A bordo de un magic bus, una novedosa manera de recorrer Europa
Ya en 1967, mucho antes de la pandemia y las nuevas realidades del turismo, los Beatles habían imaginado viajes a bordo de un bus. El Magical Mystery Tour de Lennon y McCartney sigue circulando por las calles de Liverpool, pero en lugar de magia y misterio lo que brinda es una atracción para nostálgicos entre Strawberry Fields y Mendips, la casa de la involuntariamente célebre tía Mimi… Sus llamativas pintadas azules y amarillas son muy tranquilas al lado del otro bus emblemático de la época psicodélica: el de los Who.
Otro Magic Bus que viene a la mente es el viejo Harvester 1946 convertido en destino de aventura para miles de mochileros junto al Stampede Trail, en Alaska, gracias al libro Into the Wild de Jon Krakauer (y la película homónima de Sean Penn). Aunque lo removieron hace un par de meses, para que no provoque émulos de Alexander Supertramp.
“Optaría por el bus mágico de los Who más que por el de los Beatles; pero el nombre que elegí es en realidad una referencia al Bus Magique (The Magic School Bus, de Joanna Cole), un dibujo animado que miraba de chica”.
Quien habla es Lisette Abadie, la creadora de una novedosa experiencia turística, que acaba de lanzar el MagicBus en las rutas de Francia. Se trata de un emprendimiento mestizo y nómada que suma los servicios de un transporte, un hospedaje, un restaurante y una agencia de viajes. “Todo era posible gracias al colectivo de Miss Frizzle (la Srta. Rizos en la versión en castellano) y sus alumnos. Quiero que sea así con el mío”.
Tres en uno
“Satisfaction guaranteed”, cantaban los Beatles en su tema. Es lo mismo que Lisette asegura a sus pasajeros. Para eso transformó un bus escolar en albergue sobre ruedas, ambientado como si fuese un departamento sueco, amoblado con maderas claras y líneas depuradas. Ocho personas pueden viajar junto a ella para realizar recorridos à la carte totalmente en sintonía con las nuevas realidades del turismo en tiempos de pandemia: nomadismo sustentable, grupos reducidos, destinos pocos concurridos y distanciamiento social de rigor.
Cuando baja de la cabina del chofer, muchos se sorprenden al ver a esta joven de 27 años a cargo de un vehículo tan grande, que en otra época de su vida podía llevar hasta 60 pasajeros.
“Lo compré en diciembre 2018 -cuenta Lisette- en el oeste de Francia. Respondía a todos los criterios que había seleccionado: un motor en buen estado, una anchura suficiente y sobre todo un piso plano sin desniveles”.
A partir de ahí, fueron meses y meses de trabajo intenso y una larga peregrinación por las oficinas públicas y las empresas de seguros de su región. Para concretar su idea, la conductora del MagicBus tuvo que formar e informarse, más que cualquier otro emprendedor turístico. “Como mi proyecto es totalmente nuevo -cuenta-, nadie podía guiarme y darme respuestas concretas sobre las inscripciones que tenía que hacer y los seguros que debía contratar. Hasta que al final contraté una abogada que destrabó la situación”. Fue salomónico: Lisette tuvo que registrar su emprendimiento a la vez como transporte de personas, hospedaje turístico y agencia de viajes. Con todos los seguros y el costo que esto implica, como señala durante la conversación.
Tres en uno para una idea revolucionaria: ya no hay que ir hacia los paisajes, sino que los paisajes vienen hacia uno. Y sin casco de realidad virtual de por medio. Lisette organiza los recorridos e itinerarios junto a su minigrupo (ocho personas como máximo). “Empecé en octubre y pude realizar salidas durante cuatro fines de semana. Esencialmente por la región mía de Occitania, entre los Pirineos y el valle del río Garona”.
Un bungalow sobre ruedas
Antes del segundo confinamiento francés, hubo así cuatro ocasiones de comprobar que dos años de intenso trabajo no han sido en vano. La dueña del MagicBus pensó en cada detalle tras terminar un business plan mientras cursaba estudios de gestión en la escuela de Altos Estudios Económicos de Montréal. Anteriormente había obtenido un diploma de técnicas en Arquitectura y una licenciatura en Arquitectura de Interiores en Francia, además de otro diploma de Escenografía en Canadá. Lo suficiente para elaborar y seguir de punta a punta el desarrollo del plan de negocios y la transformación interna del bus.
De la misma manera que la parte administrativa no deja nada al azar, el equipamiento del bus sorprende por su nivel de tecnicidad. “Quería lograr un vehículo totalmente autónomo durante siete días. Tengo paneles solares para recargar las baterías que alimentan las instalaciones y los equipos del bus, y un sistema de purificación y filtrado del agua de las duchas y de la cocina que podría funcionar en circuito cerrado mucho tiempo. Pero prefiero hacer un recambio cada semana”. Y por si fuera poco, Lisette hizo una formación de mecánica para camiones durante meses. Y por supuesto, pasó el registro para conducirlos.
