La empresa anunció un nuevo uso para su pasaporte de humanidad, la posibilidad de integrarse con Zoom y otras apps de videollamadas para frenar las estafas virtuales
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Tools for Humanity, la compañía detrás de los dispositivos que escanean el iris para generar una suerte de “prueba de vida” digital a cambio de criptomonedas (y que generaron bastante revuelo en el país en 2023), anunció una nueva función de World ID, su “pasaporte de humanidad”: se integrará con todas las aplicaciones de videollamadas para frenar la epidemia de estafas virtuales por deepfake.
Hace tiempo que se conocen historias de estafas virtuales basadas en alguien haciéndose pasar por otra persona; pero la proliferación de herramientas de deepfake, potenciadas por las herramientas de inteligencia artificial generativa, han permito crear personas digitales, tanto como un clon de alguien (un jefe que nos llama para una videollamada urgente para hacer una transferencia de dinero a un proveedor) o como una persona inventada (pero que habla, y se ve, como si fuera alguien real). Si nos habla y parece una persona real, y encima la vemos en pantalla, y parece alguien real o conocido, tendemos a creer que es real. Pero la tecnología ya es capaz de generar una persona digital y engañarnos.
Para frenar esto, Tools for Humanity propone su World ID Deep Face: una “prueba de humanidad” integrada en la app de videollamada que demuestre que quien nos habla del otro lado de la pantalla es efectivamente una persona; ese World ID que debutó el año pasado con el escaneo de iris es anónimo; es decir, no nos dirá quién es, pero sí que en algún momento le demostró a la compañía que efectivamente es una persona humana, y no una construcción digital. Funcionará con Zoom, Google Meet, Whatsapp y otras herramientas de videollamada similares.
El sistema está en beta y estará listo en los próximos meses, y además de la instancia de World ID básica (que cada participante compruebe su humanidad anónima) podrá comunicarse -en un entorno corporativo, por ejemplo- con la base de fotos de perfil de una compañía, para comparar esa imagen con la que registró el orbe al otorgarle el World ID al usuario, y con el teléfono del usuario (donde se guardan esas fotos; esa nueva función se llama Face Auth); esa combinación de factores, según la compañía, permitirán una validación del interlocutor para saber que efectivamente es quien nos llama o, por el contrario, que es alguien de quien no se puede probar la humanidad.
Un orbe por Rappi
Para que alguien pueda tener un World ID debe pasar por un orbe, el dispositivo que genera una firma digital unívoca a partir de sus ojos, y que la compañía estuvo llevando a universidades y centros comerciales en la Argentina (un país clave para Tools for Humanity). Pero para llegar a más de los 7 millones de personas registradas con el orbe, dicen, deben cambiar el sistema de distribución de estos dispositivos.
Así que anunciaron un nuevo diseño, pensado desde el primer momento para ser construido a gran escala, para que lo fabriquen otras compañías (el diseño y el sistema operativo son abiertos) y varias nuevas modalidades para sumar usuarios.
Una es la creación de locales (los primeros dos del mundo en Ciudad de México y en Buenos Aires, en el shopping Abasto) donde cualquiera puede ir, escanear su iris, recibir su prueba de humanidad y la recompensa en criptomonedas, e irse. También buscan poner puntos de escaneo en bares y cafés. Otra es la posibilidad de pedir un Orb a domicilio vía Rappi (el servicio de delivery), usarlo y revolverlo. Y una tercer alternativa será tener “embajadores” que podrán comprar un orbe para sumar voluntarios entre su comunidad.
World ID, porque el Captcha ya no sirve
Worldcoin ahora se llamará World a secas, y es un producto más conocido por la polémica que genera con gobiernos de todo el mundo, y por las colas que generaban sus “orbes” para sacarle fotos al iris de la gente, que por sus dos objetivos manifiestos, que no siempre están en sintonía.
La compañía detrás de esta criptomoneda y del sistema biométrico se llama Tools for Humanity (herramientas para la humanidad, en inglés), y fue creada por Sam Altman (el fundador de OpenAI, la de ChatGPT), por Alex Blania (su actual CEO) y Max Novendstern (que ya no está en la compañía). Su intención: crear una herramienta que pueda demostrar, en forma digital e inequívoca, que somos humanos y no una inteligencia artificial, dado que por su evolución será imposible diferenciar una de otra (hoy ya es extremadamente difícil). El concepto puede resultar remoto, pero lo vemos a diario cada vez que nos cruzamos con un Captcha que nos pide demostrar que somos humanos marcando fotos de semáforos o puentes (y que ya puede ser vulnerada por una inteligencia artificial). ¿Por qué habría que importarnos, en cualquier caso? Porque una herramienta así podría frenar los bots que crean campañas de desinformación en redes sociales; controlar a las IA que arman redes de compraventa automática en sitios de comercio electrónico para lucrar con operaciones que ningún humano podría gestionar; evitar que caigamos en una estafa cuando dialogamos con “alguien” que está del otro lado de la pantalla; nos permita decidir cuánto queremos revelar de nosotros mismos en función de saber que estamos hablando con alguien o con algo.
