sobre la ladera de una sierrita, cuya bajada cae directo hacia el frondoso río El Tabaquillo. Aquí se está en el medio de la nada. O de todo.
Para llegar a la Bodega Estancia Las Cañitas atravesamos unos caminos internos de ripio en buen estado, en dirección a Atos Pampa y luego a Villa Berna. Entre este paraje y La Cumbrecita, la entrada sobre la ruta marca el inicio del área acotada que ocupa diez hectáreas a unos 1.200 metros de altura. Las Cañitas, una de las tres bodegas del Valle de Calamuchita, recibió, en 2013, la Gran Medalla de Oro en la XI edición del concurso internacional Vinandino, con el tinto Familia Navarro Torre, cosecha 2009, elaborado con uvas Malbec y Cabernet Sauvignon. La propiedad, que nació con una urbanización de cabañas muy bonitas, a la que luego se sumó la bodega, cuenta también con un recomendable restaurante al mando de Juan Cruz Galleto y su mujer, Yanina.
SANTA ROSA, AMBOY, EMBALSE
De Amboy se sabe que es un pueblo muy antiguo –así lo demuestran sus coloniales construcciones– y que es la cuna del redactor del Código Civil, Dalmacio Vélez Sársfield, pero no se sabe cuándo se fundó. Ubicado al sur de Santa Rosa de Calamuchita, se dice de Amboy que fue un asentamiento de comechingones y que Juan de Garay habla de este pueblo en sus crónicas americanas. Sus 200 habitantes viven al ritmo sereno del pequeño arroyo que atraviesa el casco histórico. En el Museo Histórico Regional Vélez Sársfield hay artesanías de los pobladores indígenas, algunos fósiles, objetos de distintas épocas y las copias manuscritas del primer Código Civil, redactado en 1869.
Hay que bordear las Sierras Chicas para que el lago de Embalse emerja, imponente, con sus 5.600 hectáreas de aguas navegables, paraíso para los pescadores de pejerrey. Con Gerard Lemoy, un francés de Normandía enamorado de Córdoba –al igual que muchos–, salimos en su lancha en un recorrido que nos devuelve una perspectiva real del lago.
Desde la ciudad de Santa Rosa vamos directo a la Reserva Natural La Cascada en un trekking de dificultad baja. Andamos entre talas y molles, dos nombres que, juntos, le dan sentido al nombre Calamuchita: "mucho tala, mucho molle" en la lengua comechingona. Ambos árboles comparten territorio con espinillos y chañares, entre los que revolotean mirlos, carpinteros, jilgueros, benteveos, colibríes y aguiluchos. Media hora de caminata y la aparición de una olla de agua nos tienta a refrescarnos antes de regresar.
A seis kilómetros de Santa Rosa, sobre la RP 228, Sergio Arcuri nos recibe en La Vaquita, todo un referente a la hora de comer. En 1999, la familia Arcuri le dio la espalda a la ciudad para instalarse en este apacible lugar. Aquí todo se hace en forma casera, incluso las pastas se amasan en el momento y a la vista del comensal. Federico, hijo de Sergio, es además un apasionado de los vinos y ofrece un apreciable número de buenas etiquetas.
NIEBLA EN LOS BAGUALES
"Acá sólo había monte y bosque", me dice Federico Schilone apenas llegamos a las cabañas Los Baguales. Junto a sus padres, Juan e Irma, decidieron abandonar Castelar para abrir caminos en Atos Pampa. Tuvieron que trazar un sendero, desmalezar, traer la luz desde la ruta que une Los Reartes con La Cumbrecita, que está a unos seis kilómetros arriba. Rodeadas de un bosque cerrado, las cabañas tienen acceso directo al río Los Reartes, que aquí se pone montañoso y sobre el que pesa una advertencia clara: está prohibido bañarse cuando llueve. "Crece de manera muy repentina", explica Federico.
