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Si hay algo que a Bariloche no le falta son cerros majestuosos, lagos prístinos y vistas apoteóticas, como las que se obtienen durante el ascenso al cerro Bellavista, un trekking de dificultad media en el que se llega a una cumbre indómita en unas cuatro horas.
Arrancamos a las 9 de la mañana, cuando Carlos Pelli, experimentado guía de montaña, nos pasa a buscar y augura una gran caminata: “Es lejos la mejor vista que vas a tener de Bariloche y de toda la región”. Está nublado, lo cual es bueno para caminar, aunque me preocupan las fotos: ¿Se reflejará el azul intenso de lagos y cielos?
A la altura del kilómetro doce de la Avenida Bustillo, dejamos atrás la vista del Nahuel Huapi y nos desviamos por el camino viejo que lleva al Cerro Catedral hasta el desvío que conduce al arroyo Casa de Piedra. Dos kilómetros más adelante entramos al Tambo de Báez, el kilómetro cero de esta picada.
Pelli ofrece bastones para nuestro ascenso, y saca uno del baúl al que le tiene mucho cariño. Dice que lo acompaña desde sus épocas de guía en los Pirineos. También nos brinda agua mineral de manantial local en una botella reutilizable de aluminio para reducir los residuos plásticos.
El Tambo de Báez –un antiguo poblador de la zona– funcionó como tal allá lejos en el tiempo, en épocas en que Bariloche era una colonia agrícola-pastoril. Ahora viven sus descendientes y solo tienen vacas para consumo propio. Hay un estacionamiento, baños y un barcito. Además, ayudan con el registro de quienes entran en las picadas y mantienen el sector limpio.
Los primeros metros del sendero se comparten con el camino que lleva al Refugio San Martín en la laguna Jakob, hasta llegar a un cartel que indica el desvío a la derecha para ir al Bellavista. El camino resulta empinado desde el arranque, y me pregunto si así será el resto de esta senda que no tiene dificultades técnicas. Nos adentramos desde el arranque en este vergel color verde intenso que es el bosque andino patagónico. Enseguida, tenemos que quitarnos capas de ropa.
El bosque húmedo y su multiplicidad de especies se muestran desde el kilómetro cero, hay coihues morrudos, el típico ciprés cordillerano y cañas colihues. Nos adentramos en el sotobosque, el fantástico bosque dentro del bosque, minado de vegetación rastrera, como algunas frutillas silvestres que se destacan al lado del camino. También hay orquídeas y hongos que colonizan troncos y ramas, como la sitaria, de la familia del Llao Llao. Vamos atentos a las aves y animales, aunque es casi imposible ver bichos de cuatro patas, como algún ciervo, aunque se pueden ver rastros, o el extraño gato huiña, endémico de la región. Pero sí sobrevuelan algunas aves, como el famoso chucao, y algún huet huet, pequeños, rápidos y huidizos. Pelli indica que también hay carpinteros, rayaditos y loicas; chimangos y caranchos. Y más arriba, con suerte podremos ver jote de cabeza negra o colorada, jote blancos, y el cóndor.
Salimos del bosque húmedo y nos detenemos en un claro con vista del lago Moreno. Un grupo de trail runners sube a paso rápido, con sus atuendos de lycra flúo y bastones. El suelo se vuelve pedregoso, ya no hay árboles sobre nosotros, sino algunas lengas y ñires petisos, y arbustos rastreros. Estamos en el bosque de transición, el viento se hace notar y las nubes siguen ahí. Nos volvemos a abrigar.
Van dos horas de caminata y la pendiente nunca se suavizó. Nos detenemos para tomar aire frente a nuevas panorámicas, ahora un valle verde intenso se abre paso entre las montañas, hacia el otro lado del lago. El paso siguiente es el más crítico, hay que atravesar un pedregal empinado y resbaladizo. Trepamos aferrados a las lengas para no deslizarnos cuesta abajo, cuando un cóndor nos sorprende al pasar. Parece volar en cámara lenta, aunque lo hace muy rápido. Sobrevuela cerca, muy cerca.
Poco después, nos detenemos en el Filo, el último tramo de la transición del bosque a la alta montaña. Desde ahí, avistamos por primera vez el triángulo que forma la cumbre del Bellavista. Recuperamos energía con unas barritas de cereal, alguna fruta y agua. Allá vamos. Hay que abrigarse un poco más, el viento y el frío recrudecen, aunque un cielo celeste asoma entre las nubes. El paisaje se vuelve más desértico.
Andamos un rato más, siempre cuesta arriba, ahora por un filo con vista al Nahuel Huapi hacia un lado y un valle hacia el otro lado. La cumbre está ahí, cada vez más cerca.
Unos minutos después, en medio de un silencio atronador, llegamos a la cima. Nos paramos en la piedra más alta, que ofrenda una panorámica en 360°. Cada tanto, llegan con el viento los ecos de la ciudad. Vemos el Nahuel, el Moreno, el centro y más allá, hasta Dina Huapi, el pueblo vecino. Posamos para las instantáneas, extendemos los brazos, miramos al cielo.
Tarifa y reservas
El costo de la excursión es de 7200 pesos por pasajero. Incluye transfer desde y hasta el hotel, picnic gourmet, con sándwiches que contemplan opciones vegetarianas y veganas. La merienda incluye diferentes tipos de tés, scons alfajores caseros, brownies, y budines. www.wildernesspatagonia.com
Reservas: www.wildernesspatagonia.com