Twitter era de todos; ahora es de Elon Musk
Pagó 44.000 millones de dólares, y tal vez acaba de dar el primer paso en falso de su carrera
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Elon Musk se ha quedado con Twitter. Eso significa que se queda con todo Twitter. Supuesto el caso de que no haya ninguna contramedida de las autoridades regulatorias (considerando que Musk participa de al menos tres industrias reguladas por el Estado, no habría que descartarlo, incluso cuando sea improbable), entonces la vida de Twitter como compañía pública habrá sido corta, desde su primera jornada en la Bolsa, el 7 de noviembre de 2013 han pasado algo más de 9 años. Al dejar de ser una compañía pública, Elon Musk, tal como está acostumbrado, podrá hacer con la red de los trinos lo que se le de la gana. Literalmente.
Algo semejante, aunque por razones diferentes, más sensatas y –se ha demostrado– acertadas, hizo el 30 de octubre de 2013 Michael Dell con Dell, el fabricante de computadoras que él mismo había fundado en 1984. Dell quería dejar de bailar al compás de Wall Street en un momento que, ahora lo sabemos, fue divisoria de aguas para la computación personal. Gracias a la movida de Dell, la empresa se hizo fuerte ahí donde las notebooks, las estaciones de trabajo (como la que estoy usando para escribir esta nota) y los servidores seguirían siendo fuertes. Sabía que esas máquinas no habían muerto, como opinaba Wall Street, sino que estaban transmigrando, y en medio de semejante tormenta se hizo cargo del timón. En 2013, la tendencia que había comenzado en 2012 se afianzó; fue el segundo año consecutivo en que las ventas de PC se redujeron.
Elon tiene otros planes, y no se trata de dinero. “Twitter no es una forma de hacer plata”, declaró en una conferencia TED, además de proponer que el algoritmo de Twitter debe volverse “de código fuente abierto”. Supongo que quiso decir “los algoritmos”, pero lo tomaremos como otra de sus declaraciones ostentosas, políticamente impactantes. Si es código fuente abierto es bueno, ¿no?
Nadie puede estar en la cabeza de nadie, y mucho menos en la de Musk. Pero algo es evidente. Nadie hasta ahora quiso seriamente comprar Twitter; el Twitter actual quiero decir. ¿Cómo es posible que ninguno de los grandes haya absorbido esta red estancada en la que una selecta minoría escribe la vasta mayoría de los tweets y que sin embargo es sinónimo de ágora pública? Simple: Twitter es una papa caliente y, para peor, como admite Elon, no sirve para ganar plata. No, al menos, todavía. Hay un largo porqué detrás de que Twitter (y cito) “no sea una forma de ganar plata”, pero, en todo caso, nadie quiere más problemas. De otro modo, Twitter ya estaría hacer rato en manos de Google (primero), Facebook (si los reguladores la dejaban) o Microsoft (si hubiera querido insistir con el temita de las redes sociales).
Pero sigue ahí: el chico bohemio y díscolo de Silicon Valley (de San Francisco, en realidad) a quien al éxito explosivo de otras compañías de tecnología le es esquivo. Musk sabe todas estas cosas, solo que su estilo es el de meterse en camisa de once varas. Empezó pateando el avispero financiero con PayPal. Y después de eso fue al espacio. Fabricó autos eléctricos en un país que es símbolo de autos convencionales. Vendió energía solar. Más aún: le fue fantásticamente bien; es el más rico del mundo. Del mundo mundial.
Es altamente probable (aunque las causas judiciales que sus compañías y él mismo enfrentan parecen indicar otra cosa) que en la práctica Musk sea mucho menos absolutista (cito de nuevo) de lo que dice ser y que preste oídos a los que saben, toda vez que lo necesita. Pero el personaje vende bien. Como Tony Stark, que la va de tiro al aire. O Bruce Wayne, que la juega de rico excéntrico. Pero Ironman es un invento serio y Batman, un profesional. Como los autos de Tesla o las naves de SpaceX. Al menos por ahora; y aclaro esto para ser enteramente honesto. Tal vez me equivoco, pero algunos proyectos de Musk me inspiran muchísimas dudas.
En todo caso, ¿Elon quiere Twitter por la misma razón que Michael quería Dell? No. Twitter es una empresa que no logra despegar y que tiene un público estancado. Pero es ruidoso. Los poderosos hablan ahí. Y al fundador de Tesla le encanta el ruido y el poder. Con sus 80 millones de seguidores es uno de los más populares de esa red (lo que significa poco y nada fuera de esa red, cierto), solo que se le ha metido en la cabeza que en su estado actual Twitter no está bueno. Quiere un botón de edición en cada tweet. Y que el algoritmo sea de código fuente abierto (¿el publicado o el que realmente se se termine usando?; ¿quién controlaría eso en una empresa 100% privada?). Ah, y que se respete la libertad de expresión a rajatabla, incluso devolviéndole la cuenta a Donald Trump, cuyos acólitos tomaron el Congreso de la principal potencia nuclear de la Tierra por asalto. Pero Elon piensa así, que no importa que seas el presidente de esa nación, igual podés decir lo que quieras, sin importar las consecuencias. Incluso cuando mueran personas.
hasta para Musk 44.000 millones es mucho dinero. Cuando lo tuvo garantizado, cambió la actitud del directorio de Twitter, que al principio se había resistido a lo que, como anticipé hace unos días, era casi una compra hostil, y acaba de adquirir Twitter. ¿Quién otro que el hombre de negocios que más ha explotado su imagen pública podría comprarse Twitter?
Pero la pregunta sigue en pie. ¿Para qué? La respuesta es simple, y es casi un gen omnipresente en las compañías tecnológicas: para tener el control. Musk no quiere que ningún directorio de 11 ejecutivos pecho frío le vengan a poner coto a su absolutismo libertario. No quiere más moderación. No quiere más límites. Pionero, transgresor, viajero del espacio, al quedarse con Twitter, tiene en un puño el servicio elegido por los más influyentes para hacerse oír. Empezando por él, desde luego. Pero también ha dado el primer paso en falso de su carrera. ¿Por qué? Porque Twitter es lo que es porque ha creado la sensación (mayormente falsa, pero qué importa) de que las diferencias entre los más poderosos y el resto de nosotros se redujo. Por eso, mal o bien, lo queremos a @Jack (Dorsey); el fundador más visible de Twitter tiene algo así como 6 millones de seguidores; no 80 millones. Vaya diferencia. Y hay también diferencias sustanciales de liderazgo entre el hipster fanático de la meditación que personifica Dorsey y el winner incansable que representa Musk.
En todo caso, dada la evolución que ha tenido la red de los trinos, Twitter y Musk son tal para cual. Y esa no es una buena noticia. Hasta ahora creíamos en esa dulce ilusión del ágora digital. Ahora ya no es más de todos. Ahora es de Elon Musk. Es otra forma de decir que hace mucho que Twitter ya no es de todos. Es más bien de los que tiene muchísimos seguidores. O el aparato para batir el parche de la línea de tiempo. No es un principio, esta compra. Es una conclusión y es asimismo la admisión de un estado de cosas: que lo que pasa en Twitter se queda en Twitter. Dos frases son las que más me preocupan, de las que pronunció al anunciar la compra. El que en Twitter se debata el destino de la humanidad (no, ni cerca) y el que sea menester autenticarse como humano. Se refería, con esto último, a los bots. Pero si de verdad le preocupa tanto la democracia, Musk debería saber que ser humano significa no tener que autenticarse como humano; la sola idea causa escalofríos.
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