Una solución simple y automática para reducir el cansancio causado por las pantallas
La opción está desde hace mucho en Windows, Mac, iPhone, Android y Linux, pero la pandemia la convirtió en protagonista
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Les confieso algo. Pensé que todo esto era un verso, como decimos los porteños; es decir, un embuste, un canto de sirena para hacernos creer que podíamos pasarnos 90 horas por día mirando una pantalla sin quedar bastante estropeados. Cuando me puse a investigar, no solo descubrí que todo el asunto estaba lejos de ser un cuento, sino que aprendí unas cuantas cosas interesantes.
La historia comenzó hace un mes, cuando empezó el ciclo lectivo en la facultad; por Zoom, claro. Luego de tres horas de clase, y con un total de más o menos 15 horas ante la pantalla, esa noche, cuando bajé a comer, tenía la impresión de haber puesto mis globos oculares en ácido sulfúrico, no sin antes sofreírlos en aceite hirviendo. Añadiré, porque es importante, que antes de la pandemia, y con los descansos que me imponían los traslados (cuando la vista se posa sobre la realidad y hace foco a distancias largas), nunca había sufrido problemas con mi vista, y eso que uso mucho estas cosas. Pero, se caía de maduro, ahora, con la nueva normalidad, mis ojos estaban empezando a pagar las consecuencias. ¿Eran mis ojos o era algo mas?
Al día siguiente estaba cero kilómetro otra vez. Me refiero a mi vista. Pero con una jornada idéntica por delante, estaba claro que el escenario iba a repetirse. ¿Pero qué podía hacer? Entonces, un poco por casualidad, al atardecer, mientras seguía dándole a la maquinita, hubo un instante en el que en el marco de una de las ventanas de mi estudio se reflejó la luz anaranjada del atardecer. Me quedé mirándola unos instantes (por su belleza), y al volver los ojos al monitor la pantalla me pareció de un color azul lívido tipo Drácula recién levantado que, sinceramente, me espantó. Volví a mirar el atardecer. Por algún motivo, mi organismo se sentía mucho más atraído por ese tono que por la luz azul-cuchillo del monitor. Algo estaba definitivamente mal en esa pantalla (de excelente calidad, calibrada a la perfección, etcétera).
En ese momento me acordé de una función del sistema y volé a las opciones de configuración de Windows. Busqué el apartado Luz Nocturna y la activé. Al principio me pareció que todo se había vuelto demasiado anaranjado, pero enseguida mi vista (mi cerebro, en realidad) se habituó y me impactó cuánto más amigable era la pantalla ahora para mis ojos. Dejé la función programada (en Linux el cuadro de diálogo es más fácil de entender, enseguida llegamos a eso) y un poco me olvidé del asunto. Más tarde empezó la clase, estuve otras tres horas más mirando el monitor, y cuando bajé a comer advertí que claramente mis ojos estaban cansados (en realidad, sentía hasta la última mitocondria de mi cuerpo exhausta), pero el padecimiento era notablemente menor. Pero eso era solo el principio.
Aunque todavía no lo sabía, estaba ocurriendo algo más, de lo que solo me enteraría al consultar a los oftalmólogos. Al día siguiente, tuve una jornada semejante; fue viernes, además. Por algún motivo todos aman los viernes, pero resulta que, al menos en mi caso, es uno de los días más atareados. Me había puesto a trabajar con una nota complicada, y leí y escribí en pantalla muchísimas horas durante tres días seguidos. Después de eso, sin embargo, mi vista, aunque cansada, estaba en condiciones de, digamos, seguir funcionando. ¿Qué estaba pasando?
Es la melatonina, estúpido
Llamé a un oftalmólogo amigo, que me explicó varias cosas y me compartió un paper de lo más interesante, y todo esto me condujo, a su vez, al sitio de la Academia Estadounidense de Oftalmología, donde, con menos ecuaciones, daban la misma explicación: No solo un exceso de la luz azul que producen las pantallas puede ser agresiva para los ojos, sino que había algo más perturbador. Y eso no tenía que ver con cuántas horas pasaba trabajando, sino con el descanso posterior.
Para decirlo muy simple –y después pasamos a una receta que te va a ayudar mucho con estas jornadas interminables delante de la máquina–, resulta que el tipo de luz que reciben nuestros ojos regula un montón de funciones en el organismo. Sin ir más lejos, para producir vitamina D (sin la cual, no podríamos vivir) se requiere exponer la piel al sol.
