La Gran Muralla China, el Taj Mahal y Viena están en riesgo.
No sólo por el paso de millones de turistas y el ocasional vandalismo y hasta la torpeza de hordas de visitantes, sino por otros factores, que pueden ir de la erosión natural y el paso del tiempo hasta la contaminación o la falta parcial o total de políticas para preservarlos.
Una de las noticias que invadió los portales de todo el mundo la semana pasada fue el proyecto del presidente peruano Martín Vizcarra para instalar un aeropuerto en la localidad de Chinchero, a menos de 30 kilómetros de distancia de las ruinas de Machu Picchu.
En un discurso, el mandatario expresó que esta nueva pista de aterrizaje será "beneficiosa" para Cuzco y "favorecerá" la afluencia de turismo al país. Sin embargo, no hizo referencia a la posibilidad que este sitio arqueológico se arruine.
Frente a esto, arqueólogos e historiadores lanzaron una misiva en la plataforma Change.org objetando la construcción de la terminal aérea, ya que "además de afectar la integridad de un complejo paisaje inca, tendrá efectos irreparables por el ruido, el aumento del tráfico y la urbanización descontrolada". La carta ya fue firmada por más de 75.000 personas.
Regularmente, la autoridades limitan o cierran el acceso a Machu Picchu, de manera preventiva. No es el primer ni el último lugar turístico en riesgo. En el imaginario de todo viajero experimentado seguramente está el cierre de la isla de Koh Tachai, en Tailandia, por la destrucción de su barrera de corales y su ecología.
A esta lista, se le pueden sumar tanto maravillas naturales como proezas del hombre que en diverso grado de riesgo si no se toman cartas en el asunto.
La Isla de Pascua
Un situación similar se repite en la Isla de Pascua, en Chile, con las cabezas gigantes, que representarían ancestros de los Rapa Nui. Uno de los problemas que tiene en vilo a los pobladores de la isla son las mareas, que fueron creciendo en los últimos años y que para 2100 podrían alcanzar 1,5 metros, y tapando por completo muchas piezas arqueológicas.
Además, la invasión de microorganismos, los vientos y el libre paso de animales también están afectando el ecosistema.
Otra de las cuestiones que amenazan a la isla en general es el aumento de la población. Por esto, en febrero de este año, el gobierno de Chile implementó una ley por la que cualquier persona que quiera ser residente del lugar debe tener un hijo, nieto o padre que ya lo sea. Además, impusieron restricciones a quienes lleguen de visita: no podrán quedarse más de 30 días.
Según cifras del ministerio de Turismo de Chile, a la isla llegan más de 100 mil personas por año.
Cuevas de Altamira
Este sitio natural en Cantabria, España, estuvo cerrado más de 12 años. En 2014 volvió a abrirse pero con un régimen muy estricto de visitas: sólo pueden entrar cinco personas por semana y permanecer no más de 37 minutos. Cada uno de los recorridos se hace con ropa e iluminación especial.
Este verano, las cuevas fueron clausuradas al menos en dos ocasiones porque se detectó que el lugar tenía más dióxido de carbono que el recomendado. Esto provoca un efecto grave para las pinturas rupestres interiores. La presencia humana lo único que hace es agravar aún más la situación.
Si bien no hay ninguna advertencia oficial sobre su cierre, muchos especialistas argumentan que dadas las condiciones y la vasta presencia de humedad, el lugar ya no es apto para visitas.
La Gran Muralla China
Este símbolo mundial también está amenazado: la erosión, el vandalismo y la falta de mantenimiento hizo que un tercio de sus 21.000 kilómetros ya no esté en pie. Del total de la muralla levantada por la Dinastía Ming sólo queda un 8%, la parte más visitada por los turistas en la actualidad y, por lo tanto, una de las más expuestas.
Otro de los grandes problemas que tiene la Muralla son las frecuentes lluvias en Pekín y Hebei. Esto hace que la tierra se corra y produzca grietas en la piedra donde comienzan a crecer árboles que terminan por derribarla.
