1 BIG ICE
Caminar hasta el centro del Perito Moreno es la propuesta de esta salida, sólo apta para jóvenes físicamente entrenados y espíritu aventurero.
El corazón del glaciar es un gran desierto blanco y silencioso, pura soledad de hielo milenario.
La idea de adentrarnos en esta mole gélida nos tentó desde un primer momento. Sin pensarlo dos veces nos sumamos a la travesía que organiza la gente de Hielo y Aventura hasta el centro mismo del glaciar.
Salimos una mañana de El Calafate rumbo al Puerto Bajo de las Sombras, en el Brazo Rico del lago Argentino. Desde allí navegamos unos diez minutos en lancha y desembarcamos en la orilla opuesta donde nos espera Julio Viana, nuestro guía.
Para participar del Big Ice ?así se llama este programa? es necesario tener un buen estado físico y entrenamiento en largas caminatas. Recuerde que el tramo de trekking sobre hielo ?unas siete horas? implica un esfuerzo extra.
Abrigados como osos, partimos. El primer trecho es por la morrena sur del glaciar; el sendero lleva una hora y transcurre por el borde de un bosque de lengas.
En un mirador natural hacemos un alto y nos calzamos los grampones (una suerte de suela con clavos de hierro que se ata a los zapatos de trekking), indispensables para ingresar al glaciar. Aquí comienza la verdadera aventura. Avanzamos hacia el interior del Perito Moreno y observamos a distancia la geografía de los alrededores. La ladera de piedra parece arañada por una fuerza descomunal: es la evidencia del paso de los hielos durante la última glaciación. Después, a medida que nos alejamos, el entorno parece esfumarse.
En los días nublados, como hoy, la línea que separa el cielo de la tierra es difusa.
Durante todo el trayecto hay que seguir al guía que va leyendo el terreno y nos muestra el camino seguro. Un paso en falso puede ser peligroso; entre otras cosas, porque la nieve disimula las profundas grietas ?aquí llegan a medir entre 40 a 50 metros de profundidad? y son imperceptibles a los ojos inexpertos. Sin embargo Julio, que es biólogo, andinista y guía de montaña, sabe cómo evitar estas situaciones. Además, cuando el terreno se pone difícil, fabrica con un pico especial una suerte de escalones que facilitan la caminata.
Durante la excursión es posible ver diferentes formaciones. Las cuevas son muy vistosas y permiten asomarse al interior del glaciar donde el hielo es limpio y tiene un color azulado. Los sumideros, por otra parte, son unos canales por donde fluye agua; los hay con grandes bocas y muchos metros de profundidad. Al mediodía estamos exhaustos y nos detenemos para reponer energías.
Mientras descansamos y devoramos unos deliciosos sándwiches, Julio nos habla del andiperla Willinki, un insecto de aspecto similar a un ciempiés, que es el único ser que vive permanentemente en el glaciar. Fue descubierto en la década del 50 por el explorador argentino Emiliano Huerta y clasificado por el zoólogo Abraham Willinki, que le dio su apellido a este extraño bichito.
Regresamos antes de que caiga la tarde. Una vez en la lancha, el infaltable whisky con hielo del glaciar para el brindis de despedida.
2 BALCÓN DE EL CALAFATE
En 4x4 y por caminos intransitados de estepa se llega un sitio con antiquísimas y extrañas formaciones geológicas.
Los alrededores de El Calafate tienen un encanto especial y pueden recorrerse en una visita de medio día. La propuesta es ideal para los viajeros que van con poco tiempo y permite llevarse otra mirada de la zona, más allá de la típica postal que ofrece el glaciar.
Nosotros elegimos hacerlo con Mil Outdoor Adventure, una compañía especializada en diseñar y operar itinerarios off-road en 4 x 4.
Nuestro guía y conductor nos espera en la puerta del hotel con la Land Rover lista para iniciar un itinerario de 35 km que trascurre por tierras de las estancias Huyliche y Anita, al sudoeste del pueblo.