Pues bien, la longitud de onda de la luz que reciben nuestros ojos durante la mañana, el día, el atardecer y la noche regulan la producción de melatonina, que, como se sabe, cumple un rol clave en el descanso. Como era de esperarse, dado que así funciona el planeta Tierra, a cuyo ecosistema nos hemos adaptado, está todo bien recibir luz azul durante la mañana y el día. Pero al atardecer, la luz azul reduce la cantidad de melatonina que producen nuestros organismos, y como consecuencia no solo vas a tener los ojos ardidos por tanta luz azul, sino que encima vas a dormir peor, porque la administración de tus ciclos circadianos estuvo recibiendo una luz que a esa hora no debería existir. La tormenta perfecta, en suma.
Antes de seguir: estuve probando esta solución durante dos semanas, y el impacto sobre mi descanso y sobre el bienestar de mis ojos fue notable. Pero es menester aclarar que ante cualquier síntoma visual busquen el consejo de un oftalmólogo, porque no solo les dará otros consejos sino que podría detectar otras condiciones que deben tratarse.
Estás naranja
¿Cómo funciona esto de la luz nocturna? Simple: cambia la temperatura de color de la luz que emiten las pantallas (no todas son igual de eficientes en esto, según uno de los estudios que leí, pero ese es otro tema) y de ese modo reduce la supresión de melatonina. En números, la función de luz nocturna puede reducir el impacto de la luz azul en hasta un 93 por ciento, según uno de los papers (que leí en pantalla, caramba). Noventa y tres por ciento es un número.
Así que ahí estaba el culpable, escondido en millones de años de evolución, varias longitudes de onda y ciertos receptores en la retina, especializados no en formar las imágenes que vemos, sino en regular el ciclo circadiano y, por ejemplo, decirle a las pupilas cuando dilatarse o todo lo contrario. Una vez activada esta función en todos mis dispositivos, la diferencia en mi calidad de vida fue –y nunca mejor usada la frase– como la del día y la noche.
Cierto es que mi mujer, cuando vio la notebook que usamos en la cocina, me preguntó si se había roto la pantalla, porque se veía todo naranja. Le expliqué de qué se trataba y le dije que esperara un poco, que los ojos terminan por habituarse, y al final resulta mucho mejor para la vista. Una forma contundente de probar cuánto más agresiva es la luz azul, desactivá la luz nocturna una vez que te hayas acostumbrado al color naranja. Y después me contás.
Ahora, a lo práctico. Esta función está disponible en Windows, Linux, Android, Mac, iPhone y iPad (entre otros). Apple la llama Night Shift, un nombre más adecuado que Luz Nocturna. Aquí, como activarla en los equipos de esa marca.
Windows
Para activar y dejar programada esta función en el sistema operativo presente en la mayoría de las computadoras de escritorio y notebooks hay que ir a Inicio> Configuración. Allí, escribir Luz Nocturna en el buscador. El cuadro de diálogo que se abre es bastante sencillo y, todo lo que debemos hacer es ir al apartado Programar, activar la función y establecer las horas de inicio y fin de la luz cálida. También es posible ajustar la intensidad, una denominación confusa, porque parece que tiene que ver con el brillo o algo así. Lo que en realidad significa es que a mayor intensidad, más cálida será la luz que emite el monitor.
Además, si le hemos permitido a Microsoft conocer nuestra ubicación geográfica, el sistema la activará automáticamente en el momento correcto, ya que sabrá a qué hora se pone el sol. Como en todos los demás casos, mi mejor consejo es activar la Luz Nocturna a la hora del crepúsculo, tan pronto la iluminación afuera cambia. No se suspende por lluvia.
Linux
En Ubuntu (el Linux más usado por usuarios finales) hay que ir a Configuración, desplegando el menú arriba a la derecha de la pantalla y, ahí, a Monitores. Sobre ese diálogo verán un botón etiquetado Luz Nocturna y, tras darle clic, encontrarán básicamente las mismas opciones que en Windows, solo que la calidez está correctamente etiquetada como Temperatura de color.
Android
Los androides también ofrecen esta función. Para activarla hay que ir a Ajustes> Pantalla > Filtro de luz azul o, en otros modelos o versiones de Android, Vista confortable. Algunos equipos permiten poner la pantalla en blanco y negro, como se ve en la captura de pantalla de abajo.
Las opciones son las mismas que para los demás sistemas operativos: la temperatura de color (que en algunos casos puede llamarse Opacidad) y la programación, manual o basada en la geolocalización, que con los teléfonos es virtualmente inevitable; en este caso, la geolocalización es de mucha ayuda, porque te podés olvidar por completo del asunto y el teléfono siempre cambiará la temperatura de color de su pantalla cuando caiga el sol.
Y listo. Una vez programada, la pantalla en todos los dispositivos cambiará automáticamente de color, y si programamos esto para para que coincida con el crepúsculo, ni nos daremos cuenta. Pero nuestro metabolismo del sueño nos dará las gracias, al no ser alterado por algo que no existía hace varios millones de años, cuando nuestros ancestros, los homínidos, empezaron a caminar el planeta. Es decir, las pantallas.