Con tecnología digital, Bruno Correia, uno de los fundadores de la página Fotos Antiguas de la Ciudad de Buenos Aires (FACBA), reconstruyó el aspecto que tuvo la la Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres que se realizó en el Regimiento de Patricios de Palermo en 1910.
Era el tren del progreso. A principios del siglo pasado, los ferrocarriles y los automóviles eran medios de locomoción en auge. La Porteña había hecho su primer viaje hasta Floresta en 1857, y en esos escasos 50 años, la red ferroviaria había crecido en todas las direcciones. Cuando llegó 1910, la Argentina decidió celebrar el primer centenario de la Revolución de Mayo con cinco exposiciones, todas a lo largo del eje de la Avenida del Libertador y alrededores.
Desde el antigua Cuartel Maldonado (actual Regimiento de Patricios en Palermo) hasta la Plaza San Martín se sucedían: la Exposición Internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres, la de Agricultura y Ganadería (en lo que hoy es la Rural), la de Industria (en terrenos del Parque 3 de Febrero), la de Higiene (en los terrenos de las plazas Uruguay y Chile, frente a la actual Biblioteca Nacional) y, finalmente, la de Artes, en lo que había sido el Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889, reubicado en la Plaza San Martín , y otros edificios que se construyeron para la ocasión.
Para la ocasión se imprimieron 200.000 ejemplares de la Guía Oficial de los Festejos. Allí se invitaba a vivir el 25 de mayo de 1910 como lo que era: "un acontecimiento magno, que atraiga la atención mundial, haciéndola converger hacia esta república, hoy en el momento más culminante de su pujanza económica y de su progreso".
Diecinueve países, la mayoría europeos, enviaron representación oficial. Sin embargo, fue la delegación española, encabezada por la Infanta Isabel de Borbón, la que recibió un trato preferente por parte de la República Argentina. Era la oportunidad para reconciliarse con la corona, y de paso, mostrarle todo lo que habíamos podido lograr en nuestros cien años de independencia. Así, la Madre Patria tuvo su propio Pabellón de Productos Españoles construido por el arquitecto argentino Julián García Núñez en Palermo Chico (Av. del Libertador entre Castex y Ocampo).
El entusiasmo era grande, pero encontró sus obstáculos en quienes debían montar los pabellones. Los reclamos obreros se intensificaron y las huelgas provocaron importantes postergaciones. Ninguna de las exposiciones logró inaugurarse el 25 de mayo. Y todas, con excepción de la Industrial, fueron deficitarias. Paradójicamente, la única exposición de carácter nacional fue la que más tarde abrió –recién el 22 de septiembre de 1910–, pero fue la única que tuvo gran éxito de público y ganancias. Otras, como la de Agricultura o Ganadería no tuvieron una buena recaudación, o atrajeron escasos visitantes, como la de Higiene.
Ferrocarriles y Transportes Terrestres
Bruno Correia es licenciado en Ciencias Políticas, y un entusiasta investigador en temas de Patrimonio Urbano de Buenos Aires. Impulsa la página de Instagram de Fotos Antiguas de Buenos Aires y reconstruye digitalmente espacios de la ciudad que fueron demolidos.
El de la Exposición de Ferrocarriles y Transportes está integrado por decenas de renders que permiten imaginar cómo fue esta muestra que ocupó un predio de 90.000 m2 delimitado por las avenidas Santa Fe, Gutenberg (o ‘Camino de las Cañitas’) hoy Luis María Campos, Dorrego y Bullrich. Formaba un terreno con forma triangular, irregular, en el que se distribuyeron doce pabellones, todos desmontables, con excepción del gran edificio que hoy se conoce como Pabellón del Centenario, y que fue el de Fiestas, Correos y Telégrafos. Encargado a los arquitectos Pedro Vinent, Esteban Jáuregui y Emilio Maupas, y proyectado por Virginio Colombo, es el único sobreviviente –y en muy penoso estado– de aquella exhibición. Se lo puede apreciar, ya sin las esculturas del italiano Nicolás Gulli, desde el estacionamiento del hipermercado Jumbo-Easy de Av. Bullrich.
