Bariloche. El visionario que construyó la confitería giratoria del cerro Otto
Boris Furman fue un visionario y un pionero en el turismo. En los setenta revolucionó Bariloche, llevando a la cima del cerro Otto el teleférico y la confitería giratoria, que terminaron siendo uno de los paseos más populares de Bariloche, y también del país.
Corrían los años sesenta cuando Boris Furman viajó a Bariloche y subió a la cima del cerro Otto. El hombre, que ya era todo un visionario, quedó atónito. No es para menos: el cerro está ubicado a sólo cinco kilómetros del Centro Cívico de la ciudad y tiene una de las mejores vistas barilochenses. A un lado el lago Nahuel Huapi, al otro el lago Gutiérrez, enfrente el cerro Catedral y el Moreno más allá.
Furman, nacido en 1916 el seno de una familia humilde de inmigrantes rusos judíos, a esa altura ya era un empresario exitoso. Comenzó a trabajar a los 14 años como cadete en una sastrería de su Santa Fe natal. Dos años después sería ayudante en ventas y a los 22 su tesón y perseverancia lo llevaron a montar una sastrería propia en su ciudad, emprendimiento que años después se trasladaría a la Capital Federal, donde instaló una de las sastrerías más conocidas del país: Rocha Casimires.
Con ese gen y esa impronta de hombre tozudo y emprendedor, se le ocurrió que allí, en una de las laderas de esta montaña ubicada a 1400 metros de altura, podría montar un teleférico para ascenderla.
Una vez en Buenos Aires, emprendió las gestiones para construir el complejo. En un raid burocrático logró comprar las tierras, que eran del Ejército Argentino, y comenzó a concretar el sueño. Poco después del relevamiento topográfico, Furman viajó a Viena, la capital austriaca, para adquirir la infraestructura necesaria en el lugar que más expertos tenía en la materia. Así, contrató a los ingenieros de la firma Rudolf Kienast, especialistas en este tipo de sistemas, quienes iniciaron la obra, considerada en la época como una de las más importantes de América latina en materia de emprendimientos turísticos.
Finalmente, en 1974, el sueño del teleférico se cristalizó, pero Furman fue por más. Se propuso construir una confitería giratoria en esa cumbre donde sólo había una pequeña cabaña vidriada de 5 metros que utilizaban los guardaparques. Tiempo después, el bar 360 grados que gira sobre su eje –y sobre el eje de la geografía barilochense–se inauguró en aquella cumbre que merecía ofrecer a los visitantes semejante panorámica y chocolate caliente. Un emprendimiento único en Sudamérica. Así, el complejo del Cerro Otto se constituyó rápidamente en uno de los principales atractivos turísticos de uno de los destinos más visitados de la Patagonia. Solo un par de años más tarde, Furman ya había recuperado la inversión.
En el nombre de la madre
"Siempre hay alguien más necesitado que uno" solía decirle Sara Furman, su mamá, y a don Boris aquellas enseñanzas lo marcaron a fuego; creció con ese mensaje materno. Entonces, decidió armar la Fundación Sara María Furman, en honor a su madre y a su hermana, y donar el total de las ganancias del Complejo Turístico Cerro Otto. Desde 1980 las utilidades son donadas anualmente y en partes iguales a la Asociación Cooperadora del Hospital Público de San Carlos de Bariloche y a dos organizaciones de la comunidad israelita de Buenos Aires. También construyó en 1998 una panificadora en Santa Fe que elabora 1200 kilos de pan diarios para 1200 familias carenciadas del Barrio Obrero Santa Rosa de Lima. Montó un edificio de dos plantas de 500 m2, con todo el equipamiento necesario. Pero a raíz de la crisis de 2002, la panificadora cerró sus puertas.
Sin embargo, quienes lo suceden en sus emprendimientos se preocuparon en seguir trabajando para reinaugurarlo, como manera, también, de rendirle tributo.
El 15 de abril de 2009, dos días después del segundo aniversario de su muerte, la Panificadora Solidaria reabrió sus puertas en el mismo edificio de antaño, pero totalmente renovado, y con maquinaria actualizada. Desde ese momento se elabora pan diariamente destinado a comedores comunitarios de Santa Fe, y también se comercializan panificados a precios accesibles para los vecinos de la zona.
Arte en lo más alto
La confitería y el teleférico no serían las únicas ocurrencias de este hombre. Don Boris quería que el cerro también exhalara cultura, y transmitir su pasión por el arte universal. Y así, viajó a Italia, donde recorrió museos, ateliers y galerías. En Florencia y Roma, pudo apreciar las obras maestras de Miguel Angel Buonarroti: David, La Piedad y Moisés fueron las esculturas que más lo cautivaron. Creyó entonces que eran aquellas estatuas las que debía llevar al cerro Otto y se contactó con la Galería de Arte de Pietro Bazzanti e hijo, en Florencia, a quienes encargó en 1995 los calcos en tamaño natural de las tres obras del artista italiano.
Las piezas se construyeron en polvo de mármol y resina y viajaron en buque a Buenos Aires, para trasladarse en ómnibus a Bariloche, donde ya estaba lista la galería en el cerro pero aún sin el techo, para que cuando llegaran las obras, dada su envergadura, pudiesen entrar por arriba. Hoy, se encuentran en una exposición permanente en la Galería de Arte del Complejo Turístico Teleférico Cerro Otto. Además de las reproducciones de la obra de Miguel Angel –certificadas por el gobierno italiano–, hay en exhibición permanente bocetos y réplicas de las herramientas que utilizó el artista.
Con estas obras y su impronta solidaria, el nombre de Boris Furman quedó tallado para siempre en la memoria colectiva de los barilochenses y la historia del turismo en Argentina.