Vivir y trabajar en el cuartel general de Microsoft, según dos argentinos
Isidro Hegouaburu y Diego Rejtman se conocieron trabajando en las oficinas de Microsoft y se hicieron grandes amigos; cuentan la aventura de trabajar fuera del país y consolidarse como profesionales en una de las grandes tecnológicas del mundo
¿Cómo encontrás a dos argentinos esperándote en un restaurante lleno en Estados Unidos? Simple: buscás a las dos personas que están paradas agitando sus brazos y sonriendo como si hubieran ganado un Mundial.
Dos futboleros de raza y de equipos antagónicos, desconocidos en la Argentina y amigos en Estados Unidos, compañeros de trabajo y con dos personalidades muy diferentes, trabajan hace 15 años en Redmond, corazón de las oficinas que Bill Gates fundó junto a Paul Allen en 1975 para darle forma a Microsoft.
Son parte de la masa de argentinos que trabaja en empresas tecnológicas del exterior; como Pablo Fernicola, que pasó por Apple, Microsoft y hoy está en Amazon; Axel Meyer, en Nokia; Nicolás García Belmonte, que pasó de Twitter a Uber; Marcos Weskamp, que también está en Uber después de trabajar en Flipboard; Ramiro Lopez Dau, que crea contenido de realidad virtual para Oculus; Sebastián Enrique, que lidera el grupo de desarrollo del juego FIFA, o Pablo Toscano, , en Ubisoft, entre muchos otros.
Diego Rejtman es de Núñez y de River, casado con su novia argentina de la secundaria, a la que convenció de mudarse a Seattle y con quien son padres de dos nenas nacidas en Estados Unidos. De una personalidad arrolladora e hiperactiva, de esas que si tenés un mal día, te lo mejora de solo cruzártelo, confiesa "elegí ser optimista".
"¿Venís de Seattle? ¿cruzaste el puente de la 520? ¿sabías que es el puente flotante más largo del mundo?", la charla está plagada de datos curiosos, como ellos dos, que lograron consolidar sus carreras tecnológicas en uno de los gigantes de la industria, gracias a ese "diferencial de ser argentino" en un terreno donde la exigencia es la moneda de cambio más usada.
De madre profesora de matemáticas (le brillan los ojos cuando lo menciona), padre ingeniero industrial y empleado de Segba, y hermana contadora, Diego destaca la importancia de haber visto el sacrificio de sus padres para lograr que ellos estudiaran. "Mis viejos se gastaron un sueldo entero para regalarme una Commodore" recuerda de sus primeros pincelazos en el mundo de la tecnología.
Isidro Hegouaburu es de San Nicolás, de Boca y amante de los deportes. Practica todo lo que le pasa por delante, basquet, kite surf, esquí, de todo. Es más introvertido y con una paciencia eterna para explicar todo en detalle, aunque termina aflojando un poco cuando muestra fotos de sus dos hijos.
Hijo de un arquitecto de clase media, que "a veces tenía laburo y a veces no, pero siempre nos bancó", en referencia a sus otros tres hermanos, también ingenieros y dispersos por el mundo.
Se conocieron en Estados Unidos, y a pesar de su rivalidad deportiva, confiesan que "acá somos de la Argentina", y se enorgullecen de que todos hablen en el campus de Microsoft de los rituales, gritos y "barras" que arman cada vez que la Selección juega un partido por los porotos. A tal punto llega la pasión que Diego, como muchos argentinos, lleva la cuenta de cuántos mundiales le quedan por vivir, aunque confiesan que le tomaron el gustito al fútbol americano.
-¿De qué trabajaban en Argentina? ¿cómo llegaron a Microsoft?
