Un diseñador revistió su casa con envases de salsa de tomate. Mirá qué otras ideas locas tuvo, y qué tal resultaron.
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Con una lata de salsa de tomate de 8 litros estás en condiciones de preparar unas 70 pizzas, o incluso más, depende de cuán generoso seas para la cobertura. Al envase podés darle un destino menos gastronómico: forrar tu casa. Necesitás unos cuantos, en realidad. Pero clavando uno al lado del otro, bien estirados, lo lográs. Quedan como tejas metálicas que van armando una carcasa resplandeciente, con una impronta entre futurista y hippie chic. “Croto cool”, definen con humor los que ven el trabajo de Manuel Rapoport, el diseñador y dueño de La casa de las latas, en Bariloche.
Un año de paciente trabajo le llevó montar la estructura en torno de su vivienda, que es emblema de sustentabilidad y puede visitarse con cita previa.
Las latas de tomate no fueron su primera idea. En realidad antes probó con latas de leche en polvo, dada la abundancia personal del material: es padre de mellizos. “Pero las de tomate rinden más porque son más grandes”, confirma, parado junto a su casa.
La casa tiene 15 años y tres plantas. La parte de abajo está hecha de material, y las plantas superiores, con troncos de ciprés, que estaban caídos en su terreno. Como aislante usó cartón corrugado, “que ofrece las mismas prestaciones que la lana de vidrio”. Luego utilizó ruberoid y, en el interior, está forrada en machimbre.
Cuenta en la página web de su empresa de diseño, Designo Patagonia, que desarrolló “una máquina plegadora muy simple con un herrero amigo. Luego comenzamos a comprar cientos de latas a la Asociación de Recicladores de Bariloche, quienes trabajan clasificando materiales en el vertedero municipal. Contratamos a un empleado que se ocupó de lavarlas, abrirlas, desplegarlas y plegarlas con la máquina”.
Finalmente clavaron verticalmente cada lata a clavaderas de pino, con lo que obtuvieron “un recubrimiento de pared económico, resistente al viento y la lluvia, y estéticamente razonable y duradero, más si se pinta con cierta periodicidad”. Divertido, hace alusión al famoso museo de Bilbao, con techo de titanio, al sostener que construyó “un Guggenheim sudaca”.
También fabricó para esta vivienda sus propios ladrillos de vidrio, “cortando y pegando botellas. El resultado –afirma– son ladrillos económicos, simples de hacer, muy aislantes y que, con un poco de creatividad, permiten muchas soluciones decorativo-funcionales”.
La planta baja no necesitaba revestimiento latoso pero se lo puso para conservar una estética uniforme. Si bien se mudaron con plásticos en las ventanas y siguieron avanzando a medida que la habitaban, admite que la casa “no se terminó aún”: le queda un rinconcito sin forrar.
Juego musical
Manuel y su socio Martín Sabattini empezaron a trabajar juntos en 2002, diseñando y produciendo muebles y objetos con recursos que tenían al alcance de la mano, como maderas de la zona, piedras, cuero y tejuelas de alerce descartadas de viejos edificios. Con el tiempo armaron un amplio catálogo de productos, y también comenzaron a ofrecer diseño de espacios públicos a la Municipalidad de Bariloche.
Su caballito de batalla, cuentan, es un banquito matero fabricado con madera de lenga, árbol típico cordillerano. Las patas están atornilladas y encoladas a una base que se recubre con gomaespuma y se tapiza con cuero de cabra. Pero además producen una versión más urbana y joven, con ruedas y cuero de oveja teñido de colores artificiales. Es fácilmente apilable y se exporta a varios países, con o sin tradición matera.
“Tenemos una concepción optimista del diseño argentino, de su valor estético y social como medio de afirmación de nuestra cultura. Consideramos fundamental recuperar, conservar y potenciar los conocimientos y el saber hacer de nuestra gente”, dicen.
Pero Bariloche no fue el único lugar donde dieron rienda suelta a su creatividad. El estudio fue invitado a participar de una muestra de diseño experimental de juegos urbanos en Amsterdam, Holanda, donde montaron una estructura que denominaron “El Monstrumento”: combina una especie de hamaca para dos personas con objetos que, en torno de un poste de luz, emiten sonidos a la par que los usuarios se columpian. Es un juego/instrumento para espacios públicos.
Otro de los perfiles que ofrece Manuel es el del trabajo comunitario. Desde ese rol, participó de un programa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para el cual elaboró dos cuadernillos que conforman un Manual para artesanos, en los que asesora sobre el diseño en la producción independiente y también acerca de venta de productos y curaduría de ferias.
Y tomá mate: su banquito creció, además, hasta tener una versión sillón.
+ INFO
Visitas a La casa de las latas sólo con cita previa.
Chucao 230, Bariloche.
T: (0294) 4520973 | 4612802 | 4306471.