El programa, bautizado como Balcón de El Calafate, permite obtener buenas panorámicas de la zona desde una altura de más de mil metros y visitar interesantes formaciones geológicas.
El primer tramo avanza por un paisaje de estepa sobre terrenos de la estancia Huyliche. Aquí y allí se ven grandes piedras negras que aparecen aisladas y dispersas en el campo; no tienen parentesco alguno con la roca de la zona. Los geólogos las llaman piedras erráticas y fueron arrastradas desde muy lejos, hace milenios, por el glaciar.
En lo alto nos detenemos para disfrutar de una increíble vista de la ciudad. Desde ese punto es posible observar la zona este del lago Argentino; en los días despejados se divisan, a lo lejos, las siluetas de los cerros Torre y El Chaltén.
Un poco más adelante, en tierras de la estancia La Anita, está el Laberinto de Piedras; es del período Cretácico y tiene 85 millones de años de antigüedad. Allí hacemos un alto para caminar por el lugar que, se cree, fue fondo fluvial y tiene unas extrañas formaciones de roca sedimentaria que parecen enormes porciones de torta mil hojas.
Unos kilómetros más adelante el camino nos lleva hasta Los Sombreros Mexicanos, unas enormes esferas de óxido de hierro que se generaron, según nos explica el guía, cuando el sitio era fondo marino. Luego de la elevación de la Cordillera de los Andes y tras un larguísimo proceso de erosión, quedaron como las vemos hoy. Estas formaciones son difíciles de ver; en Argentina se observa algo similar en el Valle de la Luna (San Juan), de lo contrario hay que viajar hasta Nueva Zelanda o Indonesia.
Luego de andar un buen rato entre las rocas, nos sentamos al reparo para compartir un café caliente en esta suerte de parque de piedra. Después, descendemos por la cara norte del Cordón Huyliche sin perder de vista al imponente lago Argentino.
De regreso, en las afueras del pueblo, hacemos un último alto para conocer la pequeña fábrica de biodisel de MIL: una interesante iniciativa que lleva varios años y consiste en recolectar el aceite de cocina que se desecha en la ciudad (proveniente de restaurantes, hoteles, uso doméstico) y convertirlo en el combustible que alimenta sus camionetas. Así, los vehículos de esta empresa de turismo aventura reducen el uso de gasoil en un 20%; además las emisiones de biodisel son mucho menos contaminantes porque el contenido de azufre es sensiblemente menor.
3 ESTANCIA CRISTINA
Rodeada de lagos, bosques y glaciares, esta estancia de pioneros es un refugio único en el confín de la Patagonia
Para llegar hay que navegar unas tres horas y media entre témpanos y peñascos. Al final, en un lejano rincón del lago Argentino, junto al glaciar Upsala, aparece la estancia. En ese punto es inevitable imaginar la hazaña de sus fundadores, los Masters, ingleses que llegaron aquí en 1914. Pero esta historia la contaré más adelante.
El último verano Estancia Cristina ?premio LUGARES 2006- abrió sus puertas con una propuesta renovada. Cuatro grandes prestadores de servicios de la zona (Los Notros, Fernández Campbell, Fitz Roy Expediciones y MIL Outdoor Adventure) se unieron para poner en marcha un atractivo programa que combina navegación y actividades de aventura ?trekking, cabalgatas y salidas en 4x4? además está la posibilidad de alojarse en el flamante lodge, a pasos del antiguo casco.
El viaje
Zarpamos desde Puerto Bandera y navegamos el Argentino con rumbo noroeste. A un lado y al otro del lago emergen cordones de roca donde las lengas, los ñires y los guindos se abren paso entre las piedras.
Los primeros témpanos anuncian la cercanía del glaciar Upsala; son de formas y tamaños diversos y tienen una llamativa coloración azulada. Sólo vemos entre el 10 y el 15% del iceberg, el resto está debajo del agua.
