Ser mujer y joven no fue impedimento para Laura Dekker, que logró cumplir su sueño: durante más de dos años se enfrentó a aguas desconocidos y tormentas para hacer lo que la apasiona
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Desde que nació en un barco en Nueva Zelanda, en 1995, durante una circunnavegación de siete años de sus padres, la historia de Laura Dekker estuvo marcada por los barcos y la navegación.
Su padre, constructor de barcos, contribuyó a la precocidad de esta aventurera, que luego del divorcio de sus progenitores decidió quedarse a vivir con él, que había comenzado a construir un cúter Norwegian Fishing de 70 pies por su cuenta, desde cero. Eso la inspiró para construir su primera pequeña balsa de vela a los 6 años.
Pronto la pequeña Dekker comenzaba a competir a bordo de su propio Optimist y luego un Mirror con los que navegaba en los ríos holandeses donde vivían. Poco después había logrado convencer a un amigo de su padre para que le permitiera arreglar y usar su viejo Hurley 700 y el verano siguiente navegó en ese barco por Holanda y las islas Wadden junto a su perro Spot y desde entonces continuó navegando cada día.
A los 8 años comenzó a hacer varios trabajos como limpieza de tiendas, actuando en la calle en un monociclo, repartiendo periódicos para ahorrar y para poder comprar su propio yate, hasta que a los 11 pudo adquirir un Hurley 700 para dedicar todo su tiempo libre a mantener y navegar este barco. Así las cosas, a los trece años se embarcó sola a Inglaterra, y esa experiencia despertó su profundo deseo de ir más lejos y navegar alrededor del mundo. Después de todo, tenía un barco en condiciones de navegar, algo de dinero ahorrado y suficientes habilidades para llevar su barco a cualquier lugar que ella quisiera.
Sn embargo, aún faltaba un nuevo obstáculo a sortear, ya que debió enfrentarse primero al estado holandés, que en un principio se opuso, iniciándose así una batalla judicial de 10 meses que finalmente ganaron sus padres. Entonces, sí, en agosto de 2010, con 14 años, comenzó la travesía con las primeras 700 millas de navegación desde Gibraltar hacia las Islas Canarias.
La vuelta al mundo
“Muy bien, así que aquí vamos. Todos los suministros están almacenados, agua, cajas con alimentos, más cajas con comida y más comida, solo tengo que soltar las amarras y luego estoy lista para salir. Ya veremos”, dispara Laura Dekker al inicio del documental Maidentrip, un film de Jillian Schlesinger inspirado en esta holandesa nacida en Nueva Zelanda (tiene la doble nacionalidad) consagrada como la persona más joven en completar una navegación a vela alrededor del mundo a sus 16 años… sola. Allí pueden verse las propias grabaciones de Dekker de la travesía y los lugares que recorrió, incluyendo las Canarias, el canal de Panamá, las Galápagos, Polinesia, Australia y Sudáfrica, en un periplo que la llevó a circunnavegar 27 mil millas náuticas en 519 días.
“Otros que han hecho el viaje mundial para el récord navegan sin parar alrededor del mudo. Yo no quiero hacer eso, porque creo que es realmente genial aprender de otros países, otras culturas. Esa es una de las razones por la que estoy tomando dos años para hacer mi viaje”, relata el espíritu de su aventura, durante la cual no dudó en hacer escalas para visitar diferentes países.
Entonces sí, inicia el cruce del océano Atlántico - el primero de los tres grandes océanos a navegar-, un trayecto de 2200 millas hasta St. Maarten.
“Todos mis sentimientos estaban desordenados. Disfruto muchísimo navegar y todo a mi alrededor, pero por otra parte extrañaba a mi papá. Extrañaba a mi casa. No pude comer nada durante dos días, simplemente no pude digerirlo, me sentí realmente muy extraña”, relata Dekker los primeros días de navegación en altamar, donde se filma en algunos tramos acompañada por delfines, o cuando debe enfrentar dificultades como la falta de viento y las primeras tormentas.
“Nadie dijo que la navegación era divertida, excepto yo. Es simplemente hermoso. Siempre soñé con vivir esta forma de vida”, se entusiasmaba la joven holandesa a medida que avanzaba en su aventura.
Así, tras 17 días de navegación arribó a St. Maarten, donde permaneció unos días en tierra firme mientras se alistaba para adentrase en el Mar del Caribe, 1300 millas desde St. Maarten recorriendo las Islas des Saintes, Dominica, Bonaire y San Blas hasta cruzar el Canal de Panamá, un punto de inflexión.
“En el Caribe siempre podía dar la vuelta y volver a Europa, pero al pasar el Canal de Panamá realmente tenía que seguir adelante. Es el punto en el que dije ‘realmente lo voy a hacer’. A partir de ahí, se acabó de poner serio”, reflexionaba Dekker antes de emprender la siguiente etapa de 900 millas que separan Panamá de las Islas Galápagos, en Ecuador y aventurarse a cruzar el océano Pacífico.