El buen tiempo cede por primera vez en todo el viaje. La lluvia nos ofrece un paisaje diferente. En el bosque de Los Baguales una tropilla saltó el cerco y ronda fantasmagóricamente por entre los altos pinos. La niebla baja, pesada, sobre las zarzamoras que ya empiezan a largar sus flores blancas.
Volvemos a la ruta para dirigirnos a San Clemente, pueblito ubicado hacia el norte del valle sobre la RP 271, al que se accede luego de cruzar el puente del río San Pedro. Es mediodía y la tranquilidad reina en temporada baja. Horacio Acardi nos recibe en La Posta del Hety, un restaurante íntimo, muy personalizado y cálido. "Creo que acá cerca vive Dios", bromea Horacio. Quizá tenga razón. Desde el ventanal del restaurante se ven las Sierras Grandes, muchos árboles, el río. Horacio asegura que su amigo, el fallecido cocinero Gato Dumas, le regaló su receta de las pastas. Ravioles de trucha, de cordero y de calabaza llegan a la mesa después de haber sido amasados y cocinados por Liliana Giordano, su compañera. Horacio fue un trotamundos empedernido, tuvo su momento de fama fugaz al protagonizar un comercial de una marca de cigarrillos en los años 80, y encontró en San Clemente su lugar. "Acá se me alinearon los planetas", dice, antes de pedir un brindis "por la vida y el amor".
Prendidos a la magia de los caminos, y de historias sobre estos nuevos pioneros, volvemos tras llegar a muchos finales. Como decía Atahualpa, repletos de "sorpresas para el alma del viajero".
Si pensás viajar...
VILLA GENERAL BELGRANO
DÓNDE DORMIR
Hotel Edelweiss. Av. Ojo del Agua 295. T: (03546) 46-1317. Un clásico de Villa General Belgrano, abierto desde 1972. De estilo nórdico-alpino, con una marcada impronta de la ascendencia germana de la zona. El Edelweiss tiene 55 habitaciones, piscina climatizada, canchas de tenis, vóley y hasta bochas para los mayores.
BlackStone Apart Boutique Hotel. San Martín 436. T: (03546) 46-5251/ 5250. Ubicado en una de las entradas de VGB, este emprendimiento construido en madera y piedra cuenta con 22 habitaciones y departamentos muy bien equipados con cocina, heladera y parrilla.
Posada Chamonix. Av. San Martín 1068. T: (03546) 46-4251. Ambiente cálido y amplio en un complejo de 19 habitaciones, un poco alejado del centro de VGB y con vista a las sierras. Piscina climatizada cubierta, descubierta, sauna, gimnasio y spa.
DÓNDE COMER
Potrerillo Arte Bar. Julio A. Roca 88. T: (03546) 46-4392. Uno de los puntos de reunión de los habitantes de VGB. La especialidad de la casa son las pizzas a la parrilla: masa fina y crocante, con ingredientes de calidad. Precios accesibles. Abierto todo el año, desde las 8 hasta la medianoche.
Madre Restaurant. Av. San Martín 17. T: (03546) 45-7188. Abierto desde 2013, en Madre el 90% de lo que se consume es casero, desde el pan hasta las pastas (la especialidad de la casa), las pizzas y la repostería. Buena bodega. A la tarde, servicio de té coordinado por la ingles Kim, una de las dueñas. Abre de 8.30 a 15.30 y de 18 a 24.
Bierkeller. Ruta 5 y Av. De las Magnolias. T: (03546) 46-1425. Un bodegón alemán típico, donde se pueden comer platos abundantes (para compartir) y de excelente calidad. Imperdible el goulash y la picada de salchichas con chucrut y rotkohl. También sirven costeletas de cerdo, ensaladas de papas y pepinos, entre otros platos clásicos de Alemania.
Casa Filo. Av. Julio Argentino Roca 126. Paseo Dei Fiori, locales 9 y 10. T: (03546) 46-5666. Una de las nuevas joyitas de Villa General Belgrano. Pastelería francesa elaborada por las manos del chef Philippe Beaudet y su ayudante, el siempre sonriente Arii Méndez García. Además de cosas dulces, en Casa Filo se consiguen sándwiches gourmet y ensaladas especiales de cada semana, elaboradas con ingredientes de la zona.
