Nuevos parques nacionales y reservas que buscan cuidar ecosistemas, flora y fauna local y además son una buena alternativa como destinos turísticos de naturaleza
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Hace ya un tiempo que los habitantes del balneario El Cóndor, cerca de Viedma, encuentran loros barranqueros muertos en los campos y sobre la playa, al pie del acantilado que bordea esa parte de la costa rionegrina. Se habló de envenenamientos, pero estudios realizados por el investigador Juan Masello y sus equipos son formales: las aves se murieron de hambre. El biólogo subraya que “usualmente mueren pichones, pero en la actualidad se dio el caso de una alta mortalidad de adultos. Todos los loros muertos pesados tuvieron un peso 20% inferior al promedio de nuestros años de estudio con la especie, desde 1998”. Los loros se murieron de a cientos y las causas están a la vista de todos: una sequía excepcional provocada por el fenómeno de La Niña y el desmonte excesivo de la vegetación nativa.
Desde la Justus Liebig Universität de Giessen, en Alemania, Masello coordina equipos de biólogos y técnicos que monitorean la colonia. En su opinión la mejor solución para evitar otra mortandad de este tipo en el futuro, ya que el clima se degradará de manera cada vez más sensible, es “crear un Área Natural Protegida que ayudaría a cuidar la colonia, a otras especies y sobre todo el ambiente natural. Sería muy importante asignarle protección legal a la colonia, la más grande del mundo, con más de 37.000 nidos y 74.000 loros adultos”.
Los parques que se vienen
Conservar y proteger. Está claro que la salud de nuestro planeta influye directamente sobre la nuestra. Y para cuidarla hay que defender la biodiversidad y tratar de frenar lo más posible el desgaste ambiental y climático. La creación y la preservación de áreas naturales es un factor esencial en este programa, acompañado por cambios en nuestros consumos, transportes y fuentes de energía.
La Argentina tiene la octava superficie del mundo y una de las mayores variedades de paisajes y ecosistemas dentro de sus fronteras. Sus parques nacionales o provinciales cubren porciones de casi todos y se van sumando nuevos, año tras año. El país fue uno de los cinco primeros a nivel mundial en crear parques nacionales, pero en la actualidad está lejos de alcanzar a naciones como Tanzania o Polonia (tienen el 40 % de sus superficies protegidas), Costa Rica (una cuarta parte), Nueva Zelanda (un tercio), Brasil (casi el 30% en 2016) o hasta el superpoblado Japón (20%).
El Informe Nacional de Ambiente y Áreas Protegidas de la Argentina 2008-2018 planeaba que “para el año 2020, al menos el 17% de las zonas terrestres y de aguas interiores y el 10% de las zonas marinas y costeras, especialmente las que revisten particular importancia para la diversidad biológica y los ecosistemas, sean conservadas por medio de sistemas de Áreas Protegidas administrados de manera eficaz y equitativa”.
Y hay novedades al respecto: el más reciente de los Parques Nacionales argentinos, Islote Lobos, estará en Río Negro, a orillas del Golfo San Matías, y protegerá una porción de la costa donde afloran varios promontorios rocosos. Daniel Somma, presidente de Parques Nacionales, recuerda que en diciembre la provincia votó la ley de cesión de los terrenos a la Nación. Precisa que “vamos a seguir trabajando para incluir otras regiones. Los siguientes abarcarán otras áreas del país, porque la intención es incluir otros ecosistemas que no están presentes dentro de los parques actuales. Luego de Islote Lobos crearemos otro nuevo en Ansenuza, en Mar Chiquita, centro de la provincia de Córdoba. Está la decisión política y se hizo un gran trabajo ya entre el Gobierno provincial, nuestra administración, Aves Argentinas y la Wyss Foundation para proteger todo el lago y el perilago”.
Somma anticipa que también habrá otro parque en las afueras de Villa Gesell: “Jerarquizaremos la reserva municipal Faro Querandí para proteger mejor una valiosa formación de dunas y médanos continentales y un pastizal pampeano del avance del proceso de urbanización. En este momento, notamos condiciones favorables de parte del municipio y de la provincia para crear una jurisdicción provincial y nacional, ambas coordinadas”.
Son proyectos de largo aliento y Daniel Somma recuerda que “en Parques somos pacientes y perseverantes. El proyecto de Islote Lobos está en carpeta desde los años 90. El de Faro Querandí tiene el aval de un acuerdo de cooperación del año 2000. Pero todo sirve para cuidar el planeta y sumar áreas protegidas, y en este momento recibimos un gran apoyo de parte del ministerio de Ambiente de la Nación. Así que seguimos sumando proyectos y junto a estos tres nos enfocamos en un cuarto, para ampliar el Parque Nacional Islas de Santa Fe. El Paraná y su delta suman una docena de zonas ecológicas con distintos tipos de humedales. Este parque, el PreDelta de Entre Ríos y el Ciervo de los Pantanos en la provincia de Buenos Aires protegen distintos gradientes de biodiversidad, desde el inicio del delta del Paraná muy al norte hasta su desembocadura”.
Más fácil de lo pensado
Si quedaban algunas dudas sobre la importancia de preservar la naturaleza y tratar de frenar el desgaste climático, la pandemia las borró de un plumazo. Varios estudios -uno de los más recientes fue presentado el mes pasado por la Universidad de Cambridge- demostraron vínculos directos entre el recalentamiento global y la aparición y la propagación del SARS-CoV-2.