A lo lejos avistamos el frente occidental del Upsala, uno de los colosos de hielo de la Patagonia. La cuenca de este glaciar ocupa 900 km2, superficie que triplica a la del Perito Moreno y es cuatro veces más grande que la ciudad de Buenos Aires. La mala noticia: está en retroceso.
Al final del canal Cristina aparece la estancia homónima. Allí nos esperan con las camionetas listas para hacer la primera travesía en tierra.
El Upsala, ahí nomás
Ascendemos en 4x4 por el valle del río Catherina a través de una picada abierta en el bosque. Nos detenemos en un antiguo refugio de científicos, hoy abandonado, y seguimos a pie por la morrena. El camino nos conduce hasta una maravillosa panorámica del Upsala: el frente oriental.
El lago Guillermo, al pie del glaciar, surgió hace unos 40 años y es una muestra más del retroceso de esta gran masa helada.
El Upsala parece interminable, se extiende más allá de nuestra visión y después se pierde en el campo de hielo patagónico.
Nos convidan un tazón de sopa crema de zapallo y unos tibios pancitos de queso. Antes de partir, intentamos memorizar para siempre esa imagen única y llevarla de recuerdo.
Historia de pioneros
A orillas del lago Argentino, el casco de Cristina aparece rodeado por un cordón de cerros de piedra azulada. Las antiguas instalaciones se conservan remodeladas para recibir turismo: el secadero de ovejas se convirtió en restaurante; el galpón de esquila, en un pequeño museo y la casa de los Masters, en oficinas. Después están la huerta, el cementerio familiar y la vieja noria junto al río.
El moderno lodge fue diseñado en un estilo patagónico y cuenta con el confort de los tiempos que corren. Los cuartos tienen muy buenas dimensiones y un bow-window enorme.
Luego de compartir un almuerzo criollo con los numerosos visitantes que llegan para pasar el día, vamos hasta el museo. Allí se guardan objetos que recrean la vida de los Masters, artífices de la estancia.
Joseph Percival Masters llegó a la Patagonia a principios del siglo XX. Por entonces, el gobierno argentino entregaba tierras para favorecer el poblamiento de las zonas más alejadas del sur y Masters decidió aceptar el desafío.
Partió con su mujer Jessie y sus dos hijos, Percival Herbert y Cristina, en una lancha a vapor y una balsa que arrastraba a modo de carguero, con las pertenencias familiares. El viaje por el lago Argentino duró cuatro días. Durante el primer año todos vivieron en carpa; al poco tiempo y gracias al trabajo incansable de los Masters, la estancia creció hasta las 22 mil hectáreas y llegó a tener unas 27 mil ovejas.
Exploradores como el padre D?Agostini y Eric Shipton se hospedaron en esta casa, que era el último refugio antes del Campo de Hielo.
Por el valle de los fósiles
A la mañana siguiente partimos para caminar por el cañadón ubicado entre el cerro Colorado y el cordón Feruglio. Aquí y allá abunda una roca sedimentaria ?tipo piedra laja? negra por fuera y roja por dentro.
Más adelante avanzamos flanqueados por un paredón de 120 metros de altura. Pasamos con cuidado por una zona de derrumbes y luego nos detenemos, por sugerencia del guía, para ver los fósiles y las marcas que dejaron los amonites ?ese antiquísimo caracol marino circular? y los belemnites ?un tipo de molusco similar al actual calamar que habitó el Mesozoico?, ambos extinguidos hace millones de años.
Después de sentirnos geólogos por un par de horas, regresamos a la estancia para embarcarnos de regreso a El Calafate.
4 BOSQUE PETRIFICADO LA LEONA
Tierra de dinosaurios gigantes, los alrededores del lago Viedma esconden restos fósiles de 70 millones de años.
La idea de viajar al Cretácico nos resultó más que interesante. No teníamos que meternos en el túnel del tiempo ni tampoco llegar hasta el centro de la tierra, la cuestión era mucho más sencilla. Sólo había que manejar unos cuantos kilómetros desde El Calafate hasta los alrededores del lago Viedma. Allí, decían, podríamos ver restos fósiles de dinosaurios y árboles petrificados de varios millones de años: sonaba emocionante.