Café Rissen. Av. Julio A. Roca 36. T: (03546) 46-4100/ 2779. Desde 1992, César Juárez y Daniela Harte comandan este espacio que se ha transformado en un clásico de VGB, donde abrevan turistas y lugareños. Toda la repostería es de elaboración propia y los productos están hechos con chocolates belgas, especialmente seleccionados. Tienen, además, una fábrica de cerveza propia y un local aparte donde venden sus delicias para llevar.
EMBALSE DIQUE LOS MOLINOS
DÓNDE DORMIR
Pueblo Chico. T: (0351) 595-1135. Un complejo de alto nivel para disfrutar el lago a cuerpo de rey. Son 10 casas modernas y completas, de estilo californiano con vista a las Sierras Grandes –se ve, al fondo, el cerro Champaquí– y al espejo de agua. Pueblo Chico tiene una playa exclusiva y un sector de deportes náuticos. Piscina, restaurante y gimnasio.
LOS REARTES
DÓNDE DORMIR
Posada Boutique Melodías. RP 210 Km 4,5. T: (03546) 49-2708. El nombre elegido para este emprendimiento no es casual; en el living, manda la música: una guitarra y otros instrumentos están a disposición para quien quiera hacerlos sonar. Susana Hernández es la anfitriona y, además, suele entonar algunas canciones. Hasta la piscina tiene forma de piano. Importante: la posada queda dentro de Pampa de Los Reartes, un barrio cerrado.
Posada La Masía. Arroyo Corralejo s/n esq. Arroyo Yatán. T: (03546) 49-2709. Una casona estilo colonial con detalles de buen gusto, un bello sauce añejo en el patio y muchas flores. Y, claro, las sierras como marco excepcional. En La Masía las habitaciones están equipadas con heladera, horno eléctrico y parrilla.
Posada La Cautiva. San Martín esq. Sánchez Freytes. T: (0351) 643-6363. Desde el acceso ya se ve la construcción de estilo colonial, pintada de color bordó. Son 16 habitaciones distribuidas alrededor de un gran patio, con una galería externa que las une. Hacia un extremo, hay una pileta climatizada con energía solar. En los pisos superiores se ofrece servicio de spa, con sauna seco y húmedo, hidromasaje y sala de relax.
DÓNDE COMER
Lo de Acevedo. Av. San Martín s/n. T: (03546) 45-1545. Paredes de adobe, ambiente gauchesco y comida regional. Lo de Acevedo es una parada obligada en Los Reartes. Ubicado en el centro del pueblo, este sitio mantiene su estructura intacta desde 1727, fecha de la construcción de la casona que alberga el restaurante. Locros, humitas, estofados, bruschettas con bondiola e hierbas.
LA CUMBRECITA
DÓNDE DORMIR
Suites de la Colina. Calle Pública s/n. T: (03546) 48-1063. Amplias y cómodas habitaciones con hidromasaje y vista panorámica. Desde las suites de La Colina es posible apreciar el paisaje de La Cumbrecita en forma extendida. El restaurante sorprende con platos elaborados con productos de la zona, como la bondiola de jabalí glaseado con salsa de arándanos, compota de manzana y puré.
DÓNDE COMER
Bar Suizo Restaurante. Calle 2 s/n. T: (03546) 48-1067. Abierto desde 1969, el Bar Suizo ofrece platos típicos en un espacio ambientado con estilo centroeuropeo. Mesitas afuera, mucha madera y cerveza artesanal de primera calidad, elaborada en La Cumbrecita. Recomendada: la variedad IPA de la marca Wildermann. La especialidad de la casa es el goulash con spätzle y la raclette. Buenos sándwiches. En alta, abierto de 11 a 24. Jueves cerrado.