Lo que parece evidente para muchos, la importancia de la biodiversidad y la conservación de los medios ambientes, no lo es para los climatoescépticos y lobbies varios. Sin embargo, desde un punto de vista científico, no caben preguntas. Lo recuerda Manuel Jaramillo, Director General de la Fundación Vida Silvestre Argentina. “Esta pandemia nos tiene que llamar a reflexión. La especie humana no es tan importante para el planeta como el planeta para la especie humana. Hace años que no tenemos en cuenta lo que la Tierra nos reclama. Sin embargo, acabamos de ver que quitando el pie del acelerador algunos indicadores se recuperan muy rápidamente. Es obvio que la presión que ejercemos sobre los recursos, la biodiversidad y el medio ambiente tiene que hacerse menos fuerte. No digo que hay que frenar, sino repensar las actividades para que el planeta se pueda curar a sí mismo. Y es más fácil de lo que pensamos. Alcanza con consumir a una escala planetaria para cubrir nuestras necesidades actuales sin poner en juego las de las generaciones futuras. Esta crisis es el momento para innovar y cambiar. El Covid nos dice que hay que parar la pelota y repensar el partido, para volver a jugar con energía e inteligencia”.
Varios estudios -uno de los más recientes fue presentado el mes pasado por la Universidad de Cambridge- demostraron vínculos directos entre el recalentamiento global y la aparición y la propagación del SARS-CoV-2.
Y el turismo forma parte de este nuevo mundo que hay que instalar sobre el anterior. “Es un motor de recuperación verde si está bien manejado. La temporada argentina de este verano nos lo mostró: la gente está cada vez más orientada hacia la naturaleza y va a querer vivir más experiencias en lugar de acumular pertenencias. El turismo es el mejor vector para transmitir las culturas locales y las riquezas naturales. Esta crisis, como todas, nos brinda una oportunidad de repensar y reorganizarnos. Si seguimos haciéndolo todo igual que antes, el resultado será aún peor. Nuestra generación es la primera que toma conciencia de lo que pasa y no puede quedarse impávida”.
El turismo es un sector primordial para implementar las nuevas buenas prácticas del mundo post Covid y la Argentina tiene la suerte de tener de sobra lo que el mundo seguramente necesitará a partir de ahora: grandes espacios, poca presión de público en grandes regiones, naturaleza y fauna en abundancia. Por eso, las áreas protegidas son primordiales. Y no solo por cuestiones estéticas o turísticas. Detrás de las lindas fotos posteadas en las redes sociales, ya sean plantas, paisajes, animales, también hay comunidades que prosperan. Y más importante, lo que no se ve: una mejor salud para mañana.
Productores de naturaleza
En la Argentina tenemos el ejemplo de la Fundación Rewilding Argentina. Nació con otros nombres hace ya varios años, cuando el filántropo Douglas Tompkins empezó a comprar tierras para devolverlas a su estado natural y donarlas para la creación de parques nacionales. Lo hizo tanto en Chile como en la Argentina. Sus esfuerzos y los de sus equipos, junto a los aportes de varios donantes, están detrás de lo que son ahora los parques Patagonia, Iberá o Impenetrable.
Sebastián di Martino, director de Conservación de la Fundación, recuerda que frente a la crisis ambiental Rewilding trabaja sobre tres ejes: la restauración de tierras, la creación de parques naturales y la generación de nuevos destinos turísticos. “Compramos campos con distintos niveles de degradación por las actividades de extracción de recursos naturales, que puede ir desde pastoreo hasta talas. Lo más importante es reintroducir especies nativas, sobre todo las que tienen roles ecológicos de primer plano. Por ejemplo, en este momento estamos devolviendo el Iberá a los yaguaretés. La idea es que sean lo suficientemente numerosos en el futuro para controlar las poblaciones de carpinchos y no afecten excesivamente la vegetación. Al mismo tiempo, si las plantas se recuperan, fijan más carbono y contribuyen a la recuperación del clima. Otra cosa importante: un depredador ataca animales enfermos o débiles. Las enfermedades se propagan menos y hay riesgos de contagio más bajos”.
Sus palabras nos deben interpelar directamente en estos tiempos de pandemia… Pero el trabajo de la Fundación no se limita a eso. “Creamos áreas naturales nuevas y al mismo tiempo destinos turísticos de calidad, basados en experiencias con locales y observación de fauna. Por eso hablamos de la generación de economías restaurativas. Actualmente tenemos un nuevo proyecto, sobre las costas del sur de Chubut, cerca de Camarones. Tenemos que restaurar fondos marinos costeros e islotes donde anidan aves, pero donde fueron introducidas varias especies exóticas como ratas, conejos y gatos”. Cuando llegue a término, dentro de varios años, la Argentina contará seguramente con otro parque, ya que Rewilding Argentina trabaja estrechadamente con la APN y hace, como dice Di Martino, “producción de naturaleza”.
Un concepto esencial. Mauricio Faillá, un biólogo instalado en El Cóndor y que trabaja de larga data con Juan Masello, no dice otra cosa cuando recuerda que la mortandad de loros en El Cóndor es “la punta de un iceberg ambiental que no vemos”.