A la mañana siguiente, Bebe ?el fotógrafo? y yo esperamos ansiosos la llegada de Claudio Sürer-Stolle, el Gringo, guía de Andes Expeditions y encargado de llevarnos hasta ese extraño lugar: el bosque petrificado La Leona.
Partimos temprano por la ruta 11 y luego nos desviamos por la mítica 40. Un poco más adelante cruzamos el río Santa Cruz. Sus aguas color turquesa conectan el lago Argentino con el océano Atlántico y trajeron a remo a los primeros exploradores que se animaron a estas lejanías.
La ruta atraviesa la pura estepa. Atrás, dejamos el lago Argentino y seguimos por un valle de origen glaciar que bordea el río La Leona.
Unos kilómetros antes del lago Viedma hacemos un primer alto en el parador Luz Divina, que fue un antiguo hotel de paso. Desde allí vamos hacia el oeste, rumbo a la estancia Santa Teresita que pertenece a la familia Vidal. Esta propiedad, dedicada a la cría de ovejas, se extiende por 60 mil hectáreas; en una zona del campo existe un gran yacimiento de fósiles.
Al sitio sólo se puede ingresar con guías autorizados porque es tierra privada y por lo tanto no tiene acceso libre al público.
Dejamos el vehículo en un alto y comenzamos andar por un caminito recreado sobre antiguas sendas de guanacos.
El paisaje ?una formación de origen sedimentario en tonos de gris? tiene una belleza desolada y extraña. Desde arriba se ven como hongos enormes o como una sucesión de platos apilados: todo vale a la hora de imaginar.
En términos geológicos el sitio pertenece a la Formación Pari Aike, una denominación técnica que se usa para describir una unidad rocosa de sedimentos con fósiles, cuya antigüedad ronda los 70 millones de años. Caminamos unos cuatro kilómetros y durante el recorrido nos asombramos al ver grandes cantidades de troncos de árboles petrificados. Incluso encontramos uno que parece haber sido arrancado de cuajo, con parte de la raíz y todo.
Lo de bosque es sólo una referencia al paisaje que, se supone, tenía esta zona hace millones de años; imaginarla arbolada según lo entendemos en la actualidad, es un error. Aquí también hay restos muy fragmentados de lo que se cree fueron variantes de dinosaurios.
A poco de andar, el Gringo nos muestra el muro donde hace un tiempo el equipo del investigador Fernando Novas extrajo la vértebra del Puertasaurus reuili (ver nota en pág. XXX ) un gigantesco dinosaurio que fue presentado en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia durante junio último.
Unos años antes, en 2000, el mismo equipo encontró aquí al Talenkauen santacrusensis, un espécimen también herbívoro, pero mucho menor.
A primera hora de la tarde hacemos un alto para almorzar. A nuestro alrededor se extiende la estepa rodeada de cerros que alguna vez fue el hogar de los dinosaurios más grandes de la Patagonia: estos animales alcanzaron aquí dimensiones gigantescas como en pocas áreas del planeta, cuando el agua y los grandes bosques eran el denominador común. Pero eso ocurrió hace millones de años, mucho antes de la formación de los Andes y del desborde del Atlántico, en una era demasiado lejana, lejanísima: el Cretácico.
5 GLACIAR PERITO MORENO
A 80 km de El Calafate, este coloso de hielo es un paradigma de la Patagonia; cuando rompe, miles de fanáticos asisten a este espectáculo único en el mundo.
Quien más quien menos, todos los que llegan hasta El Calafate tienen una primera obsesión: ver el glaciar.
Ubicado sobre el Brazo Rico del lago Argentino, el Perito Moreno tiene unos cinco kilómetros de frente y sus paredes de hielo alcanzan los 6o metros de alto sobre el nivel del agua. Así y todo, no es el glaciar más grande de la Patagonia.
Su fama se debe a un curioso fenómeno que ocurre en su frente como consecuencia del avance continuo de su masa de hielo, conocido como El Rompimiento.
