Bajo tierra. El laberinto de túneles porteños que sigue sorprendiendo
Anécdotas, nuevas excavaciones y hasta visitas virtuales a la red de pasadizos construida en los siglos XVII y XVIII
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Si Buenos Aires seduce a propios y ajenos desde la superficie, la atracción se intensifica cuando se trata de sus antiguos túneles subterráneos. “No porque en ellos se hayan encerrado esclavos, ultrajado monjas, torturado prisioneros o porque jóvenes mancebos hayan huido por allí con inocentes doncellas”, como surge de algunas obras literarias y de artículos periodísticos de dudosa veracidad -aclara el experto Daniel Schavelzon- sino porque aún queda mucho para investigar sobre esas construcciones descubiertas a fines del siglo XIX.
“El primer túnel del que tenemos noticias en Buenos Aires lo hicieron dos ladrones, con el objetivo de robar la caja de caudales del Fuerte, que en ese entonces era la casa de gobierno virreinal (hoy Casa Rosada). Y lo lograron”, aunque fueron pronto capturados y “del túnel nadie volvió a acordarse”, lamenta Schavelzon en su libro Túneles de Buenos Aires, Historias, mitos y verdades del subsuelo porteño.
¿Para qué se construía bajo tierra? Este arquitecto, experto en excavaciones, menciona una serie de motivos, como el de tener que mantener la comida en sótanos, a falta de heladeras. Era donde “las abuelitas conservaban sus frascos de mermeladas y comidas caseras”, y remarca que “hasta entrado el siglo XX la cerveza se hizo y se guardó, tanto en las fábricas como en las envasadoras, bajo tierra”.
“Otra necesidad era el agua. Había que extraerla y descargarla una vez usada”, cuenta Schavelzon, lo cual llevó a realizar pozos de todo tipo y también túneles para pasar cables y caños. Además del uso doméstico de esos espacios, se hallaron “largas galerías –agrega- construidas en los siglos XVII y XVIII, con un proyecto que quedó frustrado: un sistema defensivo moderno para su tiempo, basado en la huida silenciosa en caso de que la ciudad fuese tomada, para organizar un ejército y reconquistarla desde afuera”, como se hizo durante las Invasiones Inglesas (en 1806 y 1807).
Anécdotas del inframundo
Para tener idea de lo inmenso que son algunos de esos túneles, relata que en 1950, “tres cirujas que se asomaron por una tapa de ventilación en medio del cruce de Cangallo y Reconquista” denunciaron ante una comisaría que en la bóveda adonde ellos solían buscar desperdicios metálicos, hallaron un hidroavión que, efectivamente, había caído unos días antes en el Río de la Plata, “y por la bajante del río se había deslizado a través de esas enormes galerías que desde finales del siglo XIX cruzan la ciudad para desaguarla”.
Si bien la red de viejos túneles recorre varios barrios porteños, mezclados con otros que se fueron sumando con los años, los estudiosos estimaron que los más antiguos están en la llamada Manzana de las Luces, entre las calles Bolívar, Moreno, Alsina y Perú.
En los comienzos del siglo XX los primeros investigadores que penetraron en ese “inframundo”, como alude Schavelzon, aportaron planos, fotografías y publicaron la hipótesis de que los túneles de ese radio fueron construidos hacia el 1800 por los jesuitas, establecidos a mediados del siglo XVII, para intercomunicar sus conventos.
En cuanto a los objetos descubiertos por los científicos en cada túnel, especialmente los del Mercado Viejo (en la esquina de Perú y Alsina), los del Caserón de Rosas (en Palermo), y los azulejos franceses Pas de Calais de la Manzana de las Luces, entre otros que conforman unas 30 mil piezas recuperadas, algunas se exhiben en el Museo Histórico Nacional.
Virtual y federal
Desde mediados del siglo XX se realizaron obras interiores en la Manzana de las Luces, enfocadas en acondicionar una parte y liberar un acceso para organizar visitas guiadas y gratuitas. “De los tres tramos que atraviesan la parte céntrica de la Ciudad fue excavada una pequeña porción y los visitantes pueden conocer un espacio central, a modo de distribuidor, del que se abren tres galerías”, detalla Gustavo Blázquez, director de este Complejo histórico cultural que en 2013 fue declarado Museo Nacional.
El antropólogo y docente que proviene del Conicet, explica que actualmente no se puede bajar a visitar esos túneles por dos motivos: las reparaciones que se están realizando “en una escalera que se oxidó, en techos y en la fachada de la Procuraduría, además de la limpieza de la vegetación”. El otro impedimento lo imponen los protocolos por el Covid-19.
Está previsto que, a mediados de año, junto con la reinauguración edilicia de la Manzana, se presentarán “aplicaciones, visitas de 360° y otras herramientas virtuales accesibles para quienes están en cualquier lugar del país y para las personas que por impedimentos físicos no pueden ingresar a las salas o a los túneles. Incluye un videojuego pedagógico para chicos, Jugando en los túneles”, anticipa Blázquez sobre este proyecto que ganó el Premio Ibermuseos de Educación, el año pasado, consistente en US$2500 para su realización.