Por último, esta maravilla también esta asediada por los saqueadores que se roban sus ladrillos para construir sus casas o para venderlos en algunos mercados. Cada uno cuesta 4 dólares y son ofrecidos en los puestos de souvenirs.
Centro histórico de Viena
La construcción de edificios a sus alrededores está poniendo en peligro a esta joya austríaca. Por este motivo, la Unesco decidió ponerlo en su Lista de Patrimonio Mundial en Peligro en 2017.
Su centro es rico en parques y monumentos arquitectónicos y referencias a la música clásica de Mozart. También en edificios barrocos y magníficas edificaciones como la Staatsoper (ópera nacional) y el Museo de Bellas Artes (Kunsthistorisches Museum).
En este contexto, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco envió una carta a los apoderados del proyecto "Club de patinaje de Viena – Hotel Intercontinental–Sala de conciertos de Viena" que está por encender sus máquinas en la zona. En la misiva, el organismo lamentó que no tengan suficientemente en cuenta las decisiones anteriores, "relativas en particular a la gran altura de los edificios proyectados, que tendría un impacto negativo en el valor universal excepcional del sitio".
Si bien aún no se restringió el turismo por la zona, se considera que de no ponerse un freno, muchos edificios históricos podrían sufrir más con este panorama.
El Masai Mara
Esta área protegida de Kenia ha perdido el 75% de su población mamífera en la última década. Esto es consecuencia del aumento de la presión demográfica en las áreas fronterizas de la icónica reserva natural, que la ha transformado en un verdadero infierno para especies como las gacelas y las cebras.
Según un estudio de la revista Science -publicado en 2018- la población humana en estos lugares creció un 400% y, junto con esto, los animales salvajes deben compartir su fuente de alimento con los animales domesticados que el propio hombre introdujo en la reserva.
"Hay una necesidad urgente de repensar cómo manejamos los límites de las áreas protegidas para poder conservar la biodiversidad", apunta en un comunicado emitido por la Universidad de York, que también participó del estudio.
A esta complicada situación, hay que sumarle la afluencia de safaris con turistas que llegan a sumar más de 10 mil por día y que pagan cientos de dólares para tener la experiencia de subir a una camioneta todoterreno e irrumpir en la vida de los animales.
Si bien las autoridades del país ya fueron advertidas, esta actividad deja más de 16 millones de euros a la economía empobrecida, lo que hace muy difícil la posibilidad que los safaris puedan prohibirse.
El Taj Mahal
Este templo es una de las obras arquitectónicas más imponentes del mundo. Fue encargado por el emperador Shah Jahan en el siglo XVII para homenajear a su reina favorita, Mumtaz Mahal, que murió después de dar a luz a su decimocuarto hijo.
El esplendor del lugar se da principalmente por el material con el que está hecho: mármol de Rajastán, que tiene la particularidad de verse rosa por la mañana, blanco por la tarde y lechoso por la noche.
A pesar de su imponencia, este lugar tampoco está siendo mantenido como debería. Lo visitan más de 2 millones de personas por año y su estructura no está siendo protegida del paso del tiempo.
Sus cimientos se están corriendo y sus paredes y techo están comenzando a agrietarse. El año pasado ambientalistas solicitaron ante el Tribunal Supremo de la India que se reforzaran los trabajos para mantener al Taj Mahal en pie. Sin embargo, una imagen golpeó al mundo cuando se vieron dos de sus columnas derribadas en el piso.
Otro problema que acecha a este emblemático edificio es la contaminación del aire de Agra y sus alrededores. La Unesco elaboró un informe en el que alertó al gobierno sobre la presencia de partículas de dióxido de azufre en el aire que, combinadas con otros componentes, provocaron una lluvia ácida.
Esto hace que la superficie deje de lado su blanco radiante y comience a mostrar una cara amarillenta.