“Las obras duraron más de un año para transformar el bus escolar -sigue contando-. Hubo que hacer algunos retoques, pintar la carrocería y cambiar piezas del motor, pero la mayor transformación fue interior. Ahora tengo lugar para ocho pasajeros, con un gran espacio rebatible que pasa de ser un living con asientos y mesa a varias camas. El bus tiene su propia cocina, un baño con ducha, otra ducha exterior para cuando hace calor, y tengo mi propio espacio al fondo. Es a la vez mi habitación y mi oficina, para seguir trabajando mientras estoy de viaje con mis pasajeros”. Cada detalle se aprovechó al máximo, incluyendo el WC seco que asegura una autonomía total al grupo durante su viaje. El bus es como un departamento de 30 metros o un terreno de camping de lujo con los mismos equipamientos que un bungalow o una casa…
Una idea totalmente nueva
Justamente, ¿cómo transcurren esos viajes? La idea de viajar con la casa a cuestas es muy tentadora, pero requiere ciertas reglas. Por el momento, fuera de algunos viajes de ensayo y reconocimiento de destinos, Lisette Abadie suma un puñado de experiencias comerciales, todas muy positivas según revelan los comentarios de sus pasajeros: “El concepto es original y muy bien realizado”; “energía positiva en estos tiempos turbulentos”; “una experiencia inolvidable”; “este bus albergue es verdaderamente sorprendente”.
El MagicBus fue pensado al principio para roadtrips espontáneos, tal como su creadora lo comentó a la prensa francesa: con una partida y una llegada definidas y una total libertad de movimiento y tiempos en el medio. Pero en medio de la pandemia de Covid-19, se transformó en una burbuja sobre ruedas que brinda seguridad sanitaria sin tener que renunciar a salidas y escapadas. Los grandes viajes fueron postergados y cuando se termine la pandemia, el colectivo volverá a circular primero de nuevo por circuitos pautados y más bien cortos.
Si bien Lisette se imagina ser la Srta. Rizos al volante de su máquina, el concepto no nació precisamente en una tira infantil. “Hace unos años -explica- viajé durante varios meses por Nueva Zelanda y me quedé con las ganas de tener una experiencia similar a la que propongo hoy día, que puede sumar las ventajas de una van y de un albergue”.
Cuando se sintió lista para concretar su sueño, volvió desde Québec, adonde había ido a estudiar. Aunque sea un lugar soñado por la mayoría de los jóvenes franceses de su edad, asegura que volvió a su región de Toulouse porque le pareció que “Europa es mejor para desarrollar esta experiencia. Tiene un mix de cultura y una variedad de paisajes que no existen en otras partes del mundo. En América del Norte hay que manejar durante tiempos muy largos para empezar a notar algo de variedad. Igualmente, me gustaría lanzar un segundo MagicBus en Canadá cuando el primero esté afianzado”.
Europa y su multiplicación de microrregiones se adaptan perfectamente al concepto de slow-travel que Lisette defiende con su emprendimiento. “No manejo más de dos horas por día, pero es suficiente para descubrir un montón de lugares distintos, cargados de historia y con paisajes muy diferentes entre sí, en una región como la de Occitania”.
Mágico y misterioso
La segunda ola de la pandemia detuvo al bus, que había salido en octubre con la esperanza de hacer una gran gira de varios meses. Las próximas salidas están pautadas recién para el mes de junio de 2021. Mientras tanto, las inscripciones ya están abiertas sobre el sitio de la empresa a la espera de mejores tiempos. Y están sin duda en puerta porque la emprendedora adelanta que “las autoridades del turismo de la Occitania me contactaron. El bus entra justo en lo que quieren promocionar en la actualidad, en medio de la pandemia: el turismo sustentable, lugares alternativos poco conocidos y frecuentados, grupos reducidos”.
El MagicBus parece haber sido especialmente pensado para los tiempos de lo que muchos profesionales del sector se resisten a llamar todavía la “nueva normalidad”. Pero hasta que la segunda ola de contagios se vaya esfumando, el vehículo seguirá parado… Para el invierno que está por empezar en Europa, Lisette tiene un plan B. “Voy a promocionar el bus como un alojamiento insólito, ya que es como un bungalow que puede recibir a una familia”. Incluso una gran familia. Este tipo de lugares, que ofrecen estadías distintas, tienen mucha demanda en Europa. Luego del furor de las cabañas en los árboles nacieron muchas otras ideas, desde glamping en heniles hasta pernoctes en calabozos medievales…
El bus tiene una autonomía suficiente para una estadía de una semana, incluso sin rodar, gracias a sus filtros de agua y sus paneles solares. “Everything you need” cantaba Paul McCartney. Y es lo mismo que podría tararear Lisette Abadie al volante de su máquina por las rutas rurales del sur de Francia y los caminos de montaña de los Pirineos…
El “pasaje” del MagicBus cuesta 560 euros por persona por semana. Incluyendo el uso de todas las instalaciones, un desayuno y una cena diarios. www.magicbusworld.com.