Una vuelta por el futuro: visitamos el centro de diseño y la fábrica que Intel tiene en Israel
Te contamos cómo es una de las sedes clave de Intel en el mundo
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TEL AVIV.- Una ciudad que parece más europea que ubicada en Medio Oriente. Así podríamos definir a la capital económica de Israel, una pujante y moderna metrópolis que se afianza no solo en el turismo, sino en ser la puerta de entrada para los emprendedores y nuevos desarrollos, que confluyen en cada vez más startups y empresas que se posicionan como un faro para optimizar procesos y desarrollar tecnologías disruptivas.
“Aquí hay una tasa insatisfecha de fuerza laboral de 200.000 ingenieros en este momento” me aseguró una fuente. Este impactante número cobra dimensión al visitar la ciudad de Haifa, el polo tecnológico de Israel que se ha convertido en la nueva Silicon Valley y que cuenta con enormes edificios de desarrollo e investigación de empresas como Microsoft, Yahoo, Qualcomm, Philips e Intel.
Y es justamente Intel, empresa conocida por el desarrollo de microprocesadores de computadoras, quien me invitó para conocer y recorrer su centro de diseño y su fábrica 28 en donde se desarrollan muchas de las tecnologías que próximamente veremos en el mercado. Aquí pude ver parte del futuro de las nuevas tecnologías y tener un encuentro en primera persona con los procesos de manufactura de procesadores.
Pensando en lo que viene
Los centros de diseño que Intel tiene distribuidos por el mundo están dedicados a la investigación y desarrollo: en ellos no se fabrican productos. Hace unos años tuve la posibilidad de visitar el centro que la compañía tiene en Guadalajara y, en este viaje, el que se encuentra ubicado en la ciudad de Haifa a 70 kilómetros de Tel Aviv.
La entrada al edificio es imponente y desde la misma se respira creatividad.
Luego de la bienvenida, y como parte del Intel Tech Tour que reunión a más de 80 periodistas de todo el mundo, pude recorrer los laboratorios del centro de diseño. En el se realizan diferentes tareas, desde la validación de procesos para tecnologías emergentes y para la fabricación de procesadores.
También hablé con ingenieros que trabajan en distintos proyectos y ví distintas demos de tecnologías en las que se encuentran trabajando en el centro. Una de ellas fue AICV, un sistema de cámaras optimizado con inteligencia artificial que podría prestar soluciones para pacientes luego de una operación. La cámara puede monitorear los movimientos en rehabilitación (en la demo se mostró una persona operada de rodilla) y enviar los resultados al médico para que evaluara su progreso. La cámara también puede escanear y reconocer rostros, logrando un alto grado de precisión, incluso, cuando se utilizan accesorios como anteojos y mascaras faciales. En las muestras, se veía como al detectar al propietario, el sistema abría la puerta del hogar. Por último, utilicé el sistema AICV para escanear un objeto (una zapatilla); luego de realizar todo el mapeo, la misma se digitalizó en 3D en alta definición, el objeto escaneado luego fue importado a Blender para su edición; también puede ser impreso en 3D.
En materia de cámaras, sensores y reconocimiento de rostros, tuve la posibilidad de ver algunos adelantos de tecnologías que llevarán a las laptops a otro nivel de usabilidad. Utilizando inteligencia artificial, cuando el usuario se alejaba de la laptop la misma se suspendía entrando en modo ahorro de batería, cuando se acercaba para seguir con su trabajo, la cámara reconocía el rostro a pocos metros y dejaba la pantalla de Windows lista para trabajar en un segundo.
También participé de algunas pruebas de lo que será el próximo WiFi 7. El mismo contará con mayor velocidad de transferencia de datos, pudiendo llegar a los 5765 Mbps, más del doble que su versión anterior, que trepa hasta los 2402 Mbps.
Complementando lo presentado en materia de conectividad, se mostraron avances de lo que será la próxima versión de la tecnología Thunderbolt y USB 4. En relación con esto, lo más interesante fue un brazo para montar un monitor con conector HDMI incorporado que, en su pie, tenía un puerto Thunderbolt para conectar una notebook y, fácilmente, poder trabajar más cómodo en una pantalla mas amplia sin necesidad de conectar la misma a otro puerto.
Mediante su empresa Habana, Intel presentó Gaudi 2, una placa con procesadores de aprendizaje profundo que se utiliza, entre otras cosas, para entrenar sistemas de inteligencia artificial. Intel, por ejemplo, las utiliza en todo lo referido a sistemas de conducción autónoma, tecnologías desarrolladas por su empresa Mobileye.
Por último, pude recorrer algunos laboratorios de overclocking con nitrógeno líquido y ver como se ponían a prueba los últimos procesadores con las máximas exigencias.
La fuerza del emprendedorismo
Como decía al comienzo, las startups y nuevos emprendimientos tecnológicos, parecen ser un motor que se encuentra muy bien aceitado en Tel Aviv. Intel ha puesto especial atención en este punto, potenciando algunas empresas desde su programa Intel Ignite. En mi recorrida, visité y probé algunos de estos desarrollos. Tal fue el caso de Orca, un sistema de conducción autónoma con inteligencia artificial para barcos de carga de gran porte. Esta tecnología cuenta con un sistema de cámaras y sensores que, utilizando algoritmos de machine learning, permite identificar objetos y posibles colisiones en su trayecto para mejorar su ruta y llegar a destino.