Una prueba de humanidad
Si todo el mundo tuviera una prueba de humanidad, un sellito que diga “sí, soy de carne y hueso”, ese problema se podría frenar, o al menos nos permitiría tomar otro tipo de decisiones sobre lo que vemos en pantalla. Ese “pasaporte de humanidad” es el World ID, el corazón de la estrategia de Tools for Humanity, cuya utilidad real depende su masividad, y de transformarse en un protocolo tan universal como internet, metido bien en el centro del funcionamiento de nuestra sociedad. La intención original era llegar a los 1000 millones de usuarios en 2022; hoy tiene algo más de 15 millones de World ID creados; la mitad de ellos están verificados como humanos.
La manera que encontraron en la compañía para lograrlo es apelando a lo que nos hace únicos como humanos: la estructura del iris de los ojos, más compleja y singular, incluso, que las huellas digitales. Así que construyeron un dispositivo, el “orbe” (un globo metálico con unas cámaras adentro y una computadora) que toma una foto del iris y genera una firma única, personal pero anónima, en base a ese iris. Es decir, no hay dos personas con el mismo World ID, pero Tools for Humanity no sabe quiénes son, no tiene sus datos filiatorios. Todo es anónimo. El sistema ha ido cambiando en el último año, y hoy sólo captura las fotos y las envía al celular del usuario para que se genere ahí esa firma digital de humanidad. Al menos, es lo que dice la compañía.
World, la moneda cripto
Con el orbe listo en TFH salieron a buscar interesados. Lo hicieron de una manera muy polémica: “premiando” esa integración a la red de World ID con una criptomoneda (World, hasta ahora llamada Worldcoin). Les pagaron a los voluntarios por escanear sus iris, y sin que la mayoría de los involucrados tuviera demasiado claro qué implicaba esto. En Tools for Humanity dicen que darle cripto a todos, por el simple hecho de ser personas, apunta a una redistribución del ingreso global, y a romper con el esquema de otras criptomonedas, donde los que entraron primero tienen fortunas inalcanzables para los que llegaron más tarde. Este es el segundo objetivo de la compañía: ser una red financiera global, donde se privilegie el intercambio de dinero entre humanos y no entre bots. Hoy ya hay 10 millones de usuarios de Worldcoin en 160 países.
Suelen evitar aclarar (aunque no lo esconden) que sobre el volumen absoluto de Worldcoin disponible (finito, como el de otras criptomonedas) más el 20 por ciento está reservado para los fundadores y los empleados de la compañía: su principal interés está en que haya gente usando Worldcoin, y que esta criptomoneda aumente de precio, porque eso aumenta su fortuna (y permite recuperar la inversión de al menos US$ 250 millones que hicieron construyendo el sistema, en primer lugar).
Así que Tools for Humanity tiene al mismo tiempo un objetivo filantrópico (encontrar una forma de validar humanos en internet, con un protocolo universal y de código abierto, que al menos un par de países ya está analizando como herramienta superadora del pasaporte convencional) y por otro, uno netamente comercial: empujar activamente la adopción de su criptomoneda, con el agregado de la prueba de humanidad como complemento.
Filas, multas y bloqueos
El resultado: largas filas de gente en varios países, haciendo cola para recibir dinero gratis (y en forma de cripto, la pepita de oro del siglo XXI) a cambio de entregar un rasgo biométrico íntimo a una compañía que promete no guardarlo.
¿Pero, no hacemos algo parecido cada vez que usamos reconocimiento facial o ponemos la huella de nuestro dedo en la pantalla del celular? No: en ese caso, la validación se hace en el mismo dispositivo; ni Apple ni Google tienen acceso a esos datos. De hecho, alguien puede tener varios dispositivos con la misma validación local (huella digital) y un perfil diferente en cada uno. El World ID es único. Podríamos tenerlo en más de un dispositivo, pero siempre atado a la misma persona.
Este año y medio de operaciones en varias partes del mundo le deparó múltiples denuncias del surgimiento de una economía informal de gente a la que le interesa el dinero (en forma de tokens de Worldcoin, cuya moneda llegó a valer 10 dólares y hoy está en 2,4 dólares) pero no la salvaguarda de sus datos biométricos, denuncias de escaneo de iris a menores de edad; venta de perfiles de World ID para ser usados por terceros (lo que vulnera, en buena medida, el objetivo original de la compañía) y la reacción de los gobiernos, preocupados porque una compañía esté generando una base de datos biométrica internacional, algo que hasta ahora era territorio exclusivo de los países.
Esas reacciones fueron desde una investigación formal para saber qué hace la compañía con esos datos que recaba (TFH asegura que no guarda las imágenes ni sabe de quiénes son, pero todo el proceso, y la explicación de cómo evita tener un tesoro biométrico mundial, han ido cambiando con los meses) hasta el bloqueo completo de operaciones (España es uno de los últimos casos, pero hay montones en Europa y África) pasando por multas por no respetar las leyes de privacidad locales (por caso, el gobierno de la provincia de Buenos Aires multó a Tools for Humanity en 194 millones de pesos en julio último) o el cambio de estatus para ciertas regiones (Europa, con sus estrictas leyes de defensa de privacidad, deja de ser un territorio prioritario a manos de América latina y de Asia, donde tienen mejor recepción, según Fabian Bodensteiner, el directivo de Tools for Humanity a cargo de las operaciones en Europa).
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