“La navegación a través del Pacífico fue la más hermosa que haya tenido. Mis padres navegaron la misma ruta 20 años atrás, conservo el cuaderno de bitácora de ellos, así que corría tras su sombra”, sigue Dekker en una nueva actualización frente a la cámara que lleva a bordo de un Ketch rojo brillante de 12 metros llamado Guppy.
Y añade: “Me encantó el Pacífico desde el principio, todas las islas son diferentes, las culturas son diferentes. Es el paraíso. En Europa el dinero es lo más importante, el criar una familia, comprar un auto, conseguir una casa, tener hijos y luego morirte. Pero el Pacífico es perfecto. Me gusta mirar alrededor, hablar con las olas, con el mar y con Guppy. Tengo una muy buena amistad con mi barco. Es mi todo, y espero tenerlo por mucho tiempo”.
Y así la espuma de los días que se suceden en el mar hasta alcanzar primero la Polinesia francesa, las islas del Pacífico y otras 2400 millas rumbo a Darwin, en Australia. Por entonces llegarán días tempestivos al cruzar el Estrecho de Torres, entre arrecifes y bancos de arena, un reto mayor para marineros y en especial para navegantes solitarios, y posteriormente el tiempo de reparar velas rasgadas, daños en el timón, el aparejo y más.
“A dos días de cumplir 16 años, creo que he cambiado mucho. En el comienzo del viaje me gustó mucho llegar a tierra y conocer otras personas, ver otros países. Ahora realmente comenzó a gustarme más los viajes largos, sólo porque te dan mucho tiempo para pensar, y simplemente no tienes a nadie que te moleste. Me encanta estar sola. Siento que la libertad es cuando no estás apegada a nada”, sigue Dekker a lo largo de su viaje en solitario.
Luego llegaría el tiempo de cruzar el Océano Indico, otras 6 mil millas rumbo a Durban, en Sudáfrica, donde debió enfrentar seguramente las situaciones más críticas en alta mar, entre tormentas y olas épicas, y finalmente consigue cruzar los tres grandes océanos.
“Ahora, mirando hacia atrás, quería las tormentas, quería las calmas, quería sentir la soledad, quería sentir lo que se siente estar en el mar. Ahora conozco todas esas cosas, ahora sé lo que significaba navegar alrededor del mundo, y sabía que iba a seguir haciéndolo. Fue el final de un sueño que tenía al comienzo de mi vida, como una navegante”, reflexionaba Dekker antes de aventurarse una vez más a el Océano Atlántico en solitario rumbo a St. Maarten. Si bien su viaje había comenzado oficialmente en Europa, ya no quería regresar a Holanda, así que decidió seguir rumbo al Caribe, donde oficialmente terminó de recorrer el mundo ella sola.
“No tenía muchas ganas de llegar, solo quería seguir navegando. Podía lidiar con todo, con olas enormes, con una gran cantidad de vientos, con la soledad, pero la gente y los medios de comunicación me esperaban, así que sólo navegué directo a Trinidad y Tobago. ¡Ya he terminado!
De esta forma, con 16 años, en 2012, Laura Dekker se había convertido en la persona más joven en navegar alrededor del mundo en solitario. Navegó 27 mil millas náuticas en 519 días. Y siguió adelante.
La vida después de la travesía
Finalizada la travesía alrededor del mundo que la hizo famosa, Dekker continuó viaje hasta Nueva Zelanda, donde se estableció, comenzó a desempeñarse en un centro de estudios y mantuvo puestos de trabajo esporádicos como electricista náutico.
Unos años después, a los diecinueve años se casó en Whangarei (Nueva Zelanda) con Danïel Telamany, obtuvo distintos premios y reconocimientos y participó en programas de televisión de competiciones de aventuras para el canal Dutch TV.
Por estos días, Laura se ha convertido en una oradora motivacional y ha gestionado un programa para recaudar fondos y realizar travesías con otros jóvenes que buscan la independencia personal desde la fundación Laura Dekker World Sailing (lauradekkerworldsailingfoundation.com).
“Este viaje que emprendí cuando era adolescente me dio los pilares que necesitaba en la vida. Mi papá y el océano son los mejores maestros que he tenido. En el océano aprendí a dejar de luchar contra todo: la vida no siempre es justa y tampoco las olas y el viento siempre hacen lo que yo quiero. Así que aprendí a sacarle el máximo partido y a aceptar la situación tal como es, a ser feliz con lo que tengo en este momento y a respetar y apreciar lo que me rodea”, afirma Dekker.
Y concluye: “El océano también me enseñó la satisfacción extrema que se puede obtener al luchar en tiempos difíciles y salir más fuerte en el otro extremo. Gané más confianza en mí misma. Tuve tiempo para pensar, sin las distracciones del continente y aprendí mucho sobre mí. Estos son sólo algunos de los maravillosos regalos que me han dado el océano y las personas que conocí en el camino”.