Nosotros no somos la excepción: el Moreno también es nuestro destino y hacemos todo lo posible para no esquivarlo.
Desde El Calafate hay manejar unos 80 km por la ruta 11 hasta el Parque Nacional Los Glaciares. El primer tramo del camino transcurre por un paisaje de estepa, pero a los 40 km la vegetación comienza cambiar: notros, lengas, guindos y ñires señalan el comienzo del bosque y también la entrada al Parque.
El mejor sitio para ver el glaciar son las pasarelas, una suerte de miradores que permiten obtener diferentes panorámicas.
Allí nos quedamos un buen tiempo fascinados por la belleza azulada del hielo y a la espera de algún derrumbe, que suele ser un espectáculo maravilloso y acontece a cada momento con mayor o menor estruendo.
El rompimiento
En algunas oportunidades, el Perito Moreno avanza hasta cruzar el Canal de los Témpanos y se apoya en tierra sobre la península de Magallanes. Arrasa parte del bosque y forma un gigantesco dique que corta el drenaje natural del lago sobre el Brazo Rico. El desnivel de las aguas que esto genera es de casi 20 metros; semejante masa líquida ejerce tal presión que con el tiempo termina por derribar esa represa helada. Cuando ocurre el famoso rompimiento, llegan viajeros de todas partes para asistir a semejante manifestación. No sucede todos los años y tampoco se puede predecir la fecha exacta, pero no bien el proceso se pone en marcha, hay que prepararse para partir hacia allí.
6 PARADOR ESTANCIA RÍO MITRE
A la vuelta del glaciar, el parador de la estancia propone un alto para emprender una caminata, andar en bici o a caballo en busca de antiguas puntas de flecha.
La ruta 15 fue el camino histórico al glaciar Perito Moreno; hoy es una buena alternativa para aquellos que disfrutan de las impresionantes vistas patagónicas.
El camino avanza custodiado por el cordón Huyliche, al otro lado se ven algunos picos cordilleranos como el cerro Frías y el Buenos Aires. Calafates, coirones y matas negras son la única expresión vegetal que aparece a nuestro paso. La piedra arañada de la montaña y las gigantescas rocas que surgen de la nada, muestran la fuerza con que avanzó y luego se retiró el glaciar.
Después nos desviamos unos kilómetros por la ruta 60 para visitar el recién inaugurado parador de la estancia Río Mitre, también conocida como estancia 9 de Julio.
Allí, junto al Brazo Rico, Esteban Echeverría ?su dueño? nos muestra el sitio que propone un alto para aquellos que regresan del glaciar.
El lugar cuenta con instalaciones sencillas y ofrece comida casera y simple. Además, organizan programas cortos por los alrededores. Las salidas en versión trekking, en bici o a caballo proponen un recorrido por la costa del lago hasta la desembocadura del río Rico.
Juan Echeverría, el abuelo de Esteban, un uruguayo de origen vasco, llegó a El Calafate en la década del 20 cuando el pueblo y la zona se conocían como La Piedra Grande.
El hombre era, según nos cuenta su nieto, un mercachifle que se instaló en la costa de Brazo Rico donde había una zona prospera de chacras. Al parecer, y antes de la gran inundación de lago Argentino a fines del 30, esta área era la más vital de los alrededores.
Desde el parador se pueden ver la s ruinas del antiguo Hotel Río Mitre, que perteneció a la familia Freire. Otro dato pintoresco es que muy cerca de aquí cayó el avión del famoso piloto Gunther Pluschow, uno de los pioneros de la aviación.
Esteban afirma que en esta zona hubo un asentamiento indígena. Lo dice con la intuición de aficionado, lugareño y caminador incansable que es, y nos asegura que allí ha encontrado restos de cenizas antiguas y puntas de flechas de piedra pulida.
Por Gabriela Pomponio
Fotos de Bebe Tesio
Publicado en Revista LUGARES 126. Octubre 2006.