¿Tendrías sexo con un robot?
Diversos especialistas debaten sobre los usos y límites que tienen los modelos de silicona de apariencia real, cada vez más sofisticados y con la posibilidad latente de una interacción más fluida con los humanos con la incorporación de componentes electrónicos y sistemas de inteligencia artificial
Los juguetes sexuales se han utilizado durante siglos. Sin embargo, ahora que se están desarrollando y comercializando robots con fines sexuales parecidos a los seres humanos, es tiempo de analizar cómo es y será la adopción de estos sexbots por parte de hombres y mujeres.
Al respecto, en un sondeo realizado recientemente en Estados Unidos por la firma de encuestas online YouGov, 1 de cada 4 participantes señaló que tener sexo con robots será habitual dentro de 50 años. Sin embargo, sólo el 24% de los hombres entrevistados afirmaron que efectivamente tendrían relaciones sexuales con un sexbot, mientras que únicamente el 9% de las mujeres dijeron que sí a la misma pregunta. En tanto, el estudio “Nuestro futuro sexual con robots” (Our sexual future with robots), realizado por la Foundation for Responsible Robotics (FRR), detectó que hasta dos tercios de los hombres y alrededor del 30% de las mujeres estaban a favor del uso de robots sexuales. Esta investigación concluye que estos sexbots, fusionados con conectividad y realidad virtual podrían ser de utilidad para que las parejas separadas por la distancia pudieran mantener su relación a través del sexo virtual. De todos modos, los autores de este estudio advierten que este tipo de autómatas plantean graves cuestiones morales y éticas que necesitaban ser abordadas.
“En otros países donde se han hecho seguimientos sobre este tema, el 10% de las mujeres utilizarían a estos androides, y estimo que ese porcentaje es el que aplicaría en Argentina”, comenta la Lic. María Ester Antelo, una psicóloga, que es sexóloga clínica y miembro de la Comisión Directiva de Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH).
¿Amante o juguete?
Estos muñecos y muñecas de silicona de tamaño natural, gran realismo y hasta dotados de inteligencia artificial están siendo fabricados por varias marcas en distintos puntos del planeta, como la firma Real Doll o Dreamdoll. Como servicio adicional, el cliente puede elegir todo tipo de detalles, como color de cabello, piel y ojos, altura y forma corporal para que se parezcan al máximo a una “persona” deseada.
“Dado el ritmo con el cual está avanzando la inteligencia artificial, en cinco décadas los sexbots podrían tener comportamientos muy similares a los humanos, e incluso podrán satisfacer a sus propietarios ya que irán aprendiendo acerca de su personalidad a medida que interactúe en lenguaje natural con él para responder de acuerdo a sus gustos y preferencias”, vaticina Juan Pablo Do Carmo, Gerente General para Argentina y Chile de la empresa de herramientas de data warehousing y analíticas empresariales, Teradata.
Más allá de las cualidades de estos autómatas, no todos los sondeados consideran que acostarse con uno de ellos podría compararse con hacerlo con un humano. De hecho, sólo el 14% de los entrevistados consideró que tener sexo con un sexbot contaría como si lo hiciéramos con una pareja, mientras que un 33% explicó que este acto podría ser asemejarse a una masturbación. En tanto, un 27% opinó que esa experiencia no encaja con ninguna de las otras acciones.
“Los robots actuales, y los que se vislumbran en un futuro cercano, solo se parecen a los humanos en el aspecto físico, pero no son personas sino aparatos sofisticados que cumplen la función de dar placer sexual. Es importante señalar que el sexo no sólo consiste en la satisfacción de cada individuo que participa en el acto, sino en el cruce de voluntades y de deseos: mi deseo es satisfecho también cuando me doy cuenta que estoy satisfaciendo el deseo del otro. Esta sensación no podemos alcanzarla con un robot, al menos no en la instancia actual. Por eso, tener sexo con un robot es más parecido a la masturbación que al sexo entre personas”, explica Diego Tajer, doctor en Filosofía y profesor de Lógica en la Universidad de Buenos Aires.
Sin embargo, Antelo cree que estos androides pueden cumplir diferentes funciones, de acuerdo con las necesidades de su usuario: “En la mayoría de los casos, podrían ser usados para masturbarse, pero en Barcelona funcionó un prostíbulo con muñecas para sustituir a las mujeres. Incluso los robots a medida podrían solicitarse con rasgos y características de alguien querido, como modo de suplantar a la persona amada. Y, a lo mejor, eso sería lo más cercano a hacer el amor”.
Por otra parte, en el marco del sondeo, al ser consultados con respecto a si usar un robot podría ser forma de ser infiel, el 33% lo negó, mientras que un 32% dijo que sí. Según la sexóloga, tales resultados son lógicos ya que, como en cualquier otra situación donde entre un “tercero” en la relación, va a depender del “contrato” que esa pareja tenga sobre que sería infidelidad para ellos. Y agregó: “No creo que pueda ser muy distinto como cuando se piensa por ejemplo, en sexo virtual”. Frente al supuesto rol del sexbot como amante, Tajer plantea una hipótesis interesante: “Los robots son juguetes sexuales, pero esto no quita que puedan generarse escenas de celos cuando éste satisfaga mejor a una persona que su propia pareja. En tal caso, esta competencia podría llevar al humano a mejorar sus cualidades de amante, y también a fortalecer las acciones menos robotizables, como generar deseo mediante el diálogo, explorar todas las dimensiones de la sexualidad y demostrar amor”, detalla.
Más allá del avance de los sexbots, un estudio reciente en Archives of Sexual Behavior indica que las nuevas generaciones tienen menos sexo que las anteriores. Según Tajer, “esto podría deberse, en parte, a que relaciones sexuales malas o intrascendentes son ahora reemplazadas por formas más cada vez más sofisticadas de masturbación, basadas en una cantidad y variedad casi infinita de pornografía”, explica y continúa con su razonamiento: “En este sentido, los robots podrían llevarnos más allá en esta dirección, funcionando como reemplazo para los actos sexuales más vacíos, y dejando el sexo entre personas como una instancia superior que debería realizarse con creatividad, entusiasmo o amor.
Otra posibilidad es que a medida que los momentos de intimidad con un sexbot avancen, su propietario se enamorare de su muñeco. Si bien Antelo lo considera poco probable, de todas formas deja una venta abierta: “Más allá de todo, enamorarse es una forma de locura socialmente aceptada”, concluye.
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