Otro emprendimiento que vi funcionar fue el Verobotic, un robot autónomo para limpiar vidrios en rascacielos en donde el trabajo realizado por las personas puede resultar riesgoso. El dispositivo recorre toda la superficie vidriada minimizando costos para la empresa. “el trabajo realizado por empleados presupone un costo de 1 dólar por metro cuadrado, con Verobotic los costos bajan a 0,08 dólares por metro cuadrado” indicó el vocero de la empresa. El robot limpia vidrios cuenta con una serie de sensores de presión y altitud que permiten optimizar su desempeño.
Hi Auto es otra de las startups en las que Intel ha invertido. Se trata de un asistente para restaurantes de comida rápida que permite agilizar y automatizar el proceso de pedido y entrega de pedidos. Según su CEO “el 60% de los pedidos en estos locales provienen de conductores que pasan por allí”. Durante la visita, usé Hi Auto para pedir mi almuerzo: el software mostró en pantalla el menú del restaurant y reconoció por voz cada pedido que realicé. Al finalizar el mismo, sumó el total y me ofreció distintas formas de pago. Ante nuestra consulta, el vocero indicó que, si bien por ahora solo funciona en inglés, pronto estará disponible en castellano.
Por último, vi cómo funciona The Tando, un drone para interiores desarrollado por Indoor Robotics que cumple la función de un guardia de seguridad en empresas y centros de compras (parecido al de Amazon). Puede volar fácilmente mapeando el interior de un edificio y, con sus sensores, detectar objetos y situaciones. En la demo se mostró al drone vigilar un centro de servidores controlando la temperatura de estos mediante su cámara térmica e identificando los objetos extraños que se encontraban en su camino y que no deberían estar allí. El drone puede realizar streaming de video remplazando, así a las cámaras de vigilancia.
Intel y su fábrica modelo
Desde su fábrica y con todos sus emprendimientos, Intel genera casi el 2% del PBI de Israel. Todo un número. Mas datos: la firma tiene 14.000 empleados en todo el país.
Así, el Tech Tour culminó con la visita a la fábrica 28 de Intel, una de las más grandes que la compañía tiene en todo el mundo. Antes de comenzar la visita lo primero que hice fue subir a la terraza de la fábrica para ver las obras de lo que será la número 38. A simple vista se apreciaba que la misma duplicará el tamaño de la original. Lo que sucede es que a medida que la tecnología avanza en la fabricación y el mercado demanda más procesadores, se necesita más maquinaria para la producción.
Para poder ingresar a la fábrica, tuve que dejar parte de mi indumentaria y accesorios (hasta mi anotador y lapicera de la vieja escuela) para tomar mi traje, mascarilla, gafas protectoras y un pequeño bloc de hojas no contaminado que me esperaba en la zona limpia. Cual astronauta en la Estación Espacial Internacional, me adentré en la fábrica visitando los distintos puestos de trabajo. Aquí se hacen y se “imprimen” las obleas de silicio, se cortan y se convierten en lo que serán los próximos procesadores para computadoras, rebalanceando la cadena de suministro de semiconductores a nivel global.
Seguidamente pude ver el entrenamiento de los empleados mediante una tecnología de realidad aumentada que guiaba al operario indicando qué herramienta necesitaba en cada momento y qué es lo que tenía que hacer. “Desde este puesto y utilizando la realidad aumentada vía streaming, puedo brindar soporte en cualquier fabrica de Intel en todo el mundo” me dijo el encargado del sector.
En otra parte del recorrido, se mostraron exhaustivos testeos que se realizan en los procesadores. En la charla, se veía un pelo humano aumentado en 80 micrones a pantalla completa y con un alto nivel de detalle; todo esto sirvió para comparar los testeos que se hacen con los chips, buscando cualquier imprecisión con un aumento de 200 micrones.
En la fabrica todo estaba controlado por una sala que parecía “Gran Hermano”, con varios ingenieros vigilando de cerca cada procedimiento para reducir cualquier error a su mínima expresión.
En todo mi recorrido nunca me sentí solo, además de mis colegas periodistas de todo el mundo: sobre mi cabeza iban y venían robots que pasaban fugazmente cada dos segundo, llevando y trayendo piezas a los distintos sectores.
Los anuncios de Intel parecían no terminar. “Ya estamos trabajando en la construcción de dos nuevas fabricas con una inversión de 37 billones de dólares” anunció un vocero de la empresa, además de la expansión de las ya existentes en Arizona, Israel e Irlanda, que contarán con un presupuesto extra de otros 37 billones de dólares.
Ya en el bus y de regreso al hotel en Tel Aviv, no podía dejar de pensar que todos los procesos y la tecnología empleada por Intel para la fabricación de sus procesadores me dieron la impresión de que, en el tiempo que pasé allí, estaba quizás en una película de ciencia ficción. Pero no, fue una realidad vivenciada a casi 13.000 kilómetros de mi querido país.