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“Parece un gorila”, dijo el arquitecto Enrique Chanourdie. Era el 25 de mayo de 1900 y en el Parque Tres de Febrero, con la presencia del presidente Julio Argentino Roca, se acababa de descubrir el monumento destinado a homenajear a Domingo Faustino Sarmiento. “Lo que debió ser una fiesta terminó en un escándalo y con personas muy disgustadas”, recuerda el historiador Daniel Balmaceda en un artículo dedicado a recordar las críticas que recibió Auguste Rodin por su obra creada en base a fotografías, que se habría alejado demasiado de la imagen real del prócer argentino.
Buenos Aires se convertía así en la única ciudad del continente con un monumento realizado por encargo al artista francés. Autor también de la copia de El pensador instalada una década más tarde en la plaza aledaña al Congreso de la Nación, durante el Centenario de la Revolución de Mayo.
Desde entonces, la capital argentina sumó múltiples piezas de arte en el espacio público. Muchas de ellas vandalizadas en los últimos meses, cuando las calles porteñas quedaron desiertas como consecuencia de la pandemia. Aunque Marta Minujín recordó en agosto desde Twitter que su escultura Venus Fragmentándose, realizada para conmemorar el Día de los Derechos Humanos y emplazada sobre la Avenida del Libertador y Ayacucho, llevaba ya un año sin su bandera de las Naciones Unidas.
Una de cal y una de arena: Más allá del tiempo, obra de Marie Orensanz formada por enormes agujas de relojes que participó de la primera edición de Bienalsur y luego en la Semana del Arte, podría quedar instalada en forma definitiva en la Plaza Seeber si así lo dispone la legislatura porteña. Se sumaría así al circuito virtuoso al aire libre de Palermo, Retiro y Recoleta, que abarca obras de artistas como Julio Le Parc (en la plazoleta rodeada por las avenidas Pueyrredón, Figueroa Alcorta y Libertador), Fernando Botero (Av. del Libertador y Ayacucho, Parque Thays) y Pablo Reinoso, inaugurada el año pasado en la plaza Ramón J. Cárcano, sobre la Avenida Alvear.
En este museo gratuito a cielo abierto la explanada del Malba, donde Nushi Muntaabski y Cristina Schiavi realizaron una plaza seca en homenaje a Roberto Burle Marx, es escenario de obras de otros artistas contemporáneos: en el mismo lugar donde se exhibieron piezas de Leandro Erlich, Ernesto Neto y Jeff Koons se presenta hasta agosto Leverage, un subibaja colectivo creado por el artista mexicano Pedro Reyes.
A pocas cuadras de allí, en la Plaza de las Naciones Unidas, se alza desde hace casi dos décadas la imponente Floralis Genérica, pieza de 22 metros de alto con pétalos móviles, donada a la ciudad por el arquitecto Eduardo Catalano. Pasionaria, otra flor gigante diseñada por Marcela Cabutti y donada en 2009 a la ciudad por Telecom, puede verse frente a la sede de la Colección Amalita, en Puerto Madero. Muy cerca del mural de Pablo Siquier instalado por Alan Faena en Los Molinos Building.
Para quienes estén dispuestos a llegar hasta este punto de la ciudad, dos recomendados: entrar a la planta baja del CCK para ver la Esfera azul donada por Le Parc y caminar hasta las Galerías Pacífico para ver los murales creados por Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Manuel Colmeiro, Lino Enea Spilimbergo y Demetrio Urruchúa.
Desde allí hasta la plazoleta ubicada frente a la Plaza San Martín donde se instaló Nosotros afuera, el huevo gigantesco que Federico Manuel Peralta Ramos construyó dentro del Instituto Torcuato Di Tella y fue recreado medio siglo más tarde para una muestra en el Malba. La conmoción que generó esa pieza, 65 años después del Sarmiento de Rodin, merece una nota aparte.