La Exposición se inauguró el 17 de julio de 1910, con la presencia del presidente Figueroa Alcorta, y estuvo abierta hasta el 3 de enero de 1911. Fue un éxito de convocatoria: recibió 50.000 visitantes. La organización estuvo a cargo de una comisión ejecutiva que se había formado el 6 de julio de 1908 bajo la presidencia de Alberto Schneidewind, director general de ferrocarriles.
Según explica Juan Carlos Grassi en su libro Una historia del progreso argentino que recorre la evolución de las Ferias y Congresos en el país, los edificios estaban organizados en dos grupos. "El primero, sobre la calle Santa Fe, tenía la apariencia de un castillo medieval, y el otro, ubicado en la actual avenida Intendente Bullrich, ocupaba un semicírculo en torno a la Plaza de las Naciones, donde se agrupaban los pabellones de Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Estados Unidos, Gran Bretaña e Italia. Este último pabellón fue uno de los más interesantes de la muestra, ya que fue diseñado por el afamado arquitecto Mario Palanti, autor del Palacio Barolo en Buenos Aires y de su edificio gemelo en Montevideo, el Palacio Salvo", dice. Su hermano Giuseppe Palanti se encargó de las dos pinturas en la parte superior de la fachada, alegorías del progreso. En el interior albergaba la réplica de una estación ferroviaria presidida por un busto del rey Vittorio Emanuele III, y exhibía carruajes, vagones y automóviles, como los Isotta Francini y los últimos FIAT.
Si bien el propósito principal de la muestra era el transporte terrestre, el aéreo también fue parte de ella. Todos los días, el pionero de la aviación Jorge Newbery –que había realizado el primer vuelo sobre el Río de la Plata en el Pampero– supervisaba en persona la ascensión de globos aerostáticos para el público visitante. Cuenta Grassi que también hubo competencias de acrobacias en globos y aeroplanos en las que resultó triunfante el piloto italiano Bartolomé Cattaneo, "un consagrado acróbata del aire, quien venció, entre otros, al francés Roland Garros, un eximio piloto de aviones que –vale aclarar– jamás en su vida jugó al tenis".
Lo que el tiempo se llevó
La gran plaza central estaba engalanada por la escultura Jason y los toros de Aetes, que muestra el héroe mitológico griego dominando a los dos feroces animales que custodiaban el vellocino de oro. Mide 4,25 m de alto y fue un encargo del gobierno alemán a su escultor Walter Lenck (Berlín 1873- Johannesburgo 1952). Gran artista, músico y dibujante, su apellido original era Lewy, pero lo cambió, probablemente para evitar la persecución nazi, razón por la que también se radicó en Sudáfrica hacia 1936. El monumento obtuvo el Gran Premio y las autoridades argentinas intentaron comprarlo cuando la exposición terminó, pero los alemanes declinaron la propuesta, lo llevaron al zoológico de Berlín donde estuvo 17 años, y desde 1928 se encuentra en el zoo de Leipzig.
En la plaza central también había un cablecarril que atravesaba el predio. Y en el pabellón argentino se exponían coches ferroviarios de fabricación nacional. La estructura, un amplio galpón de hierro desmontable, fue trasladado a Santa Fe para ser usada como estación del Ferrocarril Central Norte. Nuestro país presentó en esa ocasión un motor de 4 cilindros en línea, con diseño y construcción de Horacio Anasagasti, pionero en la fabricación de automóviles en serie en la Argentina, que le valió el Diploma Gran Premio, el máximo reservado a la industria nacional en automovilismo.
Al concluir la exposición, el delegado inglés Charles Edmond Akers dijo: "La Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres fue decididamente la nota característica principal de todas las exposiciones. Era la que revestía mayor carácter internacional que ninguna de las otras, y fue motivo de verdadero interés en todos los centros industriales de Europa y Norte América".
Los pabellones se desmontaron. Al cabo de 110 años, sólo el edificio de Colombo queda como un recuerdo. Un concurso de ideas realizado en 2019 para poner en valor el Pabellón del Centenario y darle uso al predio puso los ojos otra vez en esta gloria olvidada del patrimonio porteño. Ojalá se concrete y el espacio cobre nueva vida y color, como puede hacerlo gracias a la tecnología.