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Un guante robótico: una piel digital promete reproducir el sentido del tacto

Investigadores de la Universidad de Cornell han creado un sensor de fibra óptica que consigue formar un tejido estirable que reacciona como si perteneciera a un organismo vivo

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Actualizado el 12 de septiembre de 2024
LA NACIONCarlos Risco
La piel artificial creada por investigadores de la Universidad de Cornell fue incorporada en un guante equipado con sensores y un cableado de fibra óptica
La piel artificial creada por investigadores de la Universidad de Cornell fue incorporada en un guante equipado con sensores y un cableado de fibra óptica

Las últimas investigaciones del Laboratorio de Robótica Orgánica de la Universidad de Cornell pueden darle la vuelta a los implantes biónicos y abrir una puerta de futuro que parece casi ciencia ficción. El equipo del profesor Rob Shepherd ha logrado crear un sensor de fibra óptica que consigue formar un tejido estirable que proporciona percepciones físicas similares al sentido del tacto.

Una piel sensible a las deformaciones que reacciona si se le presiona, flexiona o tensiona, como si fuera el tejido de un organismo vivo.

En su experimento, los científicos han diseñado un guante impreso en 3D, forrado con sensores de fibra óptica al que han incorporado luz led que detecta cualquier deformación en tiempo real. El guante incorpora un sensor en cada dedo y está alimentado por una batería de litio.

Los sensores de la piel artificial pueden detectar diversos tipos de deformaciones, como una presión o una flexión de una superficie, además de indicar ubicaciones y magnitudes de un objeto
Los sensores de la piel artificial pueden detectar diversos tipos de deformaciones, como una presión o una flexión de una superficie, además de indicar ubicaciones y magnitudes de un objeto

Además, su conexión bluetooth transmite en tiempo real los datos a un software que reconstruye los movimientos y deformaciones. Con la caricia reducida a una secuencia de unos y ceros, ahora solo falta digitalizar el olfato. Al tiempo.

Por Carlos Risco
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