-Diego: Me acuerdo que en una charla informal se lo comenté a mi vieja y desde ese día no paraba de decírmelo todos los días, "¿fuiste a la entrevista?", "andá que es una gran oportunidad". A esa edad no ves este tipo de desafíos como algo que te sorprenda, menos recién recibido. Llegué a la entrevista con 25 años y sin pensar en quedar, pero fue todo muy "a la medida", como que me estaba esperando la propuesta. Estaba tomando una gaseosa en una estación de servicio cuando me llamaron para confirmarme la postulación, son esos momentos que te quedan grabados de la emoción que te generan. Cuando estábamos haciendo la documentación se trabó todo por los sucesos de fines del 2001. Yo ya no tenía trabajo, ¡había vendido hasta el auto! Por suerte después de unos meses todo se normalizó y viajé.
Isidro: Yo me recibí de ingeniero en el ITBA a fines del 2000. Tenía 24 años y junto con 3 compañeros de la facultad fundamos una empresa de desarrollo en un momento rarísimo del país. Era la peor combinación tratar de emprender en ese momento. Nunca había pensado en irme, de hecho, amigos míos fueron a una convocatoria que se había lanzado en Buenos Aires, algunos para ver cómo estaban de nivel de inglés, otros ya casi convencidos de que querían irse. Al final entramos los cuatro amigos. La parte económica era muy interesante comparada con la incertidumbre de ese momento en la Argentina y las pocas perspectivas que había tanto para nuestro emprendimiento como para conseguir laburo. Firmé el contrato, estaba esperando que me gestionaran los papeles de la visa y estalló todo en el 2001. No me llegaban los papeles, estaba sin un mango, sin laburo. Unos amigos me habían invitado a ir a Las Leñas como "despedida de Argentina" y me terminaron pagando todo ellos.
-¿Cómo llegaron a trabajar en las oficinas principales de Microsoft en Redmond?
-Diego: Llegué hace 15 años a Seattle, recién recibido de la UBA y luego de intensas charlas con mi novia (actual esposa) para convencerla de que era una buena oportunidad. Primero llegué a trabajar a Intel, en California, a pesar de que se me habían juntado dos propuestas, la de Intel y la de Microsoft en Seattle, pero elegí la primera porque me tentó California como ciudad. Ya le había encontrado un poco el gustito a Estados Unidos, después de varios viajes de vacaciones con familia, no nos sobraba nada, pero mis viejos se mataban por darnos todos los gustos, como conocer Disney. Al año de laburar en Intel, y sin chances de que me gestionen la Green Card sin un Máster Universitario, decidí mudarme a Redmond y retomar la propuesta de Microsoft. La realidad es que mis conocimientos universitarios de la UBA estaban a la altura de un Máster estadounidense, pero ellos querían los papeles.
Isidro: Llegué a Redmond con un bolsito nada más. Soy oriundo de San Nicolás, y a Buenos Aires fui a estudiar, así que no tenía nada. A Seattle vine en 2001 también. Primero me hicieron una oferta para trabajar en Windows y durante un tiempo me quedé solo con mi emprendimiento de la Argentina, cerrando contratos y derivando servicios a otros colegas para terminar con esa etapa y dedicarme de lleno a este nuevo desafío.
-¿En qué áreas trabajaron cuando llegaron y dónde están en la actualidad?
-Diego: Yo arranqué con Messenger y Hotmail, y estuve en esas áreas casi 9 años hasta que me pasé a la división de Xbox donde estoy hoy |como Principal Software Engineering Manager on Team, algo así como un Gerente o Director de área. Lidero un equipo de 40 ingenieros que desarrollan parte del sistema operativo que corre adentro de la consola de juegos Xbox One.
Isidro: Desde que llegué a Redmond y por siete años trabajé en Windows, después seis años en Bing, y desde hace dos años estoy en Azure, como Principal Software Engineering Manager on Team Azure Networking (Jefe de ingeniería de software). Mi función es liderar un equipo de 25 ingenieros que desarrollan parte del sistema de red (network) de Azure. Nuestro trabajo sobre Azure Front Door se usa para todo el tráfico de Bing, Office 365, MSN, Windows update, Skype y Yammer. Hace que estos servicios funcionen más rápido y sean más resistentes a fallas en las redes.
-¿Qué tan real es el mito del argentino creativo y entusiasta que "ata todo con alambre" y resuelve problemas?