PASEOS Y EXCURSIONES
Trekking Cumbrecita. Calle Pública s/n. T: (03546) 51-4950/ 48-2398. "Rober" Molina ofrece un completo menú con 11 excursiones de diversa dificultad y duración. Desde las cuatro horas de ascenso al Cerro Wank y acceso al Río Subterráneo –imperdible–, hasta los tres días de excursión hasta la cima del Cerro Champaquí, el más alto de las sierras cordobesas. Otro recomendado es la Cascada Escondida, donde se forman ollas profundas para nadar entre las truchas, y el Vallecito del Abedul, de un verde intenso en verano. Para todos los casos, llevar buen calzado.
SANTA ROSA DE CALAMUCHITA
DÓNDE DORMIR
Arcos del Río. Av. R. J. Cárcano 350. T: (03546) 42-0691. Una linda vista desde las habitaciones, con el frondoso río Santa Rosa que suena de fondo en forma constante. Arcos del Río es un amplio hotel, bien ubicado, con acceso directo a la extensa costanera que atraviesa toda la ciudad. Piscina. Desde $1.200 la doble con desayuno en temporada alta.
DÓNDE COMER
Panadería Guadalupe. Libertad 320, esq. Mariano Moreno. T: (03546) 42-0668. Un clásico de Santa Rosa donde se pueden comprar panificados del lugar, pero también repostería, alfajores y chocolates artesanales. Porciones generosas. Imperdible el chipá calentito.
SANTA MÓNICA
DÓNDE COMER
La Vaquita. RP 228 km 7. T: (0351) 240-1509. Sergio Arcuri y familia comandan este espacio donde las porciones son tan abundantes como el amor que le ponen a todo lo que hacen. Proverbiales fideos caseros y hongos fresquísimos son la punta de lanza de la carta. Para los fans de las achuras, las mollejas hervidas en leche y apanadas y la morcilla caramelizada con verdeo.
VILLA CIUDAD PARQUE
DÓNDE DORMIR
La Posta Golf. Ruta 5 km 73. T: (03546) 46-3141.Cómodo, amplio y relajado hotel ubicado en la ladera de las Sierras Chicas, con una vista preciosa del valle. La cancha de golf de 9 hoyos –cuyo uso está incluido en la tarifa– completa un paisaje perfecto. La Posta Golf cuenta con seis habitaciones con vista a las sierras y 200 hectáreas con vegetación serrana y vertientes de agua pura.
VILLA RUMIPAL
DÓNDE DORMIR
Lago Hotel Boutique. Arturo Illia 225. T: (03546) 49-8286.Uno de los primeros hoteles de Villa Rumipal. La construcción había sido abandonada, pero en 2012 fue reciclada íntegramente. Felizmente, se mantuvieron los detalles antiguos, como los pisos damero. Un buen punto para hacer base a la hora de disfrutar el lago de Embalse Río Tercero.
PASEOS Y EXCURSIONES
Gerard Lemoy Actividades Náuticas. T: (0351) 232-3016 / (0351) 242-5764.Escuela de esquí y wakeboard, alquiler de kayaks y gomones, paseos guiados por los distintos puntos del Embalse de la mano de Gerard, un francés muy histriónico y amante del agua. El paseo de una hora es ideal para grupos familiares. Gerard ofrece clases de esquí acuático para niños desde los ¡3 años!
EL DURAZNO
DÓNDE DORMIR
Posada El Durazno. T: (03546) 45-0702.Parador, camping, proveeduría, restaurante, cabañas y habitaciones. La Posada El Durazno es pionera en este sitio que ha crecido mucho en los últimos años. Las cabañas son sus últimas construcciones son acordes a la simpleza del lugar. Ideal para grupos familiares.
PASEOS Y EXCURSIONES
Los Cuatreros. T: (03546) 45-5038.Diego Tarcetano ofrece distintos recorridos en cuatriciclo, con paradas para hacer snorkeling en las ollas del río El Durazno. Imperdible la excursión hasta la unión de los ríos, en Pinar del Río. Consultar por travesías de alta montaña en 4x4.