Diego: Es más real de lo que te imaginás. Creo que tiene que ver con ese entusiasmo permanente que tenemos los argentinos ante las situaciones complejas, la incertidumbre, los desafíos, el tirarse a la pileta porque a veces no tenés otras opciones. Es como que no sabemos muy bien cómo vivir sin preocupaciones o intentando superar desafíos todo el tiempo, pero a pesar de eso, siempre vamos para adelante. Mi equipo de trabajo por ejemplo es de 50 personas, y tengo unas 10, 12 nacionalidades diferentes. Es muy complejo, por diferencias culturales en especial, mantener una dinámica y motivación constante. En ese caso, trato de aplicar mi entusiasmo argentino para integrarlos o motivarlos todo el tiempo.
Isidro: Acá el nerd duro, el ingeniero, el que sabe de tecnología, es un tipo en general muy introvertido y antisocial, no es como en la Argentina donde quizás somos un poco más normales o no se nota que yo soy un ingeniero, y laburo con cosas que no entendería ninguno de mis amigos; me gusta practicar deportes o salir con ellos. Es como que tenemos un perfil más cosmopolita que aplicamos al trabajo.
-¿Cómo es un día normal de trabajo para ustedes acá?
Diego: A pesar de que tenemos rutinas, no hay dos días iguales. Redmond y Seattle son ciudades multiculturales, donde muchas de las personas que están en tu barrio o te cruzás en la oficina, son de decenas de lugares del mundo, muchos de ellos, los mejores en sus profesiones. Tanto a mi como a Isidro nos imponen la agenda nuestros hijos y sus rutinas, colegio, amigos, etc. Pero más allá de eso, laboralmente trabajamos en función de los objetivos que tenemos que alcanzar, nadie nos exige cumplir un horario o equis cantidad de horas en la oficina. Hoy con los cargos que tenemos y el equipo del que somos responsables no es tan sencillo. Igual, una de las cosas más importantes es que estamos en áreas de trabajo que elegimos, no que nos colocaron.
Isidro: Justo la semana pasada estuve en Buenos Aires reclutando estudiantes para proyectos similares a los que iniciamos cuando nos reclutaron a Diego y a mi, fue una sensación muy particular vivirlo desde este lado. A pesar de esos viajes, un día nuestro es como el de cualquier trabajador de ocho horas, con la diferencia de que estamos en proyectos que nos gustan y elegimos.
-¿Pueden elegir dónde trabajar?
Isidro: Exacto. En Microsoft recomiendan que cada 3 o 4 años cambies de equipo. No es obligatorio, pero vos podés pedir trabajar en éste u otro proyecto porque te sentís cómodo, lo ves como un desafío o querer perfeccionar tus conocimientos. Eso hace que el 80% del trabajo ya no sea una carga sino un desafío personal y que la dinámica no se frene nunca. Acá le dicen "polinización cruzada", algo así como que todos conocen algo de todo y aportan su talento.
Diego: Para que tengas una idea de lo que siento laburando en Xbox, desde los 10 años empecé a volver locos a mis viejos con que quería fabricar jueguitos. Cuando tenía 14 años, un día mi vieja se cansó y me dio muchas hojas y un lápiz y me dijo "tomá, escribiles". Y eso hice, le escribí cartas a todas las empresas de juegos que había en ese momento, incluyendo Microsoft. Lo más asombroso es que TODAS me respondieron. No lo podía creer. De cierta forma esta anécdota ejemplifica que a pesar de que parecen monstruos impersonales, muchas veces estas empresas tienen la necesidad de conseguir talentos, y no se limitan a un sector local, sino que piensan en global. Las oportunidades están para todos.
-En 15 años Microsoft pasó por cientos de cambios, tanto de organización, cambio de CEOs, partida de Bill Gates, desafíos tecnológicos y comerciales. ¿Ustedes cómo se han ido adaptando a esos cambios?
Diego: El cambio más radical quizá fue la llegada de Satya Nadella, porque más allá de las cuestiones tecnológicas, hubo un cambio de mentalidad. Con Gates nació todo, con Ballmer todo lo hecho por Gates se magnificó en números. Nadella vino a ponerle un título y un nuevo objetivo a toda esta cultura. Su frase más comentada dentro de las oficinas es la que dice que la cultura se come a la estrategia. La idea es plantearse cómo reaccionamos y nos comportamos ante los desafíos tanto de la industria como de nuestros propios compañeros.
Isidro: Por ejemplo, cuando Microsoft compró Skype, se realizó una fusión de equipos y se le puso fecha de vencimiento a Messenger, pero ese tipo de "hitos" y transiciones, para nosotros que trabajamos en ingeniería y sistemas, suelen ser comunes. La forma de hablar de Satya busca revivir el fuego inicial de startup que tenía Microsoft en sus tiempos de crecimiento, tratar de transmitir eso a los reclutadores, los aspirantes.
-¿En qué aspectos se notan más esos cambios?
Isidro: A pesar de que esto surgió antes del cambio de CEO, el sistema de evaluación fue donde quizás se notó más esta nueva cultura de Nadella. Antes, había un ranking de la gente de tu equipo, del mejor al peor, y en base a eso se les asignaban premios, incentivos o castigos, laboralmente hablando. Esa estructura fomentaba la competencia dentro del equipo en desmedro de tu rendimiento personal, porque a veces para lograr un objetivo de equipo, tenías que lidiar con los de menor rendimiento para nivelarlos, y eso atentaba contra tu desempeño personal. Ahora, con el nuevo sistema no hay más ránking pero se evalúa en base a tres grandes preguntas: Cuánto ayudaste, cuánto te dejaste ayudar, y en qué medida esas acciones tuyas contribuyeron al crecimiento del proyecto (el cual tiene un presupuesto asignado y también se evalúa la optimización y forma de gasto de ese presupuesto). Todo sumado muestra un rendimiento mucho más honesto y compatible con el pensamiento del nuevo CEO.
Diego: Es como en el fútbol, sos tan buen jugador si hacés goles como si asistís a los que los hacen.
-¿Cómo viven en Estados Unidos después de 15 años de trabajo?
Diego: Yo la tuve complicada porque mi novia no quería saber nada con venirse a vivir acá. Ni el corralito, ni la recesión ni ninguna otra cosa eran argumentos para irme, yo quería aceptar el desafío y enfrentarlo, pero claro, ella se llevaba la peor parte. Entonces le propuse venir a vivir "un año sabático" y ver qué pasaba, si nos bancábamos la distancia. Lloramos días y días, el sentimiento es muy fuerte para un argentino. Cuando nos dimos cuenta pasó ese año. ¿Renovamos el alquiler? ¿Cambiamos el auto? le pregunté, y me dijo que sí. Ahora con Luli y Flor, mis dos hijas, creo que ya nos asentamos.
Isidro: A mi no se me complicó tanto porque, como te dije, me vine con un bolsito nada más. A mi esposa, hermana gemela, la conocí acá en Seattle, con la que me casé y ahora tengo dos hijos.
-¿Extrañan Argentina?
Isidro: Sí y mucho, pero construímos una vida acá, y tratamos de que la distancia no sea un rival sino una situación superable. Traemos a nuestra familia a visitarnos, en las fiestas vamos para allá, lo manejamos. Algo tan sencillo como poder mandar algo de dinero para una cuota de la facultad, ayudar a concretar algún proyecto de la familia, es una sensación de recompensa muy linda y te hace sentir valioso a la distancia.
Diego: Yo tuve que trabajar en terapia el tema de la culpa de haberlos abandonado, no fue sencillo. Hoy estamos bien acá, extrañamos mucho, pero mientras puedo, trato de pasar las fiestas de fin de año en Argentina. Es re loco porque desde que vuelvo cada año, me vengo con más grupos de Whatsapp nuevos de amigos, cosa que acá no pasa tanto. ¿Es una fiebre que hay por el Whatsapp en Argentina, no? ¿Hacemos un